SIETE

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HACIENDO  MÚSICA  EN  MÉXICO

Los promotores de Capitol EMI estaban empeñados en quesiguiéramos adquiriendo renombre dentro del escenario de lamúsica internacional después del éxito de Entre a mi mundo

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L
os promotores de Capitol EMI estaban empeñados en que
siguiéramos adquiriendo renombre dentro del escenario de la
música internacional después del éxito de Entre a mi mundo. Esto
significaba viajar a otros países.
México era el lugar lógico para empezar nuestra campaña publicitaria
internacional. Ya teníamos allí una base de fans, y nos quedaba fácil
regresar a Texas para nuestras presentaciones. Claro está que ninguno de
nosotros cayó realmente en cuenta de la tensión que tendríamos que
soportar al pasar de presentarnos en lugares relativamente pequeños de
los Estados Unidos a presentarnos en anfiteatros y dar entrevistas en
español en México.
Teníamos programada una presentacion en Monterrey durante nuestro
primer viaje, fue una locura con los medios el día entero. Pasábamos de
una entrevista a otra: en radio, en televisión, con reporteros de revistas,
lo que fuera. Antes de viajar, Rick me había ayudado a practicar mi
nombre y el instrumento que tocaba.
Yo me repetía una y otra vez esta frase, como un mantra: Mi nombre
es Chris Pérez y toco la guitarra. Mi nombre es Chris Pérez y toco la
guitarra. Sabía lo absurdo que les parecería a los periodistas mexicanos
que cantáramos en español pero que ni siquiera pudiéramos hablar en
frases básicas de libro de texto. Estaba decidido a no hacer quedar mal a
la banda —y a no quedar mal personalmente.
A pesar de mis buenas intenciones y de toda la práctica, me las
arreglé para quedar humillado. Durante nuestra primera entrevista con
los DJs de la radio de Monterrey, todos debíamos pasar de uno en uno en
fila y presentarnos, tal como lo habíamos practicado. Yo me paralicé.
Cuanto llegó mi turno, dije,
“toca” en lugar de “toco”
, o es decir, lo que
dije fue: “Mi nombre es Chris Pérez y toca la guitarra”. Claro, todos se
rieron de mí.
Después Ricky me regañó:
—Güey, te enseñé cómo decirlo.
—Ya sé, ya sé —le dije, avergonzado.

Mi único consuelo fue que algunos de los miembros de la banda
también balbucearon en español. Selena, sin embargo, estuvo a la altura
del reto, como siempre. Ella era la que realmente sentía la presión de los
medios, porque para este entonces, todos en México no sólo la conocían
por su música sino por los comerciales de Coca-Cola. Era ya
enormemente popular en ese país y adondequiera que fuéramos la
rodeaba la multitud, hasta el punto en que Selena ni siquiera podía
bajarse del autobús a menos de que fuera para esconderse en un hotel o
en el escenario.

Selena estuvo más amable que nunca con los periodistas, ofreciéndo a
cada uno una cálida sonrisa y ganándoselos, aún antes de hablar. Como
tejana de tercera generación, que había aprendido español por fonética,
con el entrenamiento de su padre para aprender una buena
pronunciación, sabía que existía la posibilidad de que sus fans
mexicanos no la tuvieran en cuenta. Pero no fue así, les gustó
absolutamente todo lo que tenía que ver con ella, desde su pelo oscuro y
sus ojos cafés hasta su sinuosa figura.
Sus fans vieron su sinceridad y su generosidad y sintieron su amor
hacia ellos. Selena agradaba a todo el mundo, desde las bulliciosas
preadolescentes que querían vestirse y bailar como ella, hasta las
abuelas a quienes les encantaban las baladas sentimentales, entre ellas
“Como la flor”.
Para los mexicanos y para la mayoría de los mexicano-americanos,
Selena era el símbolo perfecto: una estrella sexy que tenía un origen
humilde, que había traído con ella a su familia y que aún se mantenía
virtuosa, siendo una incansable trabajadora en todo el sentido de la
palabra. Tampoco estaba actuando. Lo que veían era la realidad y sus
fans lo sabían.

TO SELENA WITH LOVE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora