2. Martin Urrutia NO quiere saber de política.

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...


Martin no siente los músculos de las piernas. 

Lleva demasiados días sin dormir, ocupado con ensayos y asistiendo a las mil clases con las que se llena la semana. Es su culpa, en última instancia, el querer escapar constantemente de la falta de actividad. 

Antes no era así; nervioso e insatisfecho. Pero éstos últimos meses, huye de la introspección como de la pólvora. 

Ya se había acostumbrado al ritmo caótico de su vida en Madrid, siempre perdiendo el tiempo en una u otra cosa, deseando volver a su Bilbao natal, escapar de la capital. Recuperar la normalidad que perdió hace cuatro años.

El fin de su vida en el anonimato había supuesto, al mismo tiempo, el mayor triunfo de su madre; ganar las elecciones generales.

No fue consciente del cambio que eso supondría en él, hasta que todas sus pertenencias estaban empacadas en cajas y el chofer les dejaba en la puerta de La Moncloa.

Sin capacidad de decisión, ni posibilidades de renunciar a un cambio que él no había pedido. Se plantea recurrentemente cómo debe ser tener un papel protagonista en tu propia vida. Él ha renunciado a averiguarlo. 

"¿Café?" Dice María, sentada en su lado de la mesa de la cocina. La casa es insulsa, decorada con poca elegancia, fría y carente de personalidad. Martin supone que debe de serlo, para asegurar la adaptabilidad a todos sus posibles habitantes. 

"Sí, gracias..." Se acerca su hermana, dejando un beso en la coronilla de su cabeza. María vierte el líquido marrón en una taza de porcelana, acercándole la leche con la otra mano. 

Está perfectamente arreglada, con las ondas en el pelo y el maquillaje posándose en sus mejillas a brochazos premeditados. María es muy guapa, siempre lo ha sido, una réplica casi exacta de su madre. 

"Deséame suerte." Murmura la chica, llevándose su propia taza a los labios. Él la mira, confundido por la frase durante unos instantes, hasta que ve los libros extendidos en la mesa.

"¿Cuando tienes el examen?" Cuestiona, sentándose a su lado. 

"Ahora, a las nueve." Contesta, mirando al mismo tiempo la hora en su teléfono. Parece decidir que se ha extendido lo suficiente, porque se levanta apresuradamente de la mesa. "Llego tarde... ¿hoy cenamos juntos?"

"He quedado con Rus y Kiki, vente." Acaba respondiendo, mientras observa a su hermana guardar los libros en su bolso. 

"¿Pero dónde?"

"Pues... No sé, en casa de Rus, supongo." Doce, tomando un sorbo de su café. "Iremos después de ensayar."

"¿A qué hora terminas hoy?" Pregunta Maria, parándose en la puerta de la cocina, a punto de salir. 

"A las nueve, creo." Ella hace un soplido de molestia. "Vente, Mery, anda, que sabes que te lo vas a pasar genial."

"Bueno, pregúntales a Ruslana y Chiara si no le molesta que me una."

"¿Cómo les va a molestar? Si te quieren más a tí que a mí." Contesta Martin, viendo como su hermana se va definitivamente de la habitación.

"¡Cómo si eso fuera posible!" Exclama ella, cuando ya ha desaparecido por el pasillo. Unos segundo después, se oye la voz de su madre, entrando por la cocina. 

"¿El qué es imposible?" Pregunta la mujer, acercándose a Martin y dejando un beso en su pelo, el mismo gesto que él había tenido hace apenas unos minutos con su hermana. "Buenos días, bollito."

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