Estamos ya a mitad de camino de la playa, iluminando nuestro camino con las linternas de nuestros teléfonos, cuando nos adelanta un coche, que derrapa ante nosotras. El salto que pegamos del susto nos desplaza hasta casi el borde de la carretera y mientras a mí se me sube el corazón a la boca, Cris se coloca delante de mi cuerpo como si pretendiera defenderme a toda costa y yo cubro con el mío a Raquel, que tiembla a mi espalda.
Tardo poco en reconocer a Nico, que sale disparado del asiento del conductor aún con el vehículo en marcha. Está acelerado y sus brazos se extienden hacia mí de manera instintiva.
—¿Qué se supone que estáis haciendo? —pregunta, y en su expresión hay más preocupación que enfado.
Estamos en líos, eso es evidente. A Raquel no la han dejado salir del sótano del edificio más que para usar los aseos, y siempre es vigilada por algún miembro del Consejo. Lo que lo hace, si cabe, más humillante.
Es casi de noche, lo que tampoco convierte en el momento como para andar solas deambulando por ahí.
Los Kulua ya tienen lo que quieren... suponemos, porque no podemos estar seguros. Otro motivo más por el que no tendríamos que hacerlo.
Así que la combinación de Raquel + estar fuera de la mansión es... peliaguda.
Es evidente que esto no estaba en el plan.
También lo era que alguien nos iba a pillar. Pero aquí estamos.
—Nico... —empiezo a murmurar, y mi valentía de la última media hora se me viene abajo.
Cris me aprieta contra ella, aferrada a mi cintura.
—Esta chica lleva toda la vida viviendo en el océano, Nico, y aunque ahora su cuerpo sea humano, su alma nunca lo será. Está perdiéndose. Vamos a llevarla unos minutos al agua y la devolveremos sana y salva en menos de una hora. Puedes confiar en nosotras.
La voz de mi amiga es seria, potente. Estoy descubriendo un lado totalmente nuevo de ella, que siempre había demostrado ser tan tranquila. Ahora resulta que esa vena justiciera y dinámica que tiene desde niña se transforma en una seguridad inquebrantable cuando se trata de defender algo en lo que cree.
La admiro mucho.
Nico nos mira alternativamente, la preocupación sobrevolando su rostro.
No he tenido tiempo, desde que volví, a pensar en nada que no sea el tremendo marrón en el que nos hemos metido por mi culpa. Pero al verle así, sin saber qué hacer, intentando decidir si seguir lo que la Senda le indica (que es, muy probablemente, que vaya conmigo incluso en contra de su propio juicio) y lo que le llevan inculcando toda su vida...
Sería capaz de ir en contra de su propia familia, de todo lo que cree, si yo se lo pido.
De alguna manera, nuestro beso vuelve a mi mente con más fuerza que nunca. Y hace que me sonroje hasta la raíz del cabello. Y cuando deja escapar el aire de los pulmones y aprieta las llaves del coche con más fuerza entre las manos, sé lo que va a decir antes de que lo haga:
—Está bien. Os llevo. Subid al coche.
Cris y yo nos miramos y en ella vuelve a verse la ilusión, pero yo no soy capaz de recuperarla. Raquel, aún a mi espalda, se aferra con más fuerza a mi brazo, como si tuviera miedo de Nico.
Miedo de Nico... si supiera lo absurdo que es eso. Lo intrínsecamente bueno que es este chico.
"Lo mucho que te acelera el corazón" pienso, pero descarto el pensamiento en un segundo.
Estos últimos días han sido una montaña rusa que hace que pase de cien a cero en literalmente... una mirada.
En el coche, vamos en silencio, aunque yo puedo notar la esencia de Nico, tanto la suya como la del oso que lleva en su interior, pulsando con preocupación, con... anhelo.
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Salvadora - (Invocadora #2)
FantasyNadie te enseña a ser la Invocadora, la Elegida. Confiar en quien no debes puede tener consecuencias aterradoras. Y en el proceso de aprender siempre se cometen errores. Los primeros ataques Kulua comienzan por todo el mundo. El Secreto está en pel...