NUEVE

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UNA CASA ( MÁS O MENOS ) NUESTRA
Y NUESTRA FAMILIA DE PRÁCTICA

-Ese invierno fue tan frío en Lake Jackson que mis cerditos reciénnacidos murieron -dijo Selena-

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-Ese invierno fue tan frío en Lake Jackson que mis cerditos recién
nacidos murieron -dijo Selena-. Pero mamá los trajo de nuevo a la
vida.
Me reí.
-No hablas en serio.
Selena me contaba esto mientras caminábamos por un centro
comercial en San Antonio. Íbamos a su tienda favorita -la tienda de
mascotas- y me estaba contando que había tenido como mascotas
pollitos, cerditos y un corderito. Me encantaban sus historias, porque de
niño jamás tuve una mascota.
-¡Realmente lo hizo! -dijo Selena-. Los cerditos murieron y yo
estaba llorando, de modo que mamá decidió meterlos a la cocina.
Pusimos el horno en bajo y acostamos a los cerditos sobre la puerta
abierta del horno.
-Eso podría dar resultado -dije, mientras me deleitaba en los ojos
cafés de mi esposa que se movían animados por el recuerdo de la hazaña
heroica de su madre.
Selena adoptó de pronto un tono solemne.
-Esos cerditos se calentaron y volvieron a andar -me aseguró, y
luego comenzó a reír.
Selena amaba a los animales, al igual que yo. Tal vez por eso, tan
pronto como tuvimos una casa propia, comenzamos nuestra familia de
práctica. O tal vez fue sólo porque a Selena le encantaba comprar cosas
por impulso.
La casa había sido el tema de muchas de nuestras conversaciones a
altas horas de la noche. Más o menos en la época en que estaba por
vencerse el contrato del apartamento de Selena, Abraham anunció que
estaba haciendo una oferta para comprar una casa en su vecindario -
quedaba en Bloomington Street, y se comunicaba con la suya a través de
un patio. A.B. vivía ya en la casa vecina a la de Abraham, del otro lado;
si nos mudábamos, toda la familia Quintanilla viviría entre tres casas
contiguas.

-Eh...bajo ningún motivo viviré al lado a mi padre -anunció
Selena.
También yo tenía algunas dudas en cuanto a vivir cerca de Abraham,
considerando su terquedad y su temperamento. Al mismo tiempo,
respetaba al que era a la vez el agente y el padre de Selena, y no siempre
sentía que él podía manejarme; habíamos desarrollado un respeto mutuo
y, ocasionalmente, Abraham me decía "hijo".
Para esta época, había llegado a entender mejor la dinámica de la
familia Quintanilla. Sabía lo importante que era para ellos ese concepto
de familia. Selena y sus familiares podían disgustarse unos con otros
hasta la enésima potencia, pero al final sus desacuerdos pasaban y se
olvidaban y todo volvía a la normalidad. Habían trabajado mucho para
forjar sus vidas en esa unión común. No quería decirles simplemente,
"Está bien, ya estamos casados y nos vamos a mudar tan lejos como
podamos." Ese no era mi estilo. No temía perder el rumbo ni verme
obligado a seguir un determinado camino por vivir cerca de Abraham.
Tenía un sólido sentido de identidad, aún a esa edad.
Además, era hasta cierto punto lógico que todos viviéramos cerca,
dado que pasábamos mucho tiempo juntos trabajando en la música. No
sólo eso, Abraham generosamente nos compraría la casa y nos
permitiría vivir allí sin pagar arriendo.
-Si lo hacemos, podríamos ahorrar para comprar una casa -le dije a
ella-. Y, después de todo, siempre estamos con tu familia cuando
salimos de gira. ¿Cuál es la diferencia?
-La diferencia es que serán nuestros vecinos -insistió Selena-. Si
invitamos amigos o hacemos cualquier reunión, mi padre querrá estar
ahí.
-Bien, probablemente lo invitaríamos de todas formas -le respondí
-. Eso es lo que generalmente hacemos. Mira, me parece una buena
idea. Sabes que me entiendo muy bien con tu familia. Tú decides.
Cualquiera de las dos alternativas me parece buena. Si quieres estar más
alejada, podríamos vivir en San Antonio.
Mi familia y mis amigos estaban todos en San Antonio, pero la de
Selena estaba en Corpus. Al final, decidió que era lógico aceptar la
oferta de su padre.
-Así, podemos esperar y tal vez inclusive construir la casa que
realmente queremos -me dijo.
Por consiguiente, a los tres meses de habernos casado, Selena y yo
teníamos nuestra propia casa. Después de pintarla, quitar las alfombras e
instalar piso nuevo, fuimos a una tienda de muebles en Corpus a
comprar unas cuantas cosas. Fue allí donde Selena vio una cabecera de
cama que era además un gigantesco acuario y dijo que tenía que tenerlo.
Era en plexiglás, de veinticinco centímetros de alto con un marco negro.
-Es totalmente art déco -dijo Selena-. Hace juego a la perfección
con nuestra alfombra y nuestro sofá negros.
Yo tenía mis dudas.
-No tiene ni siquiera un filtro -le dije-. Tendría que instalarle un
sistema de filtración. Y si quieres un acuario de agua salada, eso
requiere muchísimo mantenimiento.
-Por favor, di que sí -dijo Selena-. Se vería perfecto en nuestra
alcoba.
Nunca podía decirle que no cuando me miraba con esos enormes ojos
cafés y hacía esa cara de cachorro triste. Empecé a comprar libros sobre
acuarios de agua salada y a investigar la forma de instalar un sistema de
filtración. Fue muy difícil, pero al final logré hacer un corte en el
acuario que me permitía insertarle un tubo de PVC y conectarlo a una
bomba. Por un tiempo tuvimos un precioso acuario sin si quiera un pez,
porque debía continuar graduando el filtro para asegurarme de que el
agua permaneciera limpia y siempre tuviera los niveles de sal
adecuados.
Mientras tanto, Selena consultaba todos los libros que encontraba
sobre peces de agua salada y lanzaba exclamaciones admirada al ver sus
colores y formas. No eran peces baratos, y sabía que mantenerlos sanos
sería muy difícil. Pero ambos nos emocionamos mucho el día que por
fin pudimos ponerle peces. Y, como lo había pronosticado Selena, el
acuario era la adición perfecta para nuestra alcoba, una obra de arte en
movimiento.
Pero, ¿por qué detenernos aquí? Para Selena, más siempre era mejor.

TO SELENA WITH LOVE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora