Cuando toda tu vida cambia en un parpadeo, ¿qué estás dispuesta a dejar ir? ¿Qué estás dispuesta a dejar entrar? Era algo que pronto yo, Bella Swan, averiguaría.
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-¿Estás segura de que no quieres que vaya contigo?
La pregunta de Jasper casi me hizo poner los ojos en blanco mientras me colocaba mi chaqueta pero me obligué a mantener el rostro relajado aunque sabía que podría sentir mi exasperación.
-Estaré bien.
-Déjala en paz, Jasper, le has dado tantos consejos que podría escribir un maldito libro sobre cómo cazar. –la voz de Rosalie llegó con impaciencia desde el salón.
-Exacto, hermano, deja al pajarito volar en paz. –el tono de Emmett era mucho más liviano, le hacía gracia el papel de guardián que Jasper se había agenciado. Cuando le pedí ayuda en realidad no había contado con que quizás el vampiro rubio sería un tanto...sobreprotector.
-Los que nuestros queridos hermanos quieren decir es que me irá bien y que si no voy sola nunca aprenderé a hacerlo por mí misma. –le dediqué una sonrisa tranquilizadora a pesar de que me observaba con cautela.
La semana pasada habíamos cazado juntos, me había enseñado la mejor manera de acabar con un animal sin que este sufriera. Mi ropa aún seguía sufriendo pero cada vez menos.
Tenía que admitir que Jasper era un profesor magnífico, tenía paciencia y no me presionaba a pesar de mi torpeza. Estaba segura de que era la única vampira torpe del universo.
-Sé que lo harás bien, sólo es que me cuesta...
-¿Dejar volar al pajarito? –bromeé acabando su frase y eso hizo que sonriera mientras asentía.
-Algo así. –concordó antes de hacerse a un lado para dejarme pasar. –Llámame si ocurre cualquier cosa.
-Sí, Bells, llámale si un ciervo te mira mal. –escuché la voz de Emmett con una excesiva edulcoración.
-Voy a matarte, lo sabes, ¿no? –escuché amenazar a Jasper mientras salía por la puerta.
-Ya estoy muerto, idiota.
Fue lo último que escuché de Emmett y no pude evitar reír mientras me alejaba de la casa principal.
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