TE QUIERO Y TE AMO

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  ¿Puede la gente enamorarse a simple vista de una persona que apenas conoce? ¿Se puede confundir la atracción física con el enamoramiento? Yo pensaba que el amor era un concepto inconcebible que apenas podía describirse por ser tan sumamente abstracto. Como si no se le pudiera dar forma con las palabras o solo fuera posible sentirlo y vivirlo en la propia piel. Y yo me pregunto… ¿Exageramos los sentimientos haciendo de ellos algo maravilloso para recrear en nuestra cabeza una relación perfecta de cara a los demás? ¿Los exageramos para hacer ver a la otra persona que es especial y así sentirnos queridos y que sea algo recíproco? ¿O simplemente sucede y ya estás jodido?
  Este último año, en el que he dedicado a escribir mi historia, he entendido que muchas veces construimos un mundo exento de dificultades, obstáculos y dudas donde nos refugiamos y depositamos todas aquellas expectativas positivas para que nuestro futuro sea lo más perfecto posible. Es decir, lo idealizamos de manera que nuestra realidad sea menos dolorosa, pero supongo que eso conlleva mentirse a uno mismo. Sin embargo, ¿dónde está la fina línea entre tener los pies en el suelo y la de imaginar cosas que quieres que pasen y luchar por ellas sin caer en el error de vivir en una fantasía?
Yo, por aquel entonces, seguía creyendo en el amor, pero ya no solo romántico, sino el amor maternal, paternal, de amistad. En cambio, Anastasia era la que me fijaba una fecha de caducidad para mantener esos pensamientos intactos. Ella era pragmática y no se dejaba seducir por las ilusiones de querer ser mejor o conseguir aquellas cosas que un día nos planteamos y que no se llevaron a cabo. Y así, nos sumergimos en un debate sin sentido, pero con un toque de corazón por mi parte que me hizo dudar de todas aquellas creencias que yo tenía desde bien pequeñita.
- Sé que no me vais a creer, pero la quiero –Virginia se tocó la frente y bebió un largo trago de su whisky.
- Virginia –empezó a decir Anastasia–, la conoces desde hace ¿un día? ¿una semana?  ¿Cómo puedes estar tan segura de que es la mujer con la que quieres estar el resto de tus días?
- No ha dicho eso, cariño –le increpé dulcemente–, ha dicho que la quiere. El querer conlleva muchos significados que no tienen nada que ver con lo romántico.
- En mi caso es distinto. Es como... un flechazo, ¿sabes?
Dicho lo cual, Virginia cerró los ojos, volvió a beber y nosotras levantamos las cejas.
- Para un segundo y date tiempo para conocerla. Puede que después de unos meses te des cuenta de que todo fue una pérdida de tiempo. Ya has visto cómo se ha portado contigo esta noche, piensa si merece tu compasión.
- Oye, ya está bien –espeté–, que Miriam tendrá muchos fallos, sí, pero es una persona maravillosa y con corazón.
- No digo lo contrario, pero lo de esta noche, discúlpame, ha sido una guarrada –sentenció Anastasia.
- Vaya… ¿tú nunca has cometido errores? –pregunté molesta–. Disculpe “Doña perfecta”
- Venga chicas, no discutáis –Virginia llevaba una buena melopea y se agarró la cabeza con las dos manos–. Es algo que siento aquí en mi pecho –se lo cogió y lo apretó–, que me hace ponerme nerviosa cuando la veo y que provoca que miles de mariposas repten por mi estómago. Es su forma de dormir. Su forma de bailar. Es su boca cuando me besa mientras me acaricia el cuello y siento que puede ser un para siempre. Es...ella. Lo sé.
- Joder... estás enamorada –dije patidifusa abriendo los ojos.
- Está encoñada, eso es todo –espetó Anastasia levantándose de la silla.
- ¿Puedes dejar de joder una confesión de amor tan bonita como la que acabas de escuchar?
Anastasia arrugó la frente y bufó.
- Saray, ¿puedes dejar de vivir en las nubes?
- Vete a la mierda
  Después de dos horas cogimos nuestras cosas y llevamos a Virginia a su casa. No estaba en condiciones de conducir, se había acabado la única botella de Whisky de la estantería y no paraba de farfullar cosas ininteligibles sobre Miriam mientras se cogía el pecho y se quejaba. Después de quince minutos insistiendo en que dejara el coche aparcado y viniera a recogerlo al día siguiente, la metimos renqueando en el vehículo y la dejamos en su portal. Durante el trayecto de vuelta me fui mosqueando cada vez más por el silencio tenso, inquietante y dramático que había entre yo y mi compañera desde que salimos de la urbanización. Sé que mi carácter es complicado y que tratar conmigo implica un manual muy extenso para saber por dónde no me llevarán los demonios, pero...joder. Estábamos hablando del amor y de lo que implica, de una mujer que, aún apenas sin conocer a mi mejor amiga, ya había visto su interior y le gustaba. Vale, quizás tenga que respetar las opiniones de los demás, pero la situación no acompañaba y Virginia estaba triste. Yo solo quería consolarla para compensar las veces que nadie me consoló a mí en su momento. Tantas noches en vela deseando que me abrazarán y me dijeran que todo estaba bien, que no había ningún peligro y que la tormenta pasaría. La generosidad y la solidaridad son buenas amigas y quería que Virginia se sintiera bien.
  Viendo que Anastasia se desviaba por unos de los caminos para irnos directas a su casa, le dije que me dejará en la de mi madre. No quería apurar más mi cupo de ausencias.
- Nos vemos mañana.
- Vale –susurré abriendo la puerta del coche.
- Saray –me cogió de la muñeca y me mantuvo la mirada– lo siento. No pretendía ofenderte.
Suspiré y me miré la mano que me tenía agarrada.
- Cariño –la miré–, respeto todo lo que me tengas que decir, pero debes entender que la chica lo está pasando mal.
- Lo sé, lo sé, pero –suspiró–, bueno, da igual
- No, no hagas como siempre y te calles las cosas –le pedí mirándola desde abajo para que se abriera a mí.
- Solo digo que tengo la sensación de que es una persona con carencias afectivas y necesita aferrarse a Miriam porque en realidad no tiene nada en su vida que la llene.
- Pues pienso que estaba siendo honesta. No la conocemos como para juzgarla de esta manera.
Me miró con ternura y se mordió el labio mientras su mano acariciaba mi melena.
- ¿Qué pasa? –pregunté intrigada.
- ¿Por qué eres tan buena con la gente?
- Me gusta comportarme como me hubiera gustado que se portarán conmigo, con amor y cariño.
Se acercó, me abrazó y me dio un largo beso. Cuando se apartó, me agarró de las manos y las acaricio con la cabeza agachada. Después alzó la vista y con los párpados entornados me lo confesó:
- Te quiero...
- ¿Cómo? –pestañee con disimulo.
- He llegado a ese límite del que todo el mundo habla. Eres una mujer que me hace sentir en paz a pesar de tu carácter voluble e intenso, pero me haces vivir recogida y querida. Me gusta cuando se te ilumina la mirada con una rosa o un cuenco de patatas, cuando te ilusionas por el futuro, pero te paras sabiendo que debes reducir las marchas, cuando me abrazas en la cama o me dices que no mire, mientras me haces tuya con tu lengua viperina –nos reímos–. Sé por lo que estás pasando y te admiro por tu valentía, tus ganas de crecer y ser mejor… Eres una superviviente y estoy segura que, como te dije en nuestra primera cita, terminarás por plantar un hermoso huerto en el que poder sembrar aquellos sueños para que florezcan.
  Jo-der. Anastasia acababa de declararse. Me había dicho que me quería. Y yo... Yo… Joder, qué mal. Yo no sentí nada. A ver, claro que sentía cariño, ternura y aprecio, pero… ¿Qué me estaba ocurriendo?
Respiré pausadamente y pensé en nuestra playa, sus confesiones y las mías. Pensé en el confort y la estabilidad que me brindaba. Incluso pensé en María y los meses de angustia, dudas y sentimientos confusos que hicieron una mala copia de mí misma. Una versión oscura, desesperante y patética de Saray. Finalmente, reforcé el nudo de la tela con la que me tapé los ojos y con la que me prometí no volver con María y, sin pensarlo…
- Yo también te quiero –mentí.
- Pues ya está hecho.
- Sí –sonreí mirándome las manos.
- Siempre mía, siempre tuya, siempre juntas –me susurró levantándome la barbilla para que la mirara.
- Siempre...

UN REFLEJO PARA CADA ESPEJO. Parte 1 de la trilogía "Los espejos de Saray"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora