Capítulo 7

305 31 6
                                    

El beso que compartieron en el porche de la casa terminó en el momento en que Kevin hizo acto de presencia y comenzó a ladrar. En su mente, la rubia ofrecía nuevamente al perro como señuelo al águila por interrumpir y en la mente de Samantha, Kevin ya no era tan agradable y adorable como lo había creído antes.

Un tanto incómoda, Abril se excusó diciendo que tenía que subir a la habitación a arreglarse y desapareció con rapidez dentro de la casa. Por otro lado, la ojimarrón metió nuevamente sus manos dentro de los bolsillos de su sudadera y meditó por unos minutos lo que acababa de suceder y estaba sucediendo.

Iba a casarse con Abril, lo haría y se volvería editora y la rubia publicaría su manuscrito, pero, ¿qué implicaba estar casada con su jefa a parte del beneficio del éxito? Ella sabía muy bien que después de casarse ambas tendrían que vivir juntas, entonces la duda llegó a ella, ¿dormirían en la misma habitación? ¿tendrían una buena convivencia? ¿harían cosas de pareja? ¿saldrían como cualquier matrimonio normal? ¿se besarían? El ámbito físico del matrimonio llego también a sus pensamientos y comenzó a preguntarse si en algún momento de su falsa vida marital ambas llegarían a consumar su matrimonio.

¿Quería acostarse con su jefa? Hace unos años la pregunta hubiera sido fácil de contestar, habría dicho que sí sin pensarlo, pero en la actualidad, luego de estar trabajando para ella sin parar por tres años, sabiendo que la conocía incluso más que a ella misma, le resultó difícil responderse aquel cuestionamiento. Abril era hermosa. Una mujer con demasiados atributos positivos sin duda alguna, tenía una figura envidiable, un rostro cincelado con una nariz respingona que era absolutamente perfecta y unos ojos increíblemente fascinantes; cualquiera se volvería loco con ella, y si, la mayor parte del tiempo la rubia era acechada por una gran cantidad de hombres y mujeres que morían por salir con ella, sin embargo la ojicafé los ignoraba todo el tiempo por localizar su atención plenamente en su trabajo, entonces, ¿cómo pretendía la ojimarrón poder llegar a segunda base en un futuro cuando ya estuviesen casadas?

-Samantha, ¿qué haces ahí? -la voz de la abuela sacó de sus pensamientos a la ojimarrón.

-Oh, yo... estaba pensando. -admitió encogiéndose de hombros.

-Eso veo. -rió un poco- Escucha, cielo. Tu madre acompañó a tu novia para ayudarle a escoger el atuendo perfecto para el lugar al que la Ilevaremos, así que me pidió que te dijera que tu padre está cerca del muelle esperando por ti. Necesitan hablar.

-No creo tener nada que hablar con él. -respondió con recelo.

-Ve con él, anda.

La ojimarrón asintió de mala gana y comenzó a caminar hacia el muelle. Durante el camino recogió algunas rocas para lanzarlas por los aires con la intención de verlas volar, como cuando era una niña; sin embargo dejó las rocas en el olvido cuando divisó a lo lejos la figura de su padre.

Homero siempre solía tener charlas con la ojimarrón cerca del muelle, y era por dos razones, la primera porque ahí no podría escucharlos hablar Rosario, y la segunda porque podía lanzar pelotas de golf a lo lejos y hundirlas en el mar.

-Demonios. -escuchó la castaña como su padre se quejaba al no darle lo suficientemente fuerte a la pelota de golf con el putter.

-¿Querías hablar conmigo? -la voz de la ojimarrón salió sin ánimos.

Al oír la voz de su hija, Homero volteó unos segundos para observarla y después regresó su atención a su juego agachándose para tomar otra pelota del bote.

-Tu mamá compró estas "ecopelotas". -comenzó a hablar sin ver a su hija- Se disuelven en el agua. -se puso en posición de tiro y golpeó la pelota- No sé cómo encuentra estas cosas. Pero supongo que es genial. -explicó- En fin, ella está un poco disgustada. -volteó a ver a la

The Proposal | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora