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—Lara —La voz de mi madre suena seca al otro lado de la línea, como siempre— ¿Estás bien?

—Sana y salva —le confirmo, expulsando el aire.

He salido del hostal en dirección al jardín que termina en el bosquecillo, y me voy alejando a grandes zancadas, echando vistazos a las esencias de los Thaos para asegurarme de que nadie se encuentra a la suficiente distancia como para escucharme. 

Según mis cálculos, también debería estar bastante a salvo de los Kulua, sobre todo si están transformados, porque significa que su esencia es lo suficientemente fuerte como para llamar mi atención. Es una intimidad... extraña, una estrella fugaz en los últimos meses que no creo que se vuelva a repetir. Y necesito aprovecharla.

—¿Y los demás?

Sonrío, porque sé que los demás le dan más bien igual, pero igual lo pregunta justo por eso: para saber si están aún disponibles para protegerme. Y es... cuco, a su manera un poco retorcida.

Toda esta locura está teniendo una consecuencia muy inesperada: me está acercando a mi madre. O, al menos, me ayuda a comprenderla mejor.

—Están perfectamente. Mamá, esto no es... no es la guerra que esperábamos.

—¿A qué te refieres? —pregunta, confusa.

Dejo escapar el aire.

—¿Confías en mí? —le devuelvo la pregunta.

Hay unos segundos de silencio en los que solo oigo su respiración.

—Todo lo que una puede confiar en su hija adolescente.

—Mamá, ya no soy adolescente —protesto, aunque con una sonrisa.

No me esperaba una respuesta sincera y tierna de mi señora madre. Tiene que pelear un poco, está en su naturaleza. De ahí lo heredé yo.

—Para mí, sigues siéndolo.

—Entonces, ¿confías en mí?

Suspira.

—Sí, por supuesto. Ya lo sabes.

Sonrío ampliamente. Esa afirmación me llena por dentro y tapa algunos huecos que habían empezado a formarse. 

Me cercioro por última vez de que no hay nadie en las inmediaciones y aún así, pongo la mano sobre mi boca para garantizar aún más intimidad antes de pedir:

—Entonces, necesito que hagas una cosa por mí.


🐻🐻🐻


—Tardaremos aproximadamente dos horas en llegar en coche al lugar donde se realizará el ataque. Debería darnos tiempo de sobra a evitarlo, así que haced el favor de conducir con precaución. Lo último que nos faltaba sería tener un accidente. 

Leo explica todo mientras los demás metemos nuestras maletas en los maleteros de los vehículos. 

—¿Qué hacemos con él? —pregunta Khadim, señalando al chico Kulua, que está de pie junto a él, atado con cuerdas a la altura de las muñecas y por delante de su cuerpo.

—Nos lo llevamos —sentencio yo, con el ceño fruncido y antes de que nadie más pueda abrir la boca.

El chaval me mira con los ojos muy abiertos. Para mi sorpresa, nadie rechista, y Khadim asiente antes de abrir la puerta de su coche para que se pueda meter a su lado. Supongo que lo mantendrá vigilado. Yo lo único que sé es que es un crío y que no podemos dejarlo a la merced de otra gente que puede que lo considere un monstruo. Nah-la me da un apretón en el brazo mientras se mete en el coche.

Salvadora - (Invocadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora