Hace muchos, muchos años...
La muchacha mira a su alrededor. El círculo de poder está conformado por todas aquellas personas que le cedieron su magia. Brujas despojadas de lo que consideraban como su alma, determinadas a vivir su vida con medio corazón con el objetivo de salvar a los suyos.
Tiene la certeza de que esos rostros serán lo último que contemple antes del Sacrificio, antes de... que todo acabe.
¿Quiere, que todo acabe?
Hasta hace apenas una semana, estaba segura. Nunca había experimentado nada semejante: esa certeza, esa misión vital que no podría jamás arrancarle nadie. Estaba segura, estaba decidida e incluso se sentía agradecida por tener la oportunidad de ayudar a su pueblo, a su gente.
Cuando tuvo que entregar a su bebé... En ese mismo instante, fue la primera vez que dudó. Que esa duda se plantó en su mente como una semilla maquiavélica.
Para la muchacha, existe un Bien mayor, la seguridad de su gente irá siempre por encima de todas las cosas. Y, sobre todo, por encima de sus propios caprichos.
Los Thaos deben permanecer, pase lo que pase.
El embarazo fue mero protocolo, una necesidad para que su linaje se mantuviera después de que se le transfiriera el poder. Si no, el último estallido acabaría con hasta la última chispa de magia que alguna vez pasó por las manos de los Thaos, y los Kulua podrían recuperarse y plantar cara de nuevo, sin ninguna resistencia posible.
Fue acelerado... antinatural. Metódico.
No le dio tiempo a atravesar ninguno de esos procesos que vivían las mujeres embarazadas a su alrededor, que les hacían generar un vínculo con la criatura. No lo esperaba, no lo había decidido y sobre todo, no era para ella.
Ese bebé nunca iba a ser para ella.
Y sin embargo, la primera y única vez que miró a esa niña, una parte de su alma se quedó prendada, atrapada en sus pequeños ojos vidriosos. Y supo que era la primera vez que conocía el amor... y al mismo tiempo, que no viviría lo necesario para experimentarlo.
La muchacha carraspea y barre de nuevo con la mirada a sus compañeras. Tratando, con todas sus fuerzas, de centrarse en lo verdaderamente importante.
La seguridad de los Thaos sigue estando por encima. Sigue siendo para lo que nació, para lo que se entregó como voluntaria. Todo este poder que le recorre las venas, que siente pulsando en sus sienes, no es de su propiedad. Es de su pueblo.
Y con los Kulua destrozando aldeas y masacrando a su gente... su pueblo no puede permitirse fallar.
Ella es su única esperanza. La primera Invocadora, la que invocará el poder madre de los Thaos y les retirará la dualidad a sus enemigos.
Cuando el canto de su gente la envuelve, alza las manos y centra su mente por completo en canalizar ese enorme poder. No debe perder de vista, en ningún momento, el objetivo: acabar con la guerra, con las muertes, con el dolor.
Acabar con todo.
Arreglarlo todo.
Y sin embargo, una muy pequeña parte de su mente sigue con su hija, deseando que, al menos, sea feliz. Que su Sacrificio sirva para asegurarle un futuro sin guerras, sin peligro, sin enemigos.
Que el legado de la Invocadora viva y muera con ella, y sus descendientes no tengan que verse jamás obligadas a sacrificarse de nuevo.
Que lo que empezó como un acto de bondad no se convierta en una maldición.
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Salvadora - (Invocadora #2)
FantasyNadie te enseña a ser la Invocadora, la Elegida. Confiar en quien no debes puede tener consecuencias aterradoras. Y en el proceso de aprender siempre se cometen errores. Los primeros ataques Kulua comienzan por todo el mundo. El Secreto está en pel...