Capítulo 2

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Danielle

Después de que Aaron se retirara a hacer sus quehaceres como teniente ¿o era general?, escuche unos pasos corriendo, Amelia. Seguro venia para decirme que era hora de la reunión con mis primas, no quería escucharla así que como pude me escabullí a la biblioteca.

Estaba leyendo el rollo de pergamino en mis manos el cual especifica a detalle la geografía del país, me llama mucho la atención como es que los rebeldes están logrando crecer en número y en suplementos, no logro concebir la idea de que se están ocultando en nuestras propias narices. No pueden estar muy cerca de las tierras del tío Horace, porque el desprecia cualquier tipo de manifestación, puede ser cerca del tío Thomas, pero él ya nos habría indicado cualquier indicio de actitudes como los rebeldes.

Estaba tan centrada en crear mis propias teorías sobre la ubicación de los rebeldes que no me di cuenta de que ya no estaba sola en la habitación, la postura firme de mi nana estaba frente a mí con una mirada más allá de enojada, estaba furiosa. Le sonreí y la saludé con la mano mientras dejaba los rollos en la mesa. Amelia ya pasaba de sus 60 años, su cabellera aún era café aun con sus cuantas canas, era la mujer más elegante que había conocido en mi vida.

−Su majestad, estaba buscándola por todos lados, vamos que ya va tarde para el té con sus primas. −Las hijas de mi tío Horace; Alina y Luna, en verdad nunca me cayeron bien, las tenía que tolerar porque vienen de familia noble y con ello tener, aunque sea una pizca de vida social, pero trataba de evitarlas lo más que podía.

A pesar de tener veinticuatro, no pude evitar dejar salir un mohín como si tuviera cinco. –Por favor, Amelia, por esta vez déjame salirme con la mía. No quiero ir a ese estúpido té con mis insulsas primas. –La noticia de mi matrimonio volvió a mi mente, en verdad lo que menos quería era ir a planear mi cena de compromiso con esas dos insoportables niñas mimadas, que además ni siquiera me están dejando planear mi propia noche.

Amelia me miro sorprendida por mi vocabulario, pero endulzo la mirada y suspiro –Ya lo sabe, ¿no es así? –Ahora la sorprendida fui yo, ¿Amelia sabía que me iban a casar y no me dijo nada?

-¿Lo sabias? –ella asintió mientras se miraba las manos -¿Por qué no me lo dijiste Amelia? Yo confiaba en ti, ahora veo porque tanta maldita insistencia en ir a planear esa fiesta, ¿Cuándo planeabas decírmelo? ¿Cuándo estuviera ya en el altar con ese hombre desconocido?

Tengo que reconocer que me estaba empezando a alterar, pero no podía evitarlo, en esta vida no podía controlar nada, lo único que me daba un mínimo sentido de libertad era la idea de poder elegir quien sería el padre de mis hijos, y ahora, mi padre me la arrebato.

-Su majestad por favor, entiéndame. Yo solo seguía ordenes de su padre, yo tampoco estoy a favor de esta boda, pero ya vera que todo saldrá bien. Es un buen muchacho, trabajador y honesto, sacara adelante este reino junto con usted. –La mire, ella sabe quién es mi futuro marido. Como si supiera lo que estaba pensando se adelantó a mi pregunta y rápidamente me dijo –No puedo decirle quién es, pero confíe en mí, es un buen prospecto.

Esa respuesta no hizo más que enojarme, todo el mundo estaba teniendo mucha compasión con el deseo de mi marido y no me quieren decir quién es. –Últimamente ya no se ni quien soy Amelia, todo el mundo está teniendo complacencias con todos menos conmigo. ¿En verdad soy la princesa heredera?

Ella me miro extrañada, no entendió mi queja hacia los detalles que le estaban dando a mi prometido, por lo que suspiré y dije –Vamos a acabar esto de una buena vez, alístame para poder terminarlo rápido.

Una vez dicho esto, me llevo a mis aposentos, me cambio de vestido a uno verde esmeralda y me levanto el pelo a una coleta con un listón del mismo tono. Me estaba cansando de ser una maldita muñeca de aparador, donde todos pueden jugar y controlarme a su antojo. Me visten como quieren, me peinan como quieren, me hacen hablar como quieren y ahora tendré que casarme como quieren. Estoy agotada.

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