35 - No soy un pirata

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¿Cómo pretendo no echarte de menos si te amé de más?...

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Aitana, Cali y El Dandee

—Oye, ¿estás bien? —Dejo las bolsas que traigo en la mano frente a la puerta del departamento

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—Oye, ¿estás bien? —Dejo las bolsas que traigo en la mano frente a la puerta del departamento.

Volteo a mi alrededor como si así pudiera encontrar la respuesta. Hay un chico llorando y que en cuanto me ha visto, ha tratado de disimular, pero no le sale muy bien. Me ve por un instante, pero evade la mirada llevándola al piso. Tiene las mejillas empapadas, y los ojos hinchados por el llanto. Me acerco cautelosa, observando las bolsas negras rodeándolo, unas mochilas, cajas y un estuche de guitarra. Sorbe su nariz y limpia su cara con el dorso de su mano.

Sé lo que es eso, llorar y no tener a alguien que al menos te haga compañía, no importa si es en silencio. Así que, me siento en el piso frente a él, y espero. Él solloza y poco a poco va aumentando su dolor, pero el desahogo le sirve, porque el llanto va cediendo. Comienza a estabilizar su respiración, inhalando y exhalando para retomar el control de sí mismo, entonces me atrevo a colocar mi mano sobre su brazo. Le ofrezco una sonrisa solidaria en cuanto me sostiene la mirada, y asiente a modo de agradecimiento.

—¿Estás mejor? —pregunto en cuanto él coloca su otra mano sobre la mía.

Es sorprendente como las apariencias nos engañan tanto. Es inconfundiblemente un metalero: jeans rasgados, color negro, y playera de alguna banda, su cabello es largo, castaño claro, muy fornido y tremendamente gigante. A simple vista jamás imaginaría que pudiera haber tanto dolor en alguien que impone de verdad.

—Gracias..., no era mi intención montar un espectáculo —dice un tanto avergonzado—. Las personas de los otros dos departamentos no asisten en el día —Con un ligero movimiento de mentón, señala las bolsas que dejé en el piso—. No sabía que...

—Me mudé hoy por la mañana. ¿Tienes a dónde ir? —pregunto evidenciando que lo han echado de alguno de los tres departamentos en el piso. Él niega, dejando escapar un suspiro, y palmea mi mano con sutileza.

—Estaré bien —responde para después recargar su cabeza contra la pared.

Sé que no debería ser tan confiada, pero su respuesta es clara. No puedo solamente ignorarlo, así que me pongo de pie, sacudo mi pantalón y le tiendo la mano.

Sé que la necesita.

—Vamos —Él lo duda, probablemente se pregunta qué clase de loca hace esto con alguien que no conoce. Le ofrezco una sonrisa y asiento esperando que confíe en mí.

Finalmente acepta.

Tras abrir la puerta, dejo las bolsas a un lado de la entrada, y le ayudo a meter sus cosas en el departamento.

—¿Quieres decirme qué sucedió? —pregunto en cuanto nos sentamos en el sillón, pero no responde de inmediato. Se toma unos segundos para analizarme antes de responder.

Cuando la lluvia caiga | [+21] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora