Petunia abordó ese avión con Dud y Ursula y no miró atrás ni una sola vez.
No consideró las consecuencias de conocer a Severus, de que él la viera en el Callejón Diagon con cosas mágicas. Esos pensamientos la abandonaron tan pronto como Dud gorgogeo con su carita redonda y extendió sus manos a Petunia.
Levantándolo, Petunia lo acarició en sus cortos cabellos rubios. No sonrió al hacerlo, como haría una madre, pero le preguntó a Ursula cómo le había ido en las Islas mientras ella no estaba.
Úrsula, con su marcado acento y su mirada asesina, simplemente gruñó y dijo—. Ningún problema, señora.
Ante eso, Petunia le devolvió al bebé—. Muy bien.
Y luego Dud fue acomodado en su asiento de primera clase, una fila atrás de Petunia, con Ursula sentada a su lado durante todo el camino para asegurarse de que estuviera lo más cómodo que podía estar un niño en el cielo.
Conmigo no serás el mismo aseguró Petunia en su mente, viendo por la ventana el avión sobrevolar los cielos.
Pronto, el otoño en la ciudad de Nueva York encontró a Petunia descansando en cafés caros alrededor del Upper East Side y Manhattan, leyendo libros con cubiertas falsas mientras aprendía sobre la magia de este mundo.Sí, Petunia podía mover su varita y decir Wingardium Leviosa, pero eso no significaba que supiera cómo lanzar un imperdonable o saber las complejidades de la cultura mágica.
Afortunadamente, uno de los libros que compró era un libro sobre magos americanos, con la información de contacto en la parte trasera para la inmigración mágica a Estados Unidos pero, ella no hizo de inmediato algo tan drástico como contactarlos.
No, primero Petunia leería los veintisiete libros.
El primero de los cuales fue El libro estándar de hechizos, la colección completa de Miranda Goshawk. Toda la primera mitad fue un trasfondo, los capítulos del uno al seis consistieron en una breve historia de la magia, tipos de varita, sus significados y los movimientos básicos. Petunia hojeó todo menos los componentes de la varita y resultó que al llegar a la sección de movimiento. Resultó que la suya era hábil para hacer encantamientos.
Recuerda que el anciano que se la vendió, un mago bastante común comparado con Ollivander, mencionó ese hecho pero Petunia estaba más concentrada en posar frente al espejo para ver si su bolso y varita combinaban que lo pasó por alto.
Petunia se había quedado mirando el primer hechizo en el libro que se salteó por intentar primero el Wingardium Leviosa, que por cierto, le salió luego de unos intentos.
'Caerulus Ignis' derivado del encantamiento Incendio, un fuego plateado que es seguro de transportar pero que puede causar un leve escozor al contacto con la piel, no apto para plantas, ropa y madera.
Había pensado que el primero sería el hechizo Lumos, que en realidad estaba varias páginas más atrás.
Luego, comprobando que Úrsula todavía estaba fuera con Dud, Petunia repitió varias veces hasta que estuvo segura de decirlo correctamente.
Preocupada por quemar su costosa mesa, colocó una rama seca que encontró en el jardín del segundo piso del departamento sobre un plato y entonces intentó su segundo hechizo.
—¡Caerulus Ignis!
No funcionó.
Petunia suspiró y lo intentó de nuevo, enfatizando una vez más la dura c de Caerulus.
—¡Caerulus Ignis!
Talvez su intención fue tal que esta vez surgió un chorro de llama plateada y por la repentina fuerza su mano se desvió, el hechizo impactando en el enorme florero de petunias en el centro de la mesa, haciendo las piezas salir volando y volviéndose cenizas en una rapida llama.
—Pudo ser peor —se encogió de hombros.
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Petunia sin el Dursley
Hayran KurguTras un golpe, la Petunia que nunca sería Dursley apareció.