Capítulo 3

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Danielle

En mis 24 años, nunca había corrido tanto como lo estoy haciendo ahora y menos por la razón por la que le hago "si no corres, te matan" ese fue el primer pensamiento que se me vino a la cabeza, pero lamentablemente no fue el único... "no deben encontrarte", "si te encuentran, estas muerta", "la rebelión te encontró una vez, lo volverá a hacer" "la rebelión hayo una forma de entrar al castillo" "voy a morir" "no quiero morir" "la antorcha está muy pesada" "¿hace cuanto que no hago ejercicio?".

La luz de la luna llena alumbraba mi camino junto con la antorcha, pero aun así los árboles me tapaban la mayoría de ese camino, no llevo mucho tiempo afuera del húmedo pasadizo del túnel secreto, estaba descalza y a este punto no quería ni pensar si llego a pisar algo que no debo porque si pienso en eso, inevitablemente pensare en el dolor que me está causando el pie izquierdo justo ahora. No tenía un camino fijo, supongo que me estoy dirigiendo al este, pero no estoy segura.

Como era de esperar de mis piernas débiles y al parecer el tobillo ahora lastimado, me tropecé con la raíz de un árbol, mi respiración y los latidos de mi corazón era lo único que me permitía escuchar por un rato, estaba cansada y estaba mareada, nunca había hecho tanto ejercicio, llego un punto donde sentía frio el aire que respiraba y empecé a toser fuerte.

Después de tomar tres o cuatro respiraciones me pude calmar lo suficiente para escuchar mi entorno; grillos, el viento y el río fueron mis únicas pistas sobre donde estaba, al menos eso fue hasta que escuché los galopes de unos caballos, mierda me siguen buscando.

Ubique el río y tire la antorcha, es un movimiento estupido ya que con la poca luz que tenía gracias a los árboles del bosque apenas y podia ver, pero soy un blanco fácil siendo la única persona con una antorcha corriendo en el bosque, así camine dentro de él y, con la debil luz lunar, note que la raíz con la que tropecé era de un árbol que tenía un hueco en la base de su tronco, no se veía muy grande, pero era lo suficientemente estrecho para resguardarme en lo que se iban y me adentre en él lo más rápido que pude.

El pánico me invadía, no sabía que hacer; el espacio era mucho más estrecho de lo que pensé ¿Qué pasa si me encuentran?, ¿me llevaran con el demonio de la noche o me mataran allí mismo? Trataba de no concentrarme en esas preguntas, porque entre más lo pienso más ansiedad me da y no quiero tener un ataque de pánico justo ahora, me concentre en escuchar los galopes.

Pasaron los minutos y parece que van en círculos, hasta donde puedo entender por los ruidos, solo eran dos caballos.

−No hay rastros de ella, capitán −Se escucho una voz de hombre, y en mis notas mentales solo pude anotar que entre los dos jinetes uno es un capitán y que ambos son hombres, al menos en el castillo, eso significaba que uno de los dos estaba lo suficientemente entrenado para matarme si hago cualquier ruido extraño.

−Al jefe no le va a gustar esto, ya casi amanece y si no damos con ella los que terminaran en una fosa seremos nosotros− dijo el otro hombre, se escuchaba cansado −Tengo a 15 hombres buscándola, si está cerca de acá la notaremos, llévate a los caballos a tomar agua, tratare de buscarla a pie −¿escuche bien? ¿va a dejar a los caballos? No, solo uno dejará el caballo el otro estará vigilándolos, justo cuando estaba por moverme para ver bien y asegurarme de mi siguiente movimiento, vi como pasaron los pies de estos dos hombre frente a mi junto con sus respectivos caballos. No salí hasta que escuché lejos los pasos, dioses por favor... ayúdenme, sálvenme.

Tome una piedra que estaba a mi izquierda, justo al frente de mi escondite, con pasos cuidadosamente silenciosos me acerque lo más que pude para ver bien al caballo, pude ver como el capitán a cargo del caballo lo amarro a una rama cerca del rio y empezaba a acariciarle su lomo.

The Truth UntoldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora