Neuf

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❝La Magia Insoldable❞

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La Magia Insoldable

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El sol comenzaba a despertar sobre los vastos campos de Narnia, bañando el paisaje con un cálido resplandor plateado. Aldara, exhausta y hambrienta, caminaba rápidamente hacia el pequeño claro donde Aslan había llevado a Edmund después de su rescate. Su corazón latía con fuerza, lleno de preocupación..

Al llegar, vio a Edmund sentado sobre una roca, mirando el horizonte con una expresión de alivio mezclada con tristeza. Aldara sintió un nudo en la garganta al ver el estado del niño; su rostro mostraba las huellas del sufrimiento que había pasado en manos de la Bruja Blanca. Sin poder contenerse más, corrió hacia él.

—¡Edmund! —gritó, sus ojos llenándose de lágrimas.

Edmund levantó la vista, sorprendido, y al ver a Aldara, una sonrisa débil pero sincera apareció en su rostro. Se puso de pie lentamente, aún débil, y dio unos pasos hacia ella.

—Dara... —susurró, su voz temblando de emoción.

Aldara llegó hasta él y lo envolvió en un fuerte abrazo, las lágrimas fluyendo libremente por sus mejillas. Sentía el dolor y el miedo que Edmund había soportado, y su corazón se rompía por él.

—Lo siento tanto, Edmund... —dijo entre sollozos— Lo siento por todo lo que has pasado. Solo yo sé cuánto has sufrido a manos de esa horrible mujer...

Edmund cerró los ojos, dejando que las lágrimas también corrieran por su rostro. Había sentido tanto dolor, tanta desesperación, pero ahora, en los brazos de Aldara, se sentía a salvo por primera vez en mucho tiempo.

—Gracias, Dara —murmuró—Gracias por salvarme. No sé qué habría hecho sin ti.

Aldara lo sostuvo aún más fuerte, sus lágrimas mojando el cabello de Edmund. En ese momento, todo el dolor y el miedo se desvanecieron, reemplazados por una profunda sensación de alivio y amor.

—No tienes que agradecerme, Edmund. Eres como mi hermano, todos lo son, y siempre estaré aquí para ti. Siempre.

Edmund, aún llorando, avergonzado de que alguien lo vea en ese estado, asintió y se acurrucó más cerca de ella, buscando consuelo en su abrazo. Durante un largo rato, se quedaron así, abrazados, compartiendo un momento de paz y ternura en medio del caos que los rodeaba. Peter, Lucy y Susan solo los podían ver desde lejos, sin querer interrumpir aquel momento.

Finalmente, la joven se separó ligeramente para mirar a Edmund a los ojos. Le dio una sonrisa cálida, a pesar de las lágrimas que aún caían.

—Vamos a estar bien, Edmund. Todos nosotros. Lo prometo. Tu hermano y yo, no dejaremos que vuelva a pasar algo así, eso te lo aseguro, ven, vamos a desayunar. Se que no haz comido nada en días.

The Last She |Peter Pevensie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora