7. Confesiones

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chicas, pasan demasiadas cosas en este cap

el siguiente ya lo tengo escrito a la mitad, así que ya sabéis

...

Ha metido su ropa en una bolsa de rafia y ha cargado con ella por todo el metro de Madrid.

También ha cargado con todo su malestar y rabia.

Se siente estúpido, sobretodo, preocupándose por él. Al fin y al cabo, Martin había huido de su casa como si Juanjo fuera el mismísimo diablo.

No debería haberlo llevado a su casa, para empezar. Había complicado demasiado las cosas. Borrado demasiadas líneas. Ya no puede ignorar el sentimiento de anticipación que le baña cada vez que ve a Martin.

Ni cómo había dedicado su domingo entero a asegurarse de que estuviera bien. De que las lágrimas de la noche anterior no hicieran una nueva aparición estelar. Sin embargo, lo único que había conseguido era que saliera corriendo en mitad de una conversación que ni siquiera él mismo está seguro de haber comprendido.

Parece ser el tono general de todas sus interacciones con Martin; siempre hay algo latente por debajo de cada palabra.

Así que ahora se encuentra a las ocho de la mañana, en la puerta de Moncloa, con la ropa que Martin usó en la fiesta (si se le puede llamar así, Juanjo no está muy seguro de que algo tan transparente pueda ser considerado una camiseta) y una disculpa en la boca.

¿Y por qué una disculpa?

No lo tiene totalmente claro, pero espera que el chico tampoco lo cuestione excesivamente. Su único objetivo es no volver a recibir la mirada de cachorro apaleado que le había dirigido al marcharse.

Le sorprende, en cierta manera, lo fácil que le está resultando tragarse su orgullo en cuanto a Martin se refiere.

No sabe muy bien porqué ha cargado con su ropa; las posibilidades del chico bajando a su despacho después del día anterior son ínfimas. Aún así, de esperanzas se vive.

Enseña su acreditación al entrar, pero está tan distraído volviendo a guardarla que no ve venir a la chica que sale por la puerta, haciendo que sus cuerpos colisionen.

Y, como la vida de Juanjo se ha convertido en un sin fin de despropósitos últimamente, se le cae la bolsa, esparciendo la ropa de Martin por el vestíbulo de la Moncloa.

"¡Lo siento! Perdona, de verdad, es que llego..." Comienza a excusarse la chica, agachándose al momento para recoger el contenido de la bolsa. Su disculpa finaliza en el mismo instante en el que repara en la camiseta, sujetándola entre sus manos. La confusión se plasma en su mirada con una rapidez asombrosa.

"No te preocupes, tranquila, que yo tampoco estaba mirando." Juanjo aprovecha el momento para guardar los pantalones de nuevo en la bolsa, observando el gesto de desconcierto que se mantiene en la desconocida. Es, prácticamente, una adolescente. Le resulta extrañamente familiar, pero no consigue identificar de qué reconoce sus facciones. Ella, para la extrañeza de Juanjo, no ha soltado la camiseta. Se limita a mirarlo, congelada en su sorpresa. "¿Me puedes dar la camisa?"

La chica pestañea dos veces antes de contestar.

"Es de mi hermano."

Juanjo debería haberse tirado a las vías del metro esta mañana.

Al menos, así hubiera evitado el bochorno absoluto que le recorre cuando se da cuenta de que está hablando con la hija pequeña de su jefa.

"Yo... Eh, bueno, eh." No consigue que nada parecido a una frase con sentido salga de su boca.

mastermindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora