1. Juanjo Bona es un adulto funcional.

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Octubre es un mes de mierda. Hace frío, llueve y no hay nada de la emoción de Navidad que lo compense. Ni si quiera el sentimiento de nuevos comienzos que trae consigo septiembre. Lleva sólo diez minutos paseando por la calle, luchando porque su paraguas se mantenga rígido frente al viento. 

Ya tiene el bajo de los pantalones de vestir empapados y sus mocasines no hacen nada por cubrirle del frío. Cuando consigue alcanzar la puerta de Ferraz, parece que ha pasado una vida entera en vez de los cinco minutos que técnicamente le separan del metro hasta la sede. 

"Llegas tarde." Es lo primero que oye al entrar, la voz de Bea suena apurada, del mismo modo en le que Juanjo se siente por dentro.

"No contaba con el diluvio universal, la verdad." Dice él, acercándose a la mesa de la chica, al mismo tiempo que ella extiende un pequeño vaso de papel. Café, por fin algo bueno.

"Están ya de reunión, pero acaban de empezar." Responde, dedicándole una suave sonrisa. "Se ha enfriado, amor, lo siento."

Juanjo la oye mientras da un sorbo, notando al instante la falta de calor en la bebida. Genial. Hace un esfuerzo por tragar el liquido, dejando su paraguas empapado en una papelera vacía al lado de la mesa. 

"Nada, gracias por el detalle, Beatriz." Pone retintín en el nombre completo de su amiga, sabiendo que ella detesta cuando lo hace. "Ahora, voy a ver si no se han enterado de que falto... Por cierto, háblale a Álvaro, que lo he dejado lloriqueando por el salón."

"¿Y qué le ha pasado hoy?" Pregunta ella, elevando un ceja, pero cogiendo el móvil al instante en un gesto preocupado. 

"El chico éste con el que estaba hablando, que le ha pillado con otro." Responde Juanjo, dirigiéndose con diligencia hacia la sala de reuniones. "También te digo, que se veía venir de lejos."

No espera a la contestación de Bea, abriendo con delicadeza la puerta de la sala. 

Sabe que no es muy profesional por su parte llegar tarde, pero es la primera vez en los dos meses que lleva trabajando en Ferraz que ocurre algo por el estilo. Efectivamente, cuando entra a la habitación, no recibe más que un leve gesto de molestia por parte de uno de los asesores. 

Un hombre mayor y acomodado que, bajo su más sincera opinión, hace años que se ha desconectado del mundo real. Se llama Vicente Ibarra, y es todo en lo que Juanjo desearía no convertirse nunca. 

"Pasa, Bona, pasa." Quien habla es Noemí Galera, la directora de campaña y su jefa inmediata. Es una mujer de unos cincuentas años, cuyas gafas de pasta cubren la mitad de su cara. Es, también, la figura maternal más cercana que Juanjo ha conseguido en Madrid.

A su lado, sentada y mirando concienzudamente su ordenador, se encuentra Rebeca Urrutia; la primera mujer en ostentar el cargo de Presidenta del Gobierno. 

Juanjo lleva semanas intentando acercarse poco a poco a ella, buscando todos los medios posibles para hacer su presencia notable y necesaria en el desarrollo de la campaña electoral. Hasta el momento, sin mucho éxito. La agenda de Urrutia no da cabida para mucho más que asistir a reuniones interminables y eventos de compromiso. 

"Perdón por la tardanza, ha habido un retraso en el metro." Excusas, excusas, excusas.

"No te preocupes, acabamos de empezar." Contesta Noemí, dedicándole una sonrisa sincera y señalando con la mano su sitio correspondiente en la mesa. "Precisamente, es importante que estuvieras aquí hoy."

Su tono de voz se mantiene jovial, por lo que Juanjo intenta controlar los nervios que corroen su cuerpo ante la frase. No suele ser bueno que la presencia de alguien sea tan necesaria. 

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