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"¿Por qué será que no te creo?".

"El infierno está vacío; todos los demonios están aquí".

— William Shakespeare.

Adeline.

No. No. No...

Dios, ¿Cómo pude ser tan estúpida?.

De este error si no podré escaparme ¡¡Cómo voy a ocultarlo!!.

Doy vueltas en mi habitación, mis manos toman cada objeto a mi alcance y todos se estampan violentamente contra la pared, mis ojos arden y mi cabello recibe jalones de mi misma, el sentimiento de culpa y frustración es lo suficientemente fuerte como para querer matarme en este momento.

Me detengo a mirar mi reflejo, estoy hecha un desastre.

No puedo estar así...

— Respira — Me digo a mi misma como si pudiese cambiar algo con una simple palabra — Todo va a estar bien ¿Okey? — Sonrio a mi reflejo y la cólera sigue corriendo por mis venas pero aún así sigo intentando mantenerme en calma.

Me siento en mi cama y comienzo a acompasar mí respiración, necesito pensar con claridad y este ataque de pánico no me deja hacerlo.

Tomo el peine de mí escritorio y arreglo mí cabello, está vuelto una maraña y odio cuando eso pasa... Me quita mi belleza natural.

Luego de eso lavé mi cara y la sequé. Me maquillé un poco para disimular las ojeras que tengo y las marcas que yo misma me eh causado, tengo varias marcas rojas por toda la cara y un de ellas amenaza con volverse morada. Nada que un poco de polvo no puedo esconder.

Tsh.

¿Qué diría Alex de esto?.

Alex no importa en este momento, él va a ver lo que le toca pagar, Pero no ahora.

¿Cómo se atreve a dejarme así en ese pasillo?.

— Perdóname —

— ¿Por qué? ¿Qué hiciste? —

— No es lo que hice, si no lo que haré — No me digas que...

— Me estás asustando —

— Perdóname —

No sé bien a qué se refería, Pero siento que va a hacerse daño... Y me asusta que eso pueda ser así.

Él no puede irse de este mundo sin mí, tengo que estar con él antes de eso.

Ahora a resolver nuestros problemas, así podremos pensar mejor un plan para tener a Alex.

Si, es cierto.

Caminé rápidamente fuera de mi habitación en dirección al sótano, allí esperaba April, la encargada de vigilar que nadie entre o salga de allí. Más bien, que nadie tenga acceso a nuestra información almacenada.

— ¿Qué te trae por acá? — Me regala una cálida sonrisa y yo solo puedo contestar con una de boca cerrada.

— Solo quiero hablar con él otra vez — Mi voz tiembla pero parece no haberlo notado.

— Entiendo, ¿Algún avance que contar? — Ella se veía entusiasmada.

Ojalá...

Aunque tampoco puedo contarte lo que eh descubierto.

— Aún no, es más duro de lo que pensé — Observé a ambos lados buscando a alguien al rededor. No había nadie — ¿Mi padre aún no sabe nada? — Susurré.

Efímero [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora