Detenidos en el principio de la extensa explanada, a unos cien metros de la caseta donde es muy probable que los Kulua ya estén preparando la ofensiva, contemplo las transformaciones permitiéndome esos segundos de disfrute.
Ayer mismo pensé en lo poco que me estoy regodeando en el hecho de que yo he creado esto. En el hecho de que estoy viviendo algo alucinante, de pura fantasía. Y el caso es que ni siquiera he tenido el tiempo suficiente como para verlo. Soy la protagonista de una historia y soy la única que no está leyendo el libro.
Cuatro osos gigantes (Leo, un poco más grande que los otros dos), dos tigres enormes y dos lobos descomunales me miran con ojos brillantes. Entre todos, ocupan más superficie que cualquiera de las casas de campo que tenemos alrededor.
Es un espectáculo sobrecogedor.
Nico es el que se acerca a mí, con las garras retumbando en la hierba, para agachar un hombro y permitirme trepar a él.
Se ha decidido así: por una vez, he dejado que me aconsejen. Pero que no se acostumbren mucho.
El caso es que su argumentación tenía mucha lógica: Nico tiene un vínculo conmigo, por lo que me protegería con su vida, y aunque eso es algo que me encoge el corazón, entiendo que todos prefieran que vaya con él.
Además, se le ha relegado a una posición en la parte posterior del "regimiento" (se me hace raro usar esos términos con estos bichos gigantescos) para que me proteja. A su lado caminará Khadim, en su forma de tigre, para asegurarme toda la protección posible.
Al fin y al cabo, lo peor que podría pasarles sería perderme. Los Thaos estarían perdidos sin mí, sobre todo teniendo en cuenta que aún no he producido descendencia. Aunque solamente pensar en eso (producir descendencia) me da ganas de ponerme a temblar. No soy tan adulta. Ni de broma. No quiero ni pensar en ello.
Por mi parte, solo tienen una indicación, que espero que cumplan: Dejadlos con vida. Necesitamos información.
—Nuestro objetivo es conseguir al menos un rehén —les informo, y por una vez no me he encontrado con la resistencia habitual.
Incluso Sarah asiente con la cabeza, conforme. Y suele ser la que más cara de culo pone a todos mis planes.
En cuanto me acomodo en el hombro de Nico, se sobreviene un instante de silencio. En el aire se respira la magnitud de lo que está a punto de suceder. Las esencias, enormes y descontroladas, se sacuden dentro de sus enormes pechos.
Siguiendo un impulso que nace de mi parte más animal, suelto un grito que les indica que estamos listos, y...
Comienzan a correr.
Me aferro con fuerza al pelaje del enorme oso y me fuerzo a mí misma a no cerrar los ojos a pesar del traqueteo, del sonido inhumano, de los golpes contra el suelo.
Dedico solo un instante a pensar en cómo deben estarlo viendo las personas que, recluidas en sus casas, se hayan asomado a mirar este espectáculo. Lo que es imposible es que no se hayan dado cuenta, porque el estruendo es monumental.
Al fin y al cabo, son diez bestias gigantescas corriendo a una velocidad impresionante hacia una pequeña caseta de color blanco.
A medio camino, los Kulua salen en tromba de la casa. Doce humanos, con las manos en alto y las esencias sacudidas. Su vestimenta es extraña, como si hubieran tenido que robar prendas aleatorias que no están acostumbrados a vestir.
Casi no los puedo ver entre los cuerpazos de las bestias que corren delante de nosotros, pero consigo distinguir cómo el primer Kulua, un hombre muy alto y de extremidades largas, suelta un grito a la vez que forma con ambas manos encima de su cabeza una bola de energía verduzca.
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Salvadora - (Invocadora #2)
FantasyNadie te enseña a ser la Invocadora, la Elegida. Confiar en quien no debes puede tener consecuencias aterradoras. Y en el proceso de aprender siempre se cometen errores. Los primeros ataques Kulua comienzan por todo el mundo. El Secreto está en pel...