El Deviculum, el gran baile de máscaras de los demonios, era un espectáculo digno de contemplar. Celebrado en un salón de baile lujosamente decorado, su opulento entorno desprendía un aire de decadencia y poder. Las paredes estaban adornadas con intrincados tapices que representaban escenas de criaturas míticas y batallas. Del techo colgaban arañas de cristal que proyectaban un cálido resplandor dorado que iluminaba la gran sala.
A medida que los asistentes entraban, sus máscaras ocultaban sus verdaderas identidades, permitiéndoles encarnar sus deseos más profundos y sus intenciones más ocultas. Los demonios presentes parecían más hermosos de lo humanamente posible, con una piel impecable que brillaba en tonos azules iridiscentes, morados y rojos profundos. Sus ojos brillaban con un encanto de otro mundo, encerrando tanto misterio como peligro.
La emoción y la anticipación nerviosa flotaban en el aire mientras la multitud se mezclaba y se entregaba a sus propios planes. Susurros de poder, alianzas y traiciones llenaban todos los rincones, mientras los demonios trataban de asegurar sus posiciones en los Trece Asientos de la Corona. Era un juego de política y manipulación en el que las amistades eran frágiles y la lealtad escaseaba.
La tensión era palpable, tan densa que podía cortarse con un cuchillo. Los demonios se movían con una gracia calculada, sus sonrisas ocultaban la agudeza de sus intenciones. Cada paso, cada gesto era medido, revelando el deseo subyacente de destrozarse mutuamente y elevarse por encima de los demás.
Y entonces, en medio de la cargada atmósfera, todas las cabezas se giraron al unísono hacia la entrada. Iruma y su manada, una presencia formidable, habían llegado. Los susurros sobre sus logros, su influencia y su inquebrantable determinación se extendieron por la sala como un reguero de pólvora. La multitud percibió un cambio en el equilibrio de poder, y sus ojos siguieron cada movimiento de Iruma.
Iruma y su manada iban vestidos para impresionar con sus atuendos exquisitamente confeccionados. Cada miembro exhibía con orgullo el emblema de su manada y el sello de su familia, que simbolizaban su herencia y la fuerza que llevaban dentro.
El escudo de su manada, un fénix blanco sobre fondo negro, imponía atención y respeto. El ave fénix, con sus alas desplegadas en vuelo, representaba el renacimiento y la transformación de su Jefe Alfa, Iruma, de un simple humano, que nadie más que la manada sabía, a un poderoso demonio. Era un testimonio de su resistencia y del espíritu indomable que los había unido a todos. Bajo el majestuoso fénix, la inscripción en latín "ardenti in sempiternum" estaba bellamente grabada. Encapsulaba a la perfección la esencia de su Jefe Omega, Alice, cuyo fuego ardía brillante y eterno. Era una fusión adecuada de sus fuerzas combinadas y su amor, un símbolo que tenía un profundo significado para la manada.
La exclusividad del evento significaba que sólo unos pocos elegidos, entre ellos Iruma, Alice, Sabro, Soi, Clara, Kerori y Goemon, habían recibido invitaciones. A pesar de su popularidad de clase inadaptada, fueron los rangos nobles de esos miembros y el apoyo de familias poderosas los que aseguraron su presencia. Para reforzar aún más su posición, Ameri y Kalego, que ocupaban puestos destacados en la sociedad demoníaca, se unieron a ellos como aliados de confianza. Aunque sólo Ameri estaba junto a ellos, Kalego tenía una misión personal para esta noche.
Cuando entraron en el salón de baile, las cabezas se giraron y murmullos de curiosidad y admiración recorrieron la multitud.
Algunos veían a Iruma y su manada con envidia, considerándolos una amenaza para sus propias aspiraciones. Otros vieron una oportunidad para establecer alianzas y asociaciones estratégicas. Y unos pocos, los sabios y observadores, reconocieron el potencial de Iruma para alterar el orden establecido, sacudiendo los cimientos de sus planes cuidadosamente construidos.
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Rey de mi corazón | IruAzz (traducciónEs)
FanfictionSi le hubieran dicho a Iruma que iba a vivir en el Inframundo hace un año, le habría preguntado amablemente si estaba bien y necesitaba ayuda para llegar al hospital. Nunca hubiera esperado encontrar su hogar entre los demonios. Tampoco había espera...