Capítulo 33

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Narra Chiara

Han pasado cuatro meses desde mi cumpleaños. Hoy, once de julio, hemos quedado todos en nuestro bar de confianza. Empezamos a coger la costumbre de vernos, al menos, una vez a la semana, obligándonos a hacer huecos en nuestras agendas para ir allí.

Destacar también que desde la última quedada en el bar, no he vuelto a ver a mi prometida, solo hemos hablado por teléfono y desde ayer no contesto a nadie. Me parece un muy buen día para devolverles el mal trago que me hicieron pasar durante seis horas.

He avisado a mis padres para que me sigan el rollo, ya que reconozco que no fue culpa suya lo que pasó y así no provoco que le de un infarto a ninguno. La hora acordada llega y empiezan a llamarme todos, logrando acumular veinte llamadas perdidas, la gran mayoría de Violeta.

Observo en el ordenador las cámaras que pedí como favor al dueño, ya gran amigo nuestro, y que con un empujón económico, aceptó enseguida a ayudarme. La conversación a través del micrófono es bastante graciosa también.

—¿Nadie sabe nada de ella desde ayer?

—No, Violeta, ¿la última vez que hablaste con ella?

—Por la mañana. —Resopla. —Voy a llamar a mi suegra.

Se escucha un silencio, y el teléfono empieza a dar tono, todos atentos, bastante preocupados.

—Hi, Emma.

—Violeta, qué bien que llamas. ¿Sabes por qué Chiara no coge el teléfono?

—Ninguno sabemos nada. —Ruslana salta algo desesperada.

—Yo tenía su ubicación, la del móvil. —Dice mi madre. —Pero ahora me marca que está fuera de España. —Martin se levanta de la mesa y empieza a andar de un lado a otro.

—Vamos a su casa. —Bea propone. —Se levantan todos sin rechistar, pagando con rapidez. Escribo al del bar dándole las gracias y pidiéndole que avise si vuelven. Al cabo de un rato bastante largo la cámara que conecté a la puerta de mi casa enfoca como Violeta abre la puerta con su copia de las llaves. Martin se abraza a Juanjo al ver toda la casa desordenada, parecía que había habido un robo. Mientras Bea no para de llamarme y los demás buscan en casa, Violeta vuelve a llamar a mi madre.

—Emma, está la casa destrozada. Cómo le haya pasado algo a Chiara me da algo. —Lágrimas de desesperación empiezan a caer de sus ojos, quitándome las ganas de seguir vengándome.

Cierro el ordenador y salgo de la habitación de hotel que había alquilado justo enfrente del edificio, llegando en apenas un par de minutos.

—Amor... No llores, estoy aquí. —Veo que se levanta con velocidad y empieza a examinar cada parte de mi cuerpo comprobando que esté bien.

—¿Qué te ha pasado? ¿Vamos a la policía? ¿Ha sido algún fan loco? ¿Te han tocado? ¿Te han robado?

—Babe, calma. —La culpa empieza a consumirme al ver su estado de preocupación. Los chicos empiezan a acercarse, Ruslana bastante enfadada con la carta que había escrito para ellos en la habitación.

—¿¡Cómo se te ocurre hacernos una broma así, Chiara!?

—Rus, no la grites. —Naiara intenta calmarla. —Nos ha devuelto la broma, bien merecido lo tenemos.

—Dios, me había asustado, muchísimo, Keeks. —Martin esquiva a Violeta para poder abrazarme. Yo, sin embargo, solo puedo mirar la mirada vacía de mi futura mujer.

—No voy a decir que no me sienta mal, porque me siento muy culpable, pero un poco os lo merecéis. No lo pasé bien, vosotros tampoco. Estamos en paz.

Harmony in WhispersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora