Capítulo 4

186 32 6
                                    

Abril quedó aún más sorprendida al ver la casa de la ojimarrón por dentro; el lugar se veía hogareño pero sumamente elegante a la vez, se notaba lo mucho que invertían dinero en cuidar la casa para mantenerla tan reluciente, lo que la hizo cuestionarse porque Samantha había dejado detrás todos esos lujos para iniciar una vida en Nueva York. Cuando entrevistó a la ojimarrón, para el puesto de asistente ejecutiva, lo único que hizo fue leer las áreas de estudio y habilidades de su currículum e ignoró todo lo demás, pasando por alto su fecha de nacimiento, lugar de origen y nombre completo, ya que ella lo único que necesitaba era encontrar a alguien eficiente y eficaz y en la castaña encontró a la asistente ideal, sin embargo, ahora se daba cuenta que quizá debió haber indagado más allá de lo que la ojimarrón estudió.

Sabía que Samantha había conseguido un grado académico universitario enfocado a la filosofía y literatura, pero creía que esos estudios habían sido gracias a que no podía haberse pagado una carrera como medicina o una ingeniería, y ahora sabía que siempre había estado completamente equivocada al juzgarla de aquella manera. La ojimarrón era tan humilde, en el buen sentido, que jamás se le pasó por la cabeza que su familia sería como los Kardashian de Alaska.

Quizá la abuela de la castaña tenía razón y Samantha siempre fue modesta.

Luego de dejar sus maletas en un rincón, Rosario las guio por un pasillo hasta el salón, donde habían muchas personas esperando por ellas, quienes al verlas dejaron de hacer lo que hacían y comenzaron a acercarse para saludarlas, o bueno, saludar a Samantha.

-Mucho gusto, bienvenida a Sitka. -le dijo una señora con una sonrisa en el rostro a la morena mientras caminaba detrás de la ojimarrón.

-Gracias, gracias. -le sonrió de vuelta y después se acercó a Samantha- ¿Por qué no me dijiste que eras como una Kardashian aquí en Alaska? -la ojimarrón cerró los ojos y sonrió negando con la cabeza- ¿Qué? Es una pregunta seria.

-No pude. -se detuvo- Llevamos tres años enteros hablando solo de ti. -dijo antes de continuar caminando.

La morena abrió la boca indignada; si bien sabía que normalmente no dejaba hablar mucho a la ojimarrón, ella no podía reclamarle aquello cuando estaban fingiendo ser una pareja feliz.

A paso firme alcanzó a la castaña y la tomó de su chaqueta para después jalarla a un lugar seguro donde no pudieran oirlas.

-Tiempo fuera. -dijo- No podemos andar por aquí molestándonos o insultándonos. -se quejó- Necesitan creer que nos queremos. -susurró.

-No hay problema. -respondió con efusividad la ojimarrón- Yo puedo hacer de prometida amorosa. -aseguró- Pero tú vas a tener que dejar de comer niños mientras sueñan.

-Qué graciosa. -dijo la morena sarcásticamente después de rodar los ojos- ¿Cuándo les vas a decir del compromiso?

-Yo voy a escoger el momento. -alcanzó a decir antes de que una señora acompañada de su marido se acercara a ellas.

-¡Hey, Samantha! -llamó la atención la señora.

-¡Señora Jones! -dijo con alegría- ¿Cómo está? Qué gusto verla. -se acercó hasta la pareja- señor Jones. -saludó- Les presento a Abril. -se hizo a un lado para que la morena se acercase también a la pareja.

-Hola, un gusto. -estiró la mano para saludar al señor- Hola, ¿cómo está? Un placer. -dijo después al saludar a la señora Jones.

-¿Qué es lo que hace un editor de libros? -preguntó sonriente la señora de cabello castaño y collar de perlas.

-Qué buena pregunta, Helen. respondió una voz varonil detrás de ambas mujeres, sorprendiendo a la ojimarrón - Me gustaría saber la respuesta.

Hola papá. saludó sin ganas

The Proposal | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora