8. Día Dos

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—¡Muy bien! Esto es lo que haremos, Frederick y Salacia irán al sur, Hannah y yo iremos al norte y Jade se quedará cuidando, ¿entendieron? —ordeno Jasper.

Me estaba hartando de su maldito liderazgo tonto que había estado llevando desde que fue cosechado. Su aire de superioridad se lo creía solo él mismo y nosotros solo teníamos que hacerle caso si no queríamos morir.

Todos nos limitamos a asentir, sin demasiadas energías de discutir con Jasper por querer quedarnos un rato más durmiendo. El amanecer se alzaba a nuestros ojos y el bosque se movía con furia por el frío viento que lo azotaba. Frederick me dirigió una sonrisa burlona y camino hacía la dirección que nos había ordenado Jasper, le seguí segundos después, resignada.

—Y cuéntame entonces, Salacia, ¿Qué planeas hacer con el niño del 4? —pregunto una vez estuvimos lo suficientemente adentrados al bosque.

El bosque estaba repleto de pinos, había unos cuantos arbustos con bayas venenosas y árboles de todos los tamaños elevándose por nuestras cabezas. Estaban cubiertos por la nieve, que estaba completamente dura al tacto.

—¿No te parece hermoso? El contraste del sol, la nieve, los arboles y el azul del cielo sinceramente crean un ambiente espectacular —comente, evadiendo su pregunta.

Sonrió burlonamente.

—Disfrútalo mientras puedas, no todos tienen el privilegio de ver esto antes de morir.

Solté una carcajada.

—¿Vas a asesinarme? Si que estoy ansiosa por ver eso —sonreí.

—Oh no, lo hará Jasper en cuanto se de cuenta de que estas ayudando a ese estúpido compañero que tienes —comentó, cuando lo mire su sonrisa inocente adornaba sus delicados y delgados labios.

Pude sentir como mi rostro palidecía, aunque era obvio que Frederick no sabía en donde estaba Seth ya que ni yo lo sabía, el miedo se apodero de mi cuerpo. Sin embargo, no lo demostré.

—Iba a asesinarte cuando fuiste corriendo hacía los árboles con los suministros, pero el del 8 se me adelanto.

Lo dijo de tal manera que se mostraba arrepentido, quizás por no haber corrido más rápido para alcanzarme y asesinarme al primer momento. Una cosa me quedo clara, aunque estuviéramos en alianza todos corríamos peligro de apuñalarnos por la espalda, literalmente.

—Que mala suerte la tuya, habría sido un gran privilegio asesinar a una sucesora de una larga línea de vencedores —suspire, fingiendo tristeza.

—Ya lo creo que si —asintió, claramente siguiéndome la broma.

No lo había detallado demasiado hasta ahora, su pelo castaño caía despreocupadamente por su frente, no era demasiado largo, pero tampoco demasiado corto. Su piel era trigueña y sus ojos de color miel.

—¿Qué se supone que estamos haciendo?

—Cazando —respondió con simpleza.

—¿De día?

—¿Acaso estas viendo la luna por algún lugar? —dijo con fastidio.

Era momento de dejar de hablarle.

Aunque una duda no se quitaba de mi cabeza.

—¿Por qué no me asesinas ahora que puedes? —pregunte.

—Le estaría dando el gusto a los de la alianza, y si te soy sincero me gusta llevarles la contraria.

—¿Y por que no haces algo contra ellos?

—Eso lo harás tú, Salacia.

—¿Y yo por qué? ¿No tienes armas y brazos acaso? —mi tono era molesto.

Más Allá del Juego | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora