Dix-sept

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❝La Propuesta PT

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La Propuesta PT.II

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Aquí tienes una versión más pulida, con mayor carga emocional, narrativa más detallada y diálogos más fluidos para intensificar las tensiones y el contexto. He añadido más matices en las emociones de los personajes y he trabajado las transiciones para que cada escena fluya con más naturalidad.

El gran salón había quedado vacío. Los ecos de las conversaciones apagadas aún parecían flotar en las paredes, mientras los sirvientes terminaban de cerrar las puertas y retirar los últimos rastros de la recepción. Susan se quedó inmóvil por un instante, contemplando el espacio vacío, con el pecho apretado y una sensación de culpa que crecía como una sombra oscura en su interior. Apenas pudo contener las lágrimas hasta que la última pareja de nobles se despidió. En cuanto la pesada puerta se cerró tras ellos, Susan salió corriendo hacia sus aposentos, como si intentara huir de un peso que la asfixiaba.

—¡Susan, espera! —gritó Lucy, siguiendo a su hermana. A su lado, Aldara intercambió una mirada rápida con Edmund y, sin pensarlo dos veces, también fue tras la reina.

Susan llegó a su habitación y se dejó caer sobre su cama, enterrando el rostro en las almohadas. El llanto la sacudía en oleadas incontrolables, como si cada sollozo abriera una grieta más profunda en su alma. Lucy entró detrás de ella y se arrodilló junto a la cama, abrazando con fuerza la cintura de su hermana mayor.

—Susan, tranquila... estoy aquí. Todo estará bien —murmuró Lucy, acariciándole el cabello con ternura.

—¡No, no estará bien! —sollozó Susan, empapando las almohadas con lágrimas. —¡Yo soy la causa de todo esto! ¡Debería haber rechazado a ese príncipe desde el principio! ¡Ojalá nunca hubiera aceptado sus obsequios! —Un nuevo estallido de lágrimas sacudió su cuerpo.

Aldara llegó a la habitación justo cuando Edmund y el Sr. Tumnus entraban detrás de ella. La General se quedó de pie, observando con expresión grave la escena frente a ella: Lucy intentando calmar a Susan, Edmund con los brazos cruzados y Tumnus retorciendo nervioso sus cuernos, como si tratara de encontrar alguna solución enredada en sus pensamientos.

Susan levantó la cabeza por un momento, con los ojos hinchados y la voz quebrada. —Y hoy... ¡justo hoy, que debería haber sido un día de alegría por el regreso de mis hermanos! —Se enjugó las lágrimas, aunque seguían cayendo. —Quizás... quizás debí haber seguido el consejo de aquella anciana y aceptar la propuesta de matrimonio —dijo, con la voz rota y llena de amargura.

—¡No digas eso, Su! —exclamó Lucy, abrazándola con más fuerza. —No se puede renunciar a lo que uno cree correcto solo por miedo.

Aldara se acercó a la cama y se inclinó hacia Susan. —No fue tu culpa, reina. Ese príncipe hubiera encontrado cualquier excusa para imponer su voluntad. No puedes cargar con el peso de su arrogancia.

The Last She |Peter Pevensie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora