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—Buenas tardes, señora Enemi

—¿Cuándo será el día en el que dejes de ser tan formal? — Sonrió y se hizo a un lado — Asa está en su habitación.

—Gracias — Corrió rápidamente al lugar, encontrándose a la rubia sentada en su cama, viendo televisión, con un parche en el ojo morado. intentó reprimir una risita, no pudo.

—No te rías, es tu culpa — Cruzó los brazos.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Por ser una idiota.

Haram volvió a reír y se acercó a Asa — Tengo, chocolates, malvaviscos, gomitas de osito y helado de fresa.

Asa no pudo evitar sonreír ampliamente, con cierto brillo en los ojos — Oye, me dieron una paliza, no estoy agonizando.

—¡Haram! ¿Puedes venir un momento por favor? - Gritó la señora  Enemi desde la cocina.

- Ya vuelvo, Asa — Se dirigió a la cocina, donde ayudó a preparar la comida.

Estaba rayando las verduras en silencio, hasta que la mayor habló.

—Asa me contó que gustas de ella.

La rubia casi se rebana un dedo al escuchar eso. su rostro enrojeció rápidamente.

—B-bueno, pues..

—Tranquila, no pasa nada. sinceramente ya me lo esperaba — Rió, y Haram sintió como sus orejas se calentaban — No puedo asegurarte nada, sabes que Asa es muy obstinada respecto a ese tema, es por su padre.

—Ah...por eso...

—Pero, sé que deberías intentar un poco más con Asa, tal vez así esté más segura de lo que siente.

—Bueno, no haré nada que ella no quiera.

—Pero ella sí que lo quiere.

—¿¡Qué!?

—Asa siempre dice que no, pero te come con la mirada.

—P-pero.

—Ay, solo dale un besito y ya.

El resto de la tarde se resume entre sonrojos y tartamudeos de parte de Haram por las cosas que decía la madre de Asa. Cuando terminaron de preparar la comida, Haram llevó una bandeja a la habitación de la rubia.

—Asa, preparamos — Se cortó a sí misma cuando vio a Asa dormida sobre su cama, con los labios entreabiertos. Su sudadera estaba un poco alzada, dejando ver su abdomen, su mano derecha colgaba del colchón mientras la zurda descansaba sobre su barriguita.

La rubia sonrió y se acercó a la menor, levantó ambas manos con cuidado, colocándolas sobre el colchón. Pasó las yemas de sus dedos delicadamente sobre la suave barriguita de la pelinegra

—Eres tan adorable — Rió suave y acercó su rostro a la piel descubierta, dejando un beso sobre la pancita de Asa, seguido de cubrirla con la
sudadera, para después despertarla.

Bluch (Asarami)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora