capítulo 1: café lirios

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NARE

Me desperté por el sonido de la lluvia y en medio de una mañana que creía que sería preciosa, siempre he odiado la lluvia porque creo que es el responsable de mis desgracias. Fué testigo de la partida de mi madre. Estiré un poco los brazos y salí de la cama, llegué a la primera planta y fuí directamente a la cocina y encontré a mi padre preparando el desayuno a mi hermana menor Daniela de 15 años

—Buenos días.—saludé con una sacudida de mano.

—Muy buenos días hija.—sonrió al verme.

Mi hermana Daniela es muda así que para poder responderme cogió su libreta que estaba sobre la isla.

—Buenos días, luces muy feliz, ¿Hay algo de lo que deba enterarme?

Decidí responderla en el lenguaje de signos.

—No ocurre nada.—ocupé un espacio junto a ella.

—Ah, espero que esté mal tiempo a acabe rápido ¿No crees?

—Si, no sabes cuánto lo odio.—hice una mueca.

—Eres muy rara, ¿Sabes?.—sonrió

—Eso me dolió, solo soy yo misma

Aprendí el lenguaje de signos para poder comunicarme con Daniela, a veces nos comunicamos con su libreta o simplemente con el celular.

—Dani, te espero en el auto.—dijo papá quitándose el delantal.

—Ok.—afirmó mostrando el dedo pulgar.

Daniela cogió su mochila y un paraguas y salió de casa para esperarlo en el auto.

—Bueno cielo, nos vemos más tarde.

—Vale.—le regalé una sonrisa. Él salió de casa, no me quedé más tiempo y me preparé para salir en dirección al café lirios que es uno de los locales de mi padre. Y fué uno de los regalos que me hizo cuando cumplí los 18 años.

De hecho mi padre es dueño de una gran empresa que tiene clubs, spas, por todos lados de la ciudad, aunque muchas veces me olvido de los lujos del que tanto tiempo estuve rodeada y me comporto como alguien sencilla.

CAFÉ LIRIOS

Le puse ese nombre en honor a mi difunta madre, la encantaba mucho esa flor, tanto que me apeteció decorarlo por todo el café. En cuanto entré, el café estaba lleno de clientes, saludé a Ian que es uno de mis compañeros y me apresuré a colocarme en mi puesto.

El día parecía normal y aburrido hasta que llegó mi mejor amigo Scott para alegrarme la mañana.

—Scott, hola, qué sorpresa.—dije sonriendo de oreja a oreja.

—Esa era la intención —me devolvió la sonrisa.

Se puso cómodo y le traje lo de siempre. Scott es un chico peliazul, tiene los ojos marrones oscuros y alegres, la piel morena, y lleva un abrigo oscuro, unos pantalones del mismo color y unas botas negras.

—Espero que te guste.—deposité una taza de café sobre la mesa.

—Gracias, huele rico el café.—sonrió.

Nuestra Historia (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora