CUARENTA Y SEIS

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No hubo necesidad de decir más. Las palabras de su hermana fueron el detonante, el momento en que todo dentro de Zee se desmoronó. Fue como si alguien hubiera presionado un botón en su subconsciente, y de inmediato, cientos de alarmas se dispararon en su cuerpo. Su mente entró en modo automático, desconectada de la realidad que lo rodeaba. Ni siquiera sabía cómo o cuándo había llegado a su auto, ni cómo logró maniobrar entre el caótico tráfico de Bangkok. Las extremidades de su cuerpo reaccionaban con una rapidez frenética, pero su cerebro estaba en shock. Nada de lo que sucedía parecía procesarlo completamente. El mundo a su alrededor era un borrón de luces, colores y sonidos, todo confuso y distorsionado. Su mente solo podía centrarse en una cosa: NuNew. El lazo entre ellos, que siempre había sido una conexión calmante, ahora lo abrasaba con punzadas de dolor cada vez más intensas.

No recordaba cómo había logrado llegar al hospital central, ni cómo había eludido los obstáculos que el tráfico y la ciudad le presentaban. Solo una necesidad abrumadora de llegar a él, de asegurarse de que su omega estuviera a salvo, lo había llevado hasta allí.

Al entrar al hospital, Zee se encontró envuelto en un mar de emociones y adrenalina. Los pasillos brillaban bajo las luces frías y el aire tenía ese olor característico de desinfectante y desesperación. Sin perder un segundo, Zee empezó a recorrer los pasillos con la mirada, buscando desesperadamente a NuNew entre los enfermos y el personal médico que corría de un lado a otro. Cada fibra de su ser lo empujaba a encontrarlo, a asegurarse de que estuviera bien. Su lazo con él estaba vibrando, un dolor punzante que se hacía más fuerte cuanto más se alejaba de él. Cada paso que daba era una lucha interna, un intento de controlar la angustia que crecía dentro de su pecho.

—¡Zeepruk! —La voz de su madre lo sacó de su trance. Al voltear, vio el rostro de la omega, pálido y visiblemente afectado por la situación. El miedo en sus ojos era palpable.

—Mamá, ¿dónde está NuNew? ¿Cómo está? ¿Por qué no hay nadie que pueda decirme a dónde está mi omega? —La angustia en la voz de Zee era evidente. Su tono se había vuelto urgente, casi desesperado, como si las palabras pudieran hacerlo llegar más rápido a donde más lo necesitaba.

Su madre se acercó con una calma tensa, colocándole una mano en el hombro para intentar tranquilizarlo. Sabía que Zee era un hombre fuerte, pero también sabía que había algo dentro de él que solo NuNew podía calmar.

—Tranquilo, hijo. NuNew fue atendido, lo único que nos queda ahora es esperar y rezar para que todo salga bien. —Su voz era suave, pero la preocupación estaba escrita en su rostro. Zee la miró fijamente, notando la sinceridad y el amor en su mirada. Ella le sonrió suavemente, como si intentara devolverle algo de esperanza en medio de su tormenta interna. —Ven, vamos con el resto de la familia.

Zee respiró profundamente, aunque no pudo evitar que una sombra de ira lo atravesara. Su corazón estaba tan lleno de dolor y rabia que sus palabras salieron con un tono más áspero del que pretendía.

—Juro que si algo le pasa a mi omega... a mi bebé... este lugar arderá en llamas con todos dentro. —Su voz se cortó con un gruñido bajo, como un animal acorralado. Su madre negó con la cabeza, pero no dijo nada más. Sabía que era el miedo hablando, no su hijo. Sin embargo, la expresión en su rostro era grave mientras lo guiaba hacia el área donde estaba el resto de la familia.

En cuanto Zee cruzó la puerta, fue recibido por la figura de su hija, que corrió hacia él con los ojos brillosos de lágrimas. Al verla, Zee sintió una oleada de ternura, aunque su corazón seguía destrozado.

—¡Papá! —La niña se detuvo frente a él, respirando entrecortada, con las lágrimas a punto de caer. —Perdón, papá, no quería alterar a papi, por favor perdóname...

El favorito del jefe [ZEENUNEW] OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora