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Me hubiera imaginado que el resto del trayecto lo haríamos en silencio, o escuchando música, pero para mi sorpresa, Leo parece estar más hablador que de costumbre.

O igual es que por fin se encuentra un poco más cómodo conmigo.

Durante estas casi tres horas, he descubierto que a Leo le gusta mucho el baloncesto. Le he insistido hasta que me ha dicho de qué equipo es, y he procedido a olvidar instantáneamente el nombre, porque tengo una memoria lamentable.

Pero algo dentro de mí late de manera diferente solo de saber que ha compartido eso conmigo.

También he descubierto que tanto Leo como Nico leen bastante desde pequeños, sobre todo novela negra e histórica. Mi broma sobre llamarse "Leo" y leer no tuvo muy buen recibimiento, aunque estoy convencida de fue porque nos interrumpió otro sonoro ronquido de Raquel.

Cómo deja dormir a nadie en la mansión, con las paredes tan finas que hay, es algo que no me explico.

También he confirmado algo que ya sabía: que Leo tiene un sentido del deber enorme. Al parecer, su padre también era así. No sé qué ha pasado exactametne con él (no me he atrevido a preguntar, por si pisaba alguna línea roja) pero ha quedado claro que no está exactamente presente en su vida.

A su madre sí la ha mencionado, pero no creo que sean tampoco muy cercanos. Por lo que he deducido, la única familia que tiene es Nico. Y Daniel, pero a otro nivel, siempre a un metro de distancia. Que es donde le gusta mantener a la gente.

Por su parte, me hace dos preguntas que dan para hablar durante un buen rato (en su inmensa mayoría, yo soltando mi monólogo, por supuesto): 

Primero, me pregunta por mi madre.

Le cuento la relación tan complicada y a la vez tan simple que hemos tenido siempre. Acabo hablando brevemente de mi abuela, con el mismo carácter que ella, de la que recuerdo más bien poco. Eso sí, tengo grabados en la mente los pocos gestos dulces que tuvo conmigo. Y las broncas. A partes iguales.

Pensar en ella me pone melancólica, aunque no es lo habitual. Pero últimamente, ella también ha cobrado un significado diferente en mi mente, porque la he visto de una forma nueva. Con otra historia. Con otras ataduras.

—En el fondo, tiene que ser terrible sentirte atrapada y no saber por qué. Estarlo en realidad, pero que nadie te lo confirme —acabo concluyendo, y el pensamiento me parece un poco triste—. Tengo que sentirme afortunada por, al menos, haber podido saber por qué. 

—Yo tampoco soportaría vivir sin saber —dice Leo—. Muchas veces he pensado qué pasaría si hubiera nacido fuera de las Familias... No soporto la idea.

—Pero no sabrías lo que te estás perdiendo —deduzco—. Y sí que tendrías la libertad de ir a donde te diera la gana, no como en mi linaje.

—Pero ahora sí que sé lo que me pierdo —murmura, grave—. Eso es lo que cuenta.

Me paso la lengua por los labios antes de preguntar:

—¿Por qué los Ártamo decidieron no decir nada al linaje de la Invocadora? 

Se lo piensa un segundo antes de contestar.

—Supongo que por temor a que decidiera despertar el Legado antes de tiempo. A que se aprovechara del poder. Nosotros llevamos generaciones siendo educados en el Secreto, pero no tenemos ningún poder en específico, así que lo único que nos interesa es guardarlo. No sabíamos cómo se podría comportar una descendiente. Además, ¿no crees que es mejor no saber que puede que haya un momento en el que tu vida cambie para siempre, si todo indica a que no va a pasar jamás?

Salvadora - (Invocadora #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora