TRES

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RECUPERANDO LA CONFIANZA
DE SELENA

Es fácil imaginar cómo me sentía allí en la estación de policía de SanAntonio, Texas, lleno de barro y de sangre y apaleado, cuandoempezó a sonar en el radio la canción "Ven conmigo"

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E
s fácil imaginar cómo me sentía allí en la estación de policía de San
Antonio, Texas, lleno de barro y de sangre y apaleado, cuando
empezó a sonar en el radio la canción "Ven conmigo". Era como si
Selena pudiera verme allí. Al sonido de su voz dulce y sentimental,
agaché la cabeza, me sentía muy avergonzado en esa situación.
¿Perdería la mujer que amaba cuando apenas la acababa de encontrar?
Tal vez no la merecía. Tal vez nuestro futuro había terminado incluso
antes de empezar.

Mientras esperaba que la policía me abriera el prontuario, pensé en
ese breve y feliz período con Selena y me preguntaba cómo había
podido terminar en esta situación. Todo estaba saliendo tan bien.
Entre estar de gira y trabajar en las canciones que se convertirían en
nuestro próximo álbum, Entre a mi mundo, Selena y yo nos habíamos
acercado más que nunca durante los primeros meses de 1991. Estaba
más ocupada que de costumbre con las promociones, pero seguía siendo
una persona alegre y llena de energía. Ese año, su dueto con Álvaro
Torres,
"Buenos amigos"
, se convirtió en su primera canción número
uno. Al mismo tiempo, Capitol EMI se disponía a lanzarnos en México.
A pesar de su intenso programa, Selena y yo seguíamos viéndonos sin
mucha publicidad, escapándonos a los restaurantes, a los cines y a
cualquier otro lugar donde pudiéramos estar solos sin que Abraham se
enterara.

Había llegado a conocer muchas cosas sobre Selena para este
entonces. Sabía que odiaba hacer ejercicio, a excepción de una ocasional
sesión de jogging -definitivamente, no era una de esas mujeres que se
levantan a primera hora de la mañana para ir al gimnasio. Tenía pocos
amigos pero estaba muy unida a toda su familia -especialmente a su
hermana Suzette y a su pequeña prima Priscilla, que estaba apenas
entrando al año intermedio entre la primaria y la secundaria. Prefería las
revistas a los libros y le encantaba ir de compras.
Selena y su familia eran Testigos de Jehová. Rara vez hablaban de su
religión, conmigo o con cualquier otra persona. Yo crecí en la fe

católica y la había abandonado casi por completo; no sabía mucho
acerca de los Testigos de Jehová y pensaba que debía ser algún tipo de
religión radical. Sin embargo, en ocasiones, Selena y su familia
hablaban de religión en el autobús, y me di cuenta de que usaban la
misma Biblia con la que yo había crecido y que entendían sus
enseñanzas mucho mejor que yo. Vivían de acuerdo con sus valores
profundamente arraigados. Esto me hizo comenzar a pensar en Dios y en
el propósito de la fe en nuestras vidas como nunca lo había hecho.
Sin embargo, lo que más me llamó la atención de Selena, durante ese
tiempo, fue su compasión. Esa compasión abarcaba a sus amigos, a su
familia, a sus fans -especialmente aquellos que tenían dificultades en
sus vidas por enfermedad o pobreza- las mujeres en crisis, los niños e
incluso los animales.
Recuerdo una vez que íbamos en el auto a solas y Selena atropelló. a
una paloma. No iba rápido ni mucho menos; Selena y yo simplemente
íbamos cantando con el radio a todo volumen cuando una banda de
palomas al lado del camino alzó el vuelo.
Una de ellas era más lenta que las otras. Comenzó a volar en línea
recta delante de nosotros y la alcanzamos, golpeándola. El vidrio
panorámico la golpeó justo en las plumas de la cola y la paloma se fue
volando. Puedo asegurar que por un segundo pude ver la expresión de
sorpresa en la cara del pájaro mientras nos esquivaba.
La paloma no quedó herida, pero Selena orilló el carro a un lado del
camino y no dejaba de llorar. Estaba casi histérica.

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