28 - La vida sigue

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Cuando vuele con mis alas, volaré hacia ti...

Prisioneros de la piel
La ley

No hizo falta que me lo dijera, porque lo vi en su mirada

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No hizo falta que me lo dijera, porque lo vi en su mirada. Cuando se lo confesé, solamente se lo confirmé.

Él lo sabía.

Siempre lo supo.

Supo disimularlo, y contenerse por mí.

Él siempre sabía hacer las cosas de la forma correcta..., él es perfecto.

La tonta fui yo, porque dudé de eso. Pensé que actuaría de otra forma si se lo decía, pero me equivoqué.

Si se lo hubiera dicho, él me habría ayudado a salir de la manera más discreta, ahora lo sé. No se habría arriesgado a perjudicarme con ellos, y buscaría la manera de alejarlos.

Pero el hubiera no existe, y yo me precipité, el miedo me dominó y me dejé envolver en mentiras y amenazas.


Septiembre 2003


El sol matutino se coló por el gran ventanal que daba al balcón, y no pude ignorarlo más, así que, tratando de no prestar atención al dolor de los golpes, me levanté para bañarme.

Al terminar, me vestí con algo cómodo y salí del baño secándome el cabello con una toalla. Me quedé pasmada a mitad de camino tras encontrarme con la mirada atónita de Abel.

—Eso no fue una pelea, Chaparra —aseguró con angustia marcada en su cara. No evité que las lágrimas salieran, ni siquiera quise retenerlas al ver que él se acercó para abrazarme—. ¿Me vas a decir que está pasando?

―Ya no sé cómo manejar esta situación ―confesé en medio del llanto con la voz quebrada.

—Chaparra —Se separó de mí lo suficiente para mirarme, ladeando la cabeza con preocupación—. ¿Qué me has estado ocultando, Chaparrita?

—Perdóname —sollocé, pero él acarició mis mejillas con sumo cuidado esperando que hablara—. Yo solamente no quería que...

—A ver, tranquila —pidió con calma y tomándome de la mano, me guio hasta un viejo sofá que había conseguido días antes en una venta de segunda mano, y nos sentamos—. Solamente dime lo que ocurrió.

—Hace algún tiempo... —relaté centrando la mirada en nuestras manos que se tomaban aferradas a no soltarse—, después de que los gemelos supieran lo de su madre, Mario cambió totalmente conmigo. Casi siempre se enojaba por todo, y si yo desobedecía a mis papás o a él, me pegaba —Su mano apretó la mía, y me sentí muy segura, a salvo—. La primera vez, sabía que preguntarías, así que se me ocurrió ir a pelearme con la primera que se me cruzara, fui y busque problemas en la otra colonia, así es como conseguí un buen pretexto para justificar los golpes. Cuando paré con ese asunto, él empezó a tener más cuidado y tu no lo notabas porque él no me dejaba marcas. Siempre eran en el abdomen, las piernas, la espalda, hasta...

Cuando la lluvia caiga | [+21] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora