40 - La primera vez

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Que ya yo estoy lista para amarte, sin olvidarme de mí...

El amor de mi vida
Los ángeles azules, María Becerra

Fue un poco difícil externar aquello que guardé por años, pero él necesitaba de alguna manera saberlo, y que fuera por mí

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Fue un poco difícil externar aquello que guardé por años, pero él necesitaba de alguna manera saberlo, y que fuera por mí.

Abro la puerta buscando el interruptor de luz tras entrar, y cierro con llave una vez que él cruza la puerta, pero recibe una llamada.

—Señora Consuelo, buenas noches —saluda, animado. Le dejo hablar tranquilo y camino por el pasillo hacia la habitación, levantando mis brazos para hacer un par de estiramientos—. Sí, está muy bien. Fue algo muy inesperado en realidad, pero mucho mejor de lo que imaginé o planeé —La habitación tiene todo en su lugar, excepto nuestra foto que se encuentra sobre la cama. Paso las puntas de mis dedos sobre el cristal, y sonrío complacida. Después la coloco en su lugar para comenzar a desvestirme y ponerme mi pijama.

Sujeto mi cabello en una coleta, y regreso con él. Me lo encuentro de espalda con el auricular en el oído, y su mano libre sujetando la pequeña batería, observándola con atención mientras escucha.

Me detengo y recargo mi hombro en la pared con los brazos cruzados. Le escucho decir «uhum, uhum...» Tres años sin él me duelen ahora que sé todo, pero agradezco sin duda, porque creo que de no haber hecho las cosas así, seguiríamos rotos.

No puedo dejar de mirarlo, y es que..., su anatomía... La playera de algodón que lleva arremangada hasta debajo de los codos, no me limita del todo la vista. Aunque no es ajustada, se marca un poco su torso. Su espalda es más ancha, y su nuca es..., perfecta. Ya no lleva el cabello medianamente largo como antes, y de hecho el corte que lleva le va perfecto. Humedezco con la lengua mi labio inferior, y lo atrapo con mis dientes, juro que es algo involuntario. Él me sorprende tras mirar por encima de su hombro, es cuando se da cuenta de que he estado aquí bastante tiempo y sonríe girándose hacia mí, dejando la batería sobre la repisa.

No aparto la mirada, sigo observándolo sin inmutarme

—Tengo que dejarte, te confirmo mañana. Descansa. También te amo, ma —Él cuelga y deja el aparato justo a un lado de la pequeña batería, y se acerca—. Estás muy concentrada, Chaparra.

En cuanto está a pocos centímetros, estiro mis brazos, y atrapo entre mis puños su playera por el pecho para atraerlo hacia mí mientras termino por recargar mi espalda en la pared. Se muestra sorprendido, pero no se resiste, y sonriente, coopera colocando sus manos en mis caderas, despertando el vértigo que genera cada una de las sensaciones que provoca en mí.

—Eres... —Me aseguro de tener su atención—, tan... —observo sus labios—, atractivo... —No hace falta decir nada, ni pedir nada.

Él se agacha un poco y yo levanto más mi rostro para alcanzar sus labios y fundirlos en un beso tierno y húmedo que se va intensificando, amenazando con llegar más lejos esta vez. Aflojo el agarre de su playera, y deslizo mis manos por sus pectorales, comprobando que, definitivamente conserva no solo su complexión atlética, sino que mantiene la firmeza de sus músculos. Acaricio su cuello hasta que mis dedos llegan a la punta de sus cabellos, perdiéndose entre ellos y poder atraerlo más a mí. Siento sus manos deslizándose hacia mi espalda, queriendo abarcar todo como si sus grandes manos no fueran suficiente.

Cuando la lluvia caiga | [+21] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora