21 - Poco ortodoxo

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Y con los ojos cerrados te seguí, si yo busqué dolor, lo conseguí. No eres la persona que pensé, que creí, que pedí...

Mientes
Camila

MientesCamila

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Terror.

¿Imaginas cómo se derrumbó todo?

Cuando las cosas están saliendo relativamente bien, es cuando debes preocuparte. Yo no lo hice y cuando miré al frente, ya era tarde.

Él supo jugar a eso de la manipulación, y yo estaba tan asustada, que la paranoia ya era parte de mi día a día.

No podía dar un paso porque podía ser falso.

Abel era mi vida entera, lo quería proteger, pero hice todo mal y solamente lo lastimé.

¿Cómo podía revertirlo?

¿Cómo podía decirle las cosas sin temer por todos los posibles escenarios que maquinaba mi cabeza, y que eran perjudiciales para él?

Me odié más que nunca por haber sido tan débil.

Estaba atada de manos.

¿Cómo iba a poder sujetarlo, si no podía siquiera manotear para que me viera?

Poco a poco el agua me cubrió el rostro, y él asomó buscando un indicio mío para tomar mi mano.

Un indicio que en ese momento no pude dar.

Entonces vi el anzuelo, uno que quise evitar, pero no pude.

Abel sumergió su mano bajo el agua para buscarme a ciegas, pero ya no tuve escapatoria.

El anzuelo me había pinchado, y Edgar estaba halando el hilo para llevarme hasta su navío. Uno que resultó ser de piratas, y uno despiadado.

Septiembre 2003

Pasaron días en los que no vi a Edgar, y es que la verdad yo evitaba encontrármelo al no saber cómo reaccionar frente a él.

Abel pasaba por mí y tomábamos una ruta distinta a la que solía tomar por la alameda, ya que nos íbamos a los ensayos de la banda donde estaba.

Fue hasta un viernes que ya no tuve pretexto para no topármelo, pues él estaba afuera del local, lo cual me puso nerviosa, pero no tuve manera de evitarlo esa vez.

—¿Qué haces aquí? —pregunté con él caminando a mi lado.

—Quería verte, y esperaba tener suerte para encontrarte. No sé cuál es tu ruta diaria. Hace días que no te he visto y no hemos coincidido ―Se acercó a mí, pero me encogí por instinto, y su intención solamente era dejar un beso en mi mejilla―. Te extrañé.

—Es que he estado ocupada —excusé abrazándome a mí misma, centrando la mirada al frente—. Con trabajos de la escuela. Casi no he salido.

—Ah... Se te ven menos los moretones —hizo notar, pero no respondí—. En serio te extrañé. Quería verte.

Cuando la lluvia caiga | [+21] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora