Pasiones Destructivas

Capítulo 8

Londres

8:55 a.m.

Jason

¿Estaba molesto? No. Estaba furioso. Sentía como la sangre me hervía y recorría cada parte de mi cuerpo. Realmente ya estoy acostumbrado a que la gente hablará de mí y la verdad me sudaba lo que dijeran, pero hoy no sé qué me está pasando. Escuchar a Calisto hablar así de mi me molesto más de lo que debería. Es una maldita mocosa haciendo un berrinche solo porque no la recibí con flores y un amistoso abrazo el día que se incorporo a la banda, todas las disputas que hemos tenido han sido por su estúpida culpa, por su presencia que me esta taladrando la pinche cabeza cada día que sigue dentro de esta banda. La quiero fuera de aquí, de mi vida y de maldita cabeza.

Todo el vuelo hacia Londres fue un dolor de huevos insoportable. Ella estaba ahí, la sentía, su mirada afligida buscando alguna salida, algo que detonara para descifrar algo... para descifrarme. Como si me tratara de una bola de cristal que rompió con sus supuestas "hirientes" palabras. Pero no. Yo estaba roto desde hace mucho tiempo y eso ella no lo podría arreglar.

Cuando me decidí por mirarla no se apartó, me sostuvo la mirada como la terca y rezongona que siempre ha sido y de verdad la odié. La odié por creerse capaz de lidiar con todo lo que yo implico. La odié por existir, ¿Cómo es que puede existir una persona tan pura? Le prendería fuego al cielo y al infierno solo para lograr conocer algún demonio dentro de ella. Algo que la persiga, que la pueda hacer pedazos. Algo que la atormente todas las noches como a mí.

Al salir del aeropuerto todo estaba abarrotado de gente en espera de nuestra llegada, por lo que llegar a nuestras camionetas fue una tarea bastante difícil, en cuanto pusimos un pie fuera, todo empezaron a gritar y empujarnos intentando conseguir una foto o autógrafo. Mientras intentaba caminar a paso decidido entre la multitud, sentí como unas manos cálidas se aferraban a mi espalda con desesperación, al principio me dio igual pensando que sería una fan, pero después sentí como esas manos sin rostro sollozaban tras de mí así que voltee y visualice a una Callie visiblemente afligida, sentía como sus manos se aferraban con desesperación a mi camisa.

- ¡Callie! ¿Qué ocurre? - cuestioné mientras la tomaba de las muñecas

-Y-yo solo. - Exhalo. – No puedo... No puedo respirar. El aire n- no entra Jas.- Susurro aferrándose más a mí. ¡Carajo! Estas mierdas solo me pasan a mí. Acerqué a Calisto a mi torso para calmarla y hablé – Callie mírame, solo mírame y respira ¿sí? Te sacaré de aquí. – Vociferé mientras la sostenía contra mí y volvía a caminar hacia la salida.

Calisto

Me sentía débil, mi cuerpo no reaccionaba como debía, mis pulmones estaban colapsando. Yo estaba colapsando, de no ser por las manos de Jason aferradas a mis muñecas, es seguro que mi cuerpo ya estuviera desplomado en el suelo. No me encontraba bien, en el momento que puse un pie fuera del aeropuerto, sentí como una presión se instalaba en mi pecho. En mi vida me había sentido tan asustada, la multitud a mi alrededor me sofocó y lo único que logre hacer fue esperanzarme de Jason y dejar que él se encargara. Cada tanto bajaba su mirada para asegurarse de que siguiera consciente. Mis pasos eran cada vez más torpes. Mis manos temblaban y mi cuello sudaba. Ya no era yo. Cada vez escuchaba más lejana la voz de Jason gritando que se apartaran. Sentí como unas manos más pequeñas me acariciaban las mejillas.

-Cariño. Soy yo, resiste un poco más, estarás bien. – habló Crista

Asentí, pero mi cabeza daba vueltas. quería vomitar y entonces... No recuerdo nada. Todo se oscureció.

- Callie! Despierta por lo que más quieras, mis brazos necesitan un descanso. Changa... por favor, te necesito despierta.

Escuche a Jason suplicarme. ¡Oh no! Puta madre, me había desmayado en los brazos de Jason. Todo estaba borroso, mi cuello era sostenido por su inmensa mano cerca de mi nuca. Su mirada era de súplica hacia mí.

-Ya... ya puedes bajarme Jason. Gracias. – dije intentando sonar convencida.

- ¡Claro! Perdona – respondió mientras bajaba lentamente sus manos para colocarme en el suelo sin soltarme por completo. Al poner mis piernas rígidas sentí como un escalofrío me recorría toda la espalda, a su paso, sentí las frías manos de Jason sosteniéndome por las costillas, como si temiera que volviera a caerme. Como si me fuera a romper.