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Los últimos días han sido algo similar a un borrón. En el sentido de que me encantaría poder eliminarlos de mi mente, volver al principio y hacer las cosas de otra manera.

Salir del pueblo costara lo que costara, da igual quién tratara de impedírmelo. O quizá, simplemente, nunca llegar a aceptar el Legado. 

No sé qué consencuencias hubiera tenido para la humanidad, pero no me importa. A estas alturas estoy bastante segura de que cualquier persona lo hubiera hecho mejor que yo.

Las consecuencias de mis actos no se hicieron esperar: apenas dos días más tarde de que volviera a Azor con Cris, empezaron los primeros ataques.

Kulua plantados encima de dos piernas y con una rabia acumulada durante milenios han conquistado pueblos pesqueros en todo el mundo.

En cualquier otro caso serían humanos masacrando humanos pero en este... bueno, no hay que olvidar que si bien los Thaos se quedaron sin magia a cambio de la tierra, los Kulua siguen teniendo a sus brujas. Lo único que les impedía llegar más allá era la imposibilidad de caminar sobre la superficie y ahora, gracias a mi estupidez, no tienen ese límite.

La magia. Cualquiera pensaría que en el mundo en el que vivimos, un puñado de humanos no podrían suponer una amenaza, pero la magia lo cambia todo.

No sabemos cuál es su extensión, su poder. En el Consejo hablan de tratados antiguos, de Grimorios desteñidos por el paso del tiempo, pero no hay un consenso sobre hasta dónde pueden ser capaces de llegar. Y por eso precisamente son una fuerza tan poderosa.

Los Thaos, las bestias, tenemos el poder físico. Pero hace falta un verdadero ejército de hombres oso, tigre y lobo para contrarrestarlos a ellos.  

Ese ejército aún no existe, porque depende únicamente de mi labor como Invocadora. En el único lugar donde los tienen es... en Azor, porque es donde me encuentro. 

No estamos preparados. Esa es la sentencia que se repite una y otra vez, tanto en voz alta como dentro de las cabezas torturadas de todos y cada uno de los habitantes de la mansión Ártamo.

Solo tenemos un alivio y es que, por ahora, los casos de pueblos conquistados son bastante aislados (supongo que mientras consiguen seguir convirtiendo a más Kulua en humanos) e incluso a ellos les compensa mantener un perfil bajo. Usan sus poderes para ocultar su rastro del resto de la humanidad, para que estas batallas no inunden las noticias y causen el pánico.

Está claro que su estrategia no va a ser la brutalidad, porque al fin y al cabo y a pesar de su magia, son todavía demasiado pocos. No les compensa alertar a las fuerzas armadas de los diferentes países en los que están actuando, que les superan enormemente en número.

Puede que una mosca no pueda contra un perro, pero decenas de miles de moscas definitivamente sí. Y esa es la proporción en la que se encuentran ahora.

¿Cómo lo sabemos nosotros, entonces?

Resulta que los Thaos tienen aliados del Secreto por todas partes, repartidos por la costa. Bastiones de vigilancia con un sistema muy intrincado de información que hace que sean capaz de comunicarse rápidamente cuando hay una emergencia.

Varios de esos bastiones han caído, con una última señal de alarma que ha llegado a nuestros oídos.

No tenemos la imagen completa, pero sí sabemos que la situación es grave.

—Tras adueñarse de un pueblo costero, lo aíslan del resto del mundo. Con magia, hacen que los pueblos de alrededor se olviden de su existencia, y mientras suponemos que se estarán organizando, planeando siguientes pasos. Conquistar más territorio, expandirse poco a poco. No puedo...

Salvadora - (Invocadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora