17. Cuatro conversaciones y una reacción.

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no me puedo resistir...

esto está sin corregir por mi maravillosa editora, pido perdón a todas. 

...

Son prácticamente las dos de la mañana cuando Martin alcanza el portal de su casa. No es consciente de cómo las manos le tiemblan levemente mientras mete las llaves en la cerradura, ni de cómo todo su peso parece inclinarse hacia delante, deseando esconderse sobre sí mismo.

Los acontecimientos de la noche se arremolinan en su mente, sin un orden específico, pero con un mensaje final; no es capaz de sostenerse en pie. Las miradas siguiéndolo durante toda la fiesta, la conversación con Denna, Álvaro y Violeta, las palabras de Ruslana... Su despedida con Juanjo.

Le resulta imposible no quedarse con la imagen final del hombre mirándolo desde su salón, la clara expresión de alguien que no sabe qué decir. Nunca habría pensado ser capaz de dejar a Juanjo Bona sin palabras. Parece que su única función últimamente es confundir a todos los que le rodean con su propia indecisión.

Le sorprende ver la luz de la cocina encendida al entrar. Se traga su malestar, intentando disimular el agua salada en sus mejillas y el leve temblor que ha pasado de sus manos a todo su cuerpo.

Su madre y María están sentadas en los taburetes que rodean la isla de la cocina, copas de vino adornando su manos, sus rostros todavía maquillados, riéndose de algo que resulta totalmente ajeno a Martin. Tardan unos segundos en reparar en su presencia, absorbidas por su propia diversión.

"¡Oh, Martin! Tendrías que haber venido a la gala ésta... Mamá ha estado veinte minutos sin poder hablar porque teníamos a Miguel Ángel Silvestre al lado, ¡hubieras visto su cara cuando le ha dado dos besos!" María se ríe entre frase y frase. "Para cuando han terminado de saludarse, lo miraba de una manera que casi empiezo a llamarlo papá..." Su hermana para al reconocer su expresión. "¿Martin?"

"Mi bollito... ¿Qué pasa?" Rebeca se levanta del taburete de manera torpe, claramente afectada por la copa de vino, moviéndose rápidamente hacia la figura de Martin, que todavía se mantiene de pie bajo el umbral de la puerta. "¿Estás bien?"

Es obvia la preocupación en su voz, así como la mirada atenta de María, que se une a su madre, acercándose tímidamente a su hermano.

No ha hecho un buen trabajo disimulando su desesperación. Lo único que puede decir en su defensa es el hecho de que Rebeca y María siempre han sabido leerlo a la perfección, independientemente de cuánto esfuerzo hiciera por ocultar su decepción. Las palabras se le atragantan, la preocupación de ambas le enternece y le duele a partes iguales.

Nunca es fácil responderle a tu madre que no, que no estás bien. Que, probablemente, este sea el momento en el que más perdido se ha sentido. Y que nada de lo que ella pueda hacer podrá solucionarlo. O, siquiera, aliviar la presión que se construye por cada uno de sus músculos.

"He hecho una tontería." Es todo lo que consigue salir de su boca. Ha estado tan ofuscado con Juanjo que ni siquiera se le había pasado por la cabeza cómo podría reaccionar realmente su madre a una confirmación.

Es curioso, porque, en un primer momento, parte del atractivo de Juanjo había sido la posibilidad de enervar irrefrenablemente a su madre. Ahora, daría lo que fuera por obtener esa desaprobación. Algo a lo que aferrarse para que su despedida tuviera algún sentido.

"No pasa nada, Martin, sea lo que sea, no pasa nada." Las manos de su madre van directamente a su rostro, en un gesto que le tranquiliza más de lo que habría supuesto. "¿Qué ha pasado?"

Hay un momento de silencio en el que los tres intercambian una serie de miradas que dicen más de lo podrían articular en palabras.

"Juanjo y yo..." El susurro entrecortado que sale de su boca es prácticamente inteligible.

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