Capítulo 8

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Abril se sintió incómoda al instante en que Félix había entrado al bar. Cuando la abuela Annie y Rosario le dijeron que le tenían una sorpresa, jamás se imaginó que la sorpresa tenía que ver con ir a beber unos cuantos tragos a un pequeño bar con el apellido de su asistente ejecutiva, mucho menos iba a pensar que iban a invitar al ex novio de su futura esposa.

Estaba bien, no había problema con Félix, al contrario, era guapo, pero eso le hacía sentirse un poco insegura consigo misma. Había algo en su interior que vibraba como advertencia, como si realmente la presencia de aquel pelinegro significara peligro, pero sabía que estaba siendo una tonta. No tenía que preocuparse por cosas como esas, solo debía encargarse de fingir lo suficiente para que la familia de Samantha les creyera aquello del matrimonio y después todo seria absolutamente sencillo, se casaría con la ojimarrón, conseguiría la visa y después de unos dos años se divorciaría y todo continuaría con todo a la normalidad.

-Abril, hola. -saludó sonriente Félix- Espero que no te moleste, pero Annie se tomó la molestia de invitarme. -dijo apenado.

-No, no hay problema. -respondió ella mientras se removía incómoda en su lugar.

El bar Rivera era un lugar elegante a su manera. Habían mesas de madera con sillas sencillas a su alrededor, la barra estaba algo alejada, sin embargo por eso tenían meseras. En frente de las mesas había una especie de escenario, y por encima unas escaleras que conducían a un cuarto cubierto por algunas cortinas. La luz era tenue, las únicas luces que lograban iluminar algo eran un par de luces blancas que daban hacia el escenario, las cuales de la nada se apagaron y entonces todo el público, en su mayoria mujeres, comenzó a gritar.

-¿Qué sucede? -cuestionó Abril

-Ojalá te guste nuestra sorpresa. -dijo con una sonrisa la mamá de la ojimarrón, seguida de algunas risas detrás de ella pertenecientes a todos los invitados que habían en su mesa, incluido Félix- Te hemos traído a ver a uno de los más grandes tesoros de Sitka.

-¿En serio? -abrazó su bolso a su pecho con inseguridad

-Si. -rió la abuela.

Los gritos del público incrementaron. Una melodía un tanto sensual comenzó a resonar por los altavoces del bar y los gritos se hicieron aún más fuertes.

-Esta es la sorpresa de la que te hablé. -murmuró Rosario al oído de la rubia- ¿Estás lista? -le sonrió haciendo que Abril también le sonriera de vuelta.

La sonrisa de la rubia se volvió más una mueca de disgusto al ver como una de las luces blancas se encendía dando directamente al escenario, en donde había una silla en medio. Y entonces comprendió todo, no solo era un bar, no, era un maldito bar con un maldito show de striptease.

-Abril, te va a encantar. -dijo Annie con seguridad.

Desde la parte alta, cayendo desde el cuarto cubierto por cortinas, un hombre con traje negro bajó por una cuerda deslizándose hasta el escenario. El hombre parecía tener alrededor de treinta años por lo que aparentaba su físico. El traje se amoldaba a la perfección al par de brazos musculosos que tenía y la barba le acentuaba el rostro de una manera casi celestial.

Por unos segundos la rubia se permitió mirar de arriba abajo a aquel hombre, pero después el par de ojos marrones de la castaña llegaron a su mente y se maldijo en silencio. No quería admitirlo, pero ese hombre no se comparaba en nada a Samantha. Estaba bien, no gustaba de su asistente, pero sabía apreciar lo que tenía en frente y la ojimarrón no era exactamente una persona fea, al contrario, podía asegurar que era una chica sumamente bella, y por supuesto, lista.

Durante toda su vida, o al menos desde que se había declarado oficialmente bisexual, se había dedicado a disfrutar con la mirada de los pequeños placeres de la vida, sin embargo nunca se había dado el lujo de tocar nada. Un centenar de hombres y mujeres estaban constantemente detrás de ella, pero ninguno captaba lo suficiente su atención como para decidir dejar su trabajo de lado y prestarle su tiempo al cien por ciento. La única mujer que tenía constantemente sobre ella, y a la que le permitía ser parte de su vida, aunque sea por el trabajo, era a Samantha. Desde que la ojimarrón se había vuelto su asistente ejecutiva su vida se había vuelto más sencilla. Su anterior asistente había sido Mason el sudoroso, como lo bautizó años atrás por su incontrolable problema de sudoración, sin embargo lo despidió por ser un completo incompetente.

The Proposal | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora