34 - Mi tesoro más preciado

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Amanece y pienso en ti...

Pienso en ti
Shakira

El día que tenga hijos —si es que tengo—, les voy a enseñar que no siempre se puede tener todo lo que quieres, y que el llanto o el berrinche no les hará ganar puntos

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El día que tenga hijos —si es que tengo—, les voy a enseñar que no siempre se puede tener todo lo que quieres, y que el llanto o el berrinche no les hará ganar puntos. Lo digo porque hay un morrito haciéndole berrinche a su mamá. Pobre señora, no sabe ni qué cara poner de la vergüenza.

Hay bastante gente en la pizzería, y no parece darse abasto con tanta gente. El gerente ya regañó a uno de su equipo porque confundió un pedido. Nuestra pizza debió estar lista desde hace diez minutos.

No he mencionado mucho desde que me encontré a Samani en la Alameda después de que la policía llegara a preguntarme qué hacía parado frente a uno de los dos edificios donde mi Chaparra podría estar, aunque nada me lo asegura.

Ni una sola señal de ella.

Hospedarme en el hotel no sirvió mucho. Anduve merodeando por los pasillos esperando encontrármela, y no tuve suerte.

—¿Siempre eres así de pensativo? —pregunta con curiosidad.

—Soy un poco callado, solo eso —respondo mirando ahora por le vitral hacia la calle.

Y es que todo el tiempo la he dejado hablar, y ha estado diciendo cosas sin sentido, como que no había dormido bien, que solo se levantó y escuchó a sus padres haciendo planes sobre una quinceañera a la que les habían invitado, pero no estaban seguros de ir porque una tía de ella estaba enferma. Luego mencionó que pasa mucho tiempo dormida últimamente durante el día cuando sus papás están trabajando, y que quizá esa sea la razón por la que no duerme bien por las noches.

Esa noche en el Estación Rock no detallé bien lo pálida que se ve, y sus ojeras la hacen ver como un zombi. Sus prendas holgadas solo la hacen ver más delgada de lo que es, porque sí, se nota que es de complexión delgada, pero que use la ropa dos tallas más grandes, no le ayuda mucho a no verse tan escuálida. A pesar de verse mal alimentada, sus mejillas se ven tentadoras como para apretarlas.

Puedo ver que al igual que yo, observa por momentos al morrito que hace berrinche, y la neta no sé de qué trate la película que se está haciendo en su cabeza, pero puedo imaginar que tiene que ver con su situación.

La pizza por fin se acerca a nuestra mesa, la chava que nos la trae deja las cajas encima, acompañada de un refresco sabor limón de litro y medio que Samani eligió. La mesera pregunta si se nos ofrece algo más —aunque más bien me pregunta a mí, ignorando a Samani—, le respondo tajante que no, porque hace muy evidente su coqueteo, un juego que no me interesa seguir.

―¿Por qué eres así? ―pregunta mi nueva amiga, forzando una sonrisa al tiempo que toma un plato desechable para servirse la pizza en cuanto la mesera se va.

―¿Así cómo? ―Me hago el desentendido, sirviendo el refresco.

―Abel, ella prácticamente te está diciendo que le gustas.

Cuando la lluvia caiga | [+21] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora