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No había subestimado las capacidades de las tres Familias para movilizarse si algo les interesa lo suficiente.

"Lo que pasaba era que sus intereses se reducían a sus propias metas, y nada más" me digo mientras subo las escaleras.

Encuentro a mi madre en mi cuarto, tumbada contra el cabecero de la cama, haciendo como que lee. Y sé que no lee de verdad porque el libro está abierto exactamente en la misma página que estaba cuando la dejé ahí, hace un buen rato.

Está preocupada, pero no se le da bien mostrarlo, o eso cree ella. A veces, lo que más nos cuesta es lo que sale antes a la superficie. 

Tiene el cabello, del mismo color que el mío, recogido en un moño alto de esos que se hace apenas en dos movimientos y que siempre le quedan perfectamente desordenados. Levanta la vista en cuanto me ve, y deja el libro a un lado con rapidez.

—¿Han decidido?

Asiento, y me acomodo a su lado, también apoyada contra el cabecero. Me recuerda a mi niñez, cuando nos hacíamos compañía la una a la otra, sentadas en su cama. Las dos leyendo (de pequeña, sí que leía bastante), o simplemente pensando. A mí tampoco se me ha dado nunca bien expresar mis cosas.

Después dejé de leer y ella de tener tiempo para pensar, porque cuando murió mi abuela estaba sola para mantenerme, así que esos momentos desaparecieron. Y no me daba cuenta de lo mucho que los echaba de menos, hasta ahora.

—Han encontrado un pueblo a dos horas de aquí, hacia la dirección de Cobas, que la aldea a la que nos dirigimos. Es uno de estos pueblos de montaña con ocho habitantes pero muchísimas casas vacías. Les han sobornado para que no digan nada y lo van a ocupar por completo con los Thaos que aún no se han transformado. Aunque la idea es que mientras los voy transformando, se alojen allí también para no generar sospechas.

—Supongo que los de las protestas contra la España vaciada estarán contentos... —murmura, en tono sarcástico.

Le doy un pequeño codazo.

—Son buenas noticias. Las tres personas que transformaré primero vendrán mañana a primera hora. Haré las transformaciones y después nos marcharemos.

—Genial. Tendré que buscar a alguien que me cubra en el bar.

Lo dice con una seguridad que me parte el alma. Sabía que iba a ser complicado, pero no me esperaba este pinchazo en el pecho.

—Mamá... Lo siento, pero tú te quedas aquí.

Frunce el ceño y puedo ver cómo sale a la superficie la mala leche que le caracteriza, empujando a la preocupación.

—Que te lo has creído, Lara. Soy tu madre y pienso ir contigo.

—Mamá —le pongo la mano en el brazo, con suavidad—. No podemos ir todos. Llamaría demasiado la atención. Se ha priorizado la presencia de Thaos transformados, por si necesitamos hacer algún tipo de ataque o defendernos. Cris tampoco vendrá.

—Supongo que tendrás la misma suerte intentándolo con ella —Chasquea la lengua, y me sigue mirando con intensidad, convencida.

—Lula y Nana también se quedan. Lula aún no está en condiciones. 

—Muy bien. Que se queden ellas. Yo voy contigo. No voy a dejar... —parece que se le atraganta algo, y carraspea para aclararse la garganta—. Eres mi hija, Lara. Mi labor es protegerte. Es lo único que he querido siempre.

—Lo sé —Y creo que debe habérseme metido lo mismo en la garganta que a ella, porque también me veo obligada a carraspear—. Pero te necesito aquí. A salvo. Además, Daniel se quedará también, al mando de la mansión y del Consejo mientras el resto estamos ausentes. Y sabes que no me fío un pelo de él. Necesito alguien que le vigile. Confío en ti para eso.

Salvadora - (Invocadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora