4. Jugar a ser una buena influencia.

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chicas, extra largo... si me volvéis a llenar éste de comentarios, actualizo el sábado <3

...

Nunca se había imaginado a sí mismo en la posición en la que se encuentra.

Siempre ha tenido bastante control, tras años de mantener una compostura impertérrita y mucha, mucha fuerza de voluntad.

Por eso, cuando se despierta en la habitación del hospital, es sorprendente y mortificante a partes iguales. Le duele cada centímetro de su cuerpo, y podría jurar que sus sienes han cobrado vida propia, por la manera en la cual el pálpito en su cabeza le impide pensar.

Tiene una vía conectada al brazo, pero ve rápidamente que se trata sólo de suero.

Tarda unos segundos en recomponerse lo suficiente como para ubicar los acontecimientos de la noche anterior. No se acuerda de mucho, pero no le cuesta unir las piezas entre la fiesta y su delirio infantil, con su posición actual.

Es ya de día, al menos, puede ver eso porque la luz se filtra entre las cortinas azules. No está sólo en la habitación.

Hay un pequeño sofá con pinta de ser terriblemente incómodo, apoyado junto a la pared que tiene en frente suya. Ahí, su madre está tumbada, leyendo una revista.

O, al menos, eso había estado haciendo, hasta que eleva la vista a la cama en la cual reposa su hijo, alertada por los leves movimientos que había conseguido realizar.

"¿Mamá?" Su voz sale ronca y pastosa, le hace darse cuenta inmediatamente de su necesidad por beber algo de agua.

Rebeca salta del sofá al instante, acercándose apresuradamente al lado izquierdo de la cama, con la preocupación plasmada en su cara. Su mano, algo más temblorosa que de costumbre, se apoya en el hombro de Martin, dando un pequeño apretón.

"Mi bollito..." Dice ella, en un tono suave, como temiendo hacer demasiado ruido. "¿Estás bien?¿Llamo al enfermero?"

Martin niega con la cabeza, incorporándose poco a poco sobre la cama.

"No, no te muevas, cariño, que esto tiene un botón por alguna parte..." Interrumpe, agachándose para luego, efectivamente, sacar un mando pequeño y ofreciéndoselo. "Mira, así no hace falta, bueno... Dime cuando paro de subir, ¿así?¿estás cómodo? O lo bajo un poco, si quieres, bollito."

Martin suspira, formando una sonrisa en su boca, al ver la expresión de su madre. No dura mucho, ni su sonrisa, ni la expresión preocupada de Rebeca.

"Mami, yo..." El chico se fuerza a buscar las palabras, a pesar de que su garganta y su voz se niegan a cooperar con él. "Lo siento."

"Oh, Martin." Rebeca se abraza a él, rompiendo cualquier distancia entre ellos. Martin nota enseguida la humedad en su cuello, causa obvia de las lágrimas que inundan las mejillas de su madre. Parece como si toda la tensión que habían estado acumulando, se hubiera roto en ese mismo instante, dejando escapar un sollozo que llena la habitación.

Martin corresponde el abrazo, envolviendo sus brazos al rededor de la mujer, permitiéndose a si mismo seguir las acciones de su madre, fundiéndose en un llanto instantáneo. Hacía mucho que no se rompía de esa manera, al menos con ella.

"Me has dado un susto terrible, mi amor, Dios mío." Susurra Rebeca, todavía contra la piel de su cuello. "Cuando me llamaron del hospital... Creía que me moría, Martin, de verdad, creía que... Lo siento tanto, mi bollito, tanto, tanto."

Martin se aferra aún más a ella, sintiendo la culpabilidad asentándose en su cuerpo. No es lo que había pretendido. Siempre había pensado que llamar la atención de su madre solucionaría todos sus problemas, pero no así. No por esto.

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