Capítulo 11

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Después de lo que había sucedido, las cosas entre la rubia y la ojimarrón se volvieron un poco incómodas, y es que, ¿quién no se incomodaría con algo como eso? Abril simplemente no podía voltear a ver la ojimarrón sin evitar sonrojarse, y Samantha, bueno, Samantha era una pervertida silenciosa que disfrutaba en su mente de todo lo que había pasado, aunque simplemente eso no lo admitiría en voz alta.

Luego de que Samantha saliera del baño, la morena se salió de la habitación al percatarse que la ojimarrón debía vestirse y ella simplemente estaba estorbando, entonces, mientras Abril esperaba con tranquilidad a que la castaña acabase de arreglarse, la abuela Annie apareció con una sonrisa frente a ella y le recordó que ya era hora de la cena.

-¿Qué haces aquí afuera? -cuestionó Annie con curiosidad.

-Yo, bueno... necesitaba un poco de aire.

-¿No tienen encendido el aire acondicionado?

-No, nosotras, hmmmm, acabamos de bañarnos y...

-Oh, entiendo. -una sonrisa pícara apareció en su rostro- Mi nieta puede ser algo insaciable, así que es comprensible que quieras algo de aire.

Los ojos de la rubia se abrieron de par en par y sus mejillas se tornaron de un intenso color carmín. La abuela Annie había malinterpretado sus palabras y en esos momentos la morena realmente quería desaparecer de la faz de la tierra.

-No, no, nosotras no... -trató de explicar.

-Tranquila, no diré nada. -la interrumpió para después guiñarle un ojo- Espero no interrumpir nada, pero venía a avisarles que la cena ya está lista.

-Nosotras... -su voz se fue apagando y suspiró derrotada- Bajaremos pronto. -aseguró tratando de regalarle una sonrisa.

-No se tarden mucho. -dijo con una sonrisa la abuela antes de irse.

-Sí, no se preocupe.

Tan pronto como la abuela Annie había desaparecido de su campo de visión, la rubia pegó su espalda contra la puerta y cerró los ojos buscando relajarse, sin embargo la voz de la castaña hizo acto de presencia desde el otro lado de la puerta.

-¡Ya puedes entrar! -gritó.

Con incomodidad por lo que la abuela Annie había insinuado, la rubia giró el picaporte y abrió la puerta bajando rápidamente la mirada al suelo para que Samantha no viera como sus mejillas aún seguían sonrojadas.

-Estoy vestida, puedes mirarme. -dijo la castaña rodando los ojos al ver que la mirada de la rubia la evitaba a toda costa

-Lo siento... -levantó la mirada con temor y al final infló sus mejillas para después sacar el aire que había guardado- Tu abuela quiere que bajemos a cenar. Nos están esperando.

-Oh, está bien. -quito la tolla que tenía sobre los hombros y la dejó en la cama- Vamos, de seguro hicieron una cena deliciosa para impresionarte.

-¿Para impresionarme?

-Sí, así son. -se encogió de hombros- ¿Vamos?

La rubia asintió y murmuró un gracias silencioso mientras cruzaba la puerta que gentilmente Samantha sostenía para que ella pasara primero.

Ambas mujeres bajaron en silencio las escaleras y en silencio llegaron al comedor. La cena no fue la más especial de todas, en realidad, fue excesivamente incómoda. Lo único rescatable de la noche era el simple hecho de que la comida estaba deliciosa, de ahí en fuera, todo había sido sumamente extraño, y todo eso gracias a la abuela Annie.

Por el contrario de la abuela, Rosario y Homero permanecieron observándolas en silencio toda la cena, ya que ambas se encontraban sospechosamente silenciosas, pero para fortuna de ambas mujeres, la cena terminó tan pronto como Homero recibió una llamada de negocios y se disculpó retirándose de la mesa.

The Proposal | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora