Justo tres semanas antes de lo que le sucedió a Sofía y después de mi infidelidad con María, no volví a hablar con Anastasia. Aproveché que estaba trabajando para no encontrarme con ella en casa y recogí mi ordenador y alguna muda. Me sorprendió un llanto desgarrador que provenía de mi garganta cuando cerré la puerta tras de mí. No pude evitarlo y lloré, lloré mucho porque la cagué y soy culpable de todos los cargos.
Mi familia no me dijo nada. Quizás por mi estado o quizás porque no le dieron importancia. La cuestión es que estuve durante tres semanas durmiendo en casa de mi madre e intenté contactar con María sin suerte. Parece ser que las tuercas se dieron la vuelta y ella nunca contestó a mis llamadas. Tenía la novela prácticamente terminada y después de cuatro días escribiendo compulsivamente para evitar pensar en todo lo ocurrido, conseguí terminarla. Tendría que haberme alegrado por haber acabado, algo que empecé hace casi un año, pero mi estado de ánimo no me lo permitía porque me faltaba perdonarme a mí misma por todo el daño que hice a Anastasia durante esos meses y por haberle sido infiel. Volví al punto de comienzo, pero conseguí entregar mi manuscrito a todas las editoriales que conocía.
Un sonido estridente me despertó. Pensé que era un sueño y seguí sumergida en él sin girarme. Aquel ruido seguía sonando en mi cabeza e intenté abrir los ojos. Me costó unos minutos parpadear y enfocar la vista porque los tenía muy hinchados después de haberme pasado horas llorando, lamentándome. El móvil estaba sobre la mesa e iluminaba el cuarto oscuro con la pantalla encendida. Era un número desconocido y descolgué.
- ¿Dígame? –pregunté con la voz tomada mientras andaba a tientas para encender la luz de la habitación.
- ¿Saray? –era la voz de un chico joven que no conseguía reconocer.
- Sí, soy yo. ¿Quién eres? –pregunté sentándome de nuevo sobre la cama con un ojo cerrado.
- No sé si me conoces o.… bueno es que no sabía a quien llamar.
- Me acabo de perder.
- Soy David, el compañero de trabajo de Sofía.
- ¿Qué pasa?
- Sofía está ingresada en urgencias. Ayer intentó suicidarse.
- ¡¡¿Cómo?!!! Pero... ¿Qué ha pasado?? –dije saltando de la cama y moviéndome por toda la habitación con una ansiedad que empezaba a crecer en mi interior-. Ahora te lo cuento, ¿puedes venir al hospital de Alicante? ¿Te pilla cerca o te recojo?
- No, no, estoy al lado.
- Apúntate mi número de teléfono y cuando estés en la puerta bajo a por ti.
Corrí, corrí sin aliento por toda la habitación. Me puse un chándal, me hice una coleta y me puse las zapatillas. No me molesté ni en maquillarme y cuando lo tuve todo preparado, llamé a Miriam.
- ¡No puedo creerlo! –exclamó ella al otro lado del auricular–. ¿Cómo ha pasado?
Miriam empezó a sollozar y yo me mantuve en mis trece. Debía ser fuerte.
- Miriam, cariño, en tu estado no deberías ponerte así. Intenta respirar y ahora averiguaremos que ha sucedido.
- Vale –sollozó–, vale. Voy ya hacía allí. ¿Me esperas en la puerta?
- Claro. Nos vemos en media hora.
Colgué y bajé corriendo las escaleras. Mientras iba de camino pensé que el destino era un puto. Sí, un jodido hijo de puta que había estropeado tres historias preciosas, pero no valía justificarme en eso porque nuestras decisiones habían tenido consecuencias desastrosas. En el caso de Sofía casi una muerte y en mi caso lágrimas y soledad autoimpuesta. De Miriam no supe tampoco nada, estuvo también desaparecida y no tardaría en averiguar la razón. Esa razón que haría que mi corazón se destrozara en pedazos y que mi cordura brillara por su ausencia.
Cuando llegué vi a David en la puerta. Llevaba unos pantalones vaqueros desgastados y una camisa arremangada. Todo hay que decir que Sofía tenía razón cuando nos contaba que estaba buenísimo.
- Hola.
- Hola, eres David, ¿verdad?
Asintió y se mordió el labio.
- Mira, me han llamado a las doce de la noche desde el hospital para decirme que Sofía estaba ingresada.
- Pero...
- Espera, que te explico –cogió aire–. Por lo visto se la encontraron en su casa medio muerta, con mucha sangre alrededor y con varios cortes en los brazos. Tuvimos una discusión tres semanas antes y cogí su móvil para avisar a sus padres porque a mí no me dejaba ayudarla. Ellos dijeron que se le pasaría pero que, si me quedaba más tranquilo, irían a verla… Han sido ellos quienes han llamado al hospital después de entrar en su casa con el juego de llaves alternativo que les cedió Sofía.
Me cogí la boca y abrí los ojos. ¿Cómo podía ser?
- Pero, pero –empecé a hablar con dificultad–, pero, está bien, ¿verdad? –mis ojos se llenaron de lágrimas por la impotencia y por la culpabilidad de no haber podido estar a su lado–. Dime que está bien por favor.
Lo agarré de los brazos desesperada. David, un desconocido para mí a simple vista, pero muy conocido de oídas, me acogió con sus brazos y me dijo que estaba estable pero que tenía que quedarse en observación. Por lo visto le habían hecho una transfusión de sangre. Después de media hora fumando y hablando, nos fuimos a tomar un café a la cafetería de la residencia, pero antes le pedí que me indicara la planta en la que estaba. Y ...sucedió.
Bajé en el ascensor, salí andando con la cabeza agachada y cuando la alcé, vi a Miriam en el mostrador. Entonces mis ojos enfocaron hacía la persona que estaba a su lado, asiéndola por la cintura y susurrándole que se tranquilizara. Me quedé parada. ¿Era posible? ¿Estaba teniendo imaginaciones o alucinaciones de algún tipo?
Miriam se acercó a mí y me abrazó fuerte, presionándome contra ella y llorando a mares. Yo no le respondí al abrazo, seguí impasible con los brazos caídos uno a cada lado de mi costado y con la mirada clavada al frente, en... María.
¡¡María era la famosa Celia!!
Cuando se calmó y se apartó tenía la cara roja y congestionada y yo apretaba los puños a mis costados intentando calmarme. A su lado había una persona que conocía muy bien pero que no entendía qué hacía allí. María. María la tenía cogida de la mano y se la acariciaba intentado darle ánimos.
- Mira, cariño, te presentó a Celia –se giró hacía María–. Cielo –dijo cogiéndola por la cintura– ella es mi mejor amiga, Saray. Querría haberos presentado en otras condiciones, pero bueno, cuando me llamaste acabábamos de acostarnos
Ese comentario me dolió y cerré los ojos un momento.
No hice ademán de darle dos besos ni de saludarla. Ella suspiró y miró al suelo avergonzada porque creo que ya me habría conocido por algunas de las fotos que Miriam le habría enseñado seguro. Miriam se quedó mirando de un lado a otro sin entender nuestras reacciones.
- ¿Qué haces tú aquí? –espeté mirándola fijamente con los ojos entornados.
- ¿Os conocéis? –preguntó Miriam arrugando la frente.
- La persona que tienes a tu lado en realidad no se llama Celia, sino María. Creo que te he hablado bastante de ella, ¿no? –me giré hacía Miriam y abrió mucho los ojos.
- Saray –se tocó el pelo y movió la cabeza de un lado a otro desconcertada–, creo que estás equivocada. Yo... ¿te encuentras bien?
- ¡Claro que me encuentro bien! –exploté–. ¡Nunca te he enseñado una foto de ella así que imagino que no lo has hecho a propósito sino no la hubieras traído!
- Cálmate. Sé que lo de Sofía te ha afectado, pero tienes que calmarte.
- ¡No me da la gana! Abre los ojos, Miriam, esta tía –grité señalando a María–, te ha mentido. No se llama Celia y es la misma mujer que jodió mi relación con Anastasia.
- Me llamo Celia-María –aclaró María antes de darse media vuelta.
Miriam se tapó la boca por la sorpresa y abrió mucho los ojos mientras yo salía corriendo por la puerta del hospital.
Corrí, corrí y corrí. Quería huir, desaparecer y que el mundo se hundiera bajo mis pies. No podía soportar tanto conflicto en mi vida. Primero mi ruptura con Anastasia, después lo de Sofía y por último la sorpresa. No. Algo había hecho mal.
Cuando llegué a casa me sonó el teléfono de forma estridente pero no lo cogí porque pensé que era ella. A la tercera llamada me di cuenta que era un número extraño.
- ¿Saray González López?
- Sí, soy yo.
- Le llamamos de la editorial donde entrego su manuscrito. Hemos leído su libro y creemos que puede tener muchas posibilidades. ¿Podríamos concretar un día para poder vernos?
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UN REFLEJO PARA CADA ESPEJO. Parte 1 de la trilogía "Los espejos de Saray"
Chick-LitSaray aspira a ser una gran escritora de éxito. Ella desea con todas sus fuerzas vivir de lo que le apasiona, pero su entorno más cercano es tóxico y difícil de gestionar, tanto que se vuelve insostenible... Además, María, aquella que se considera s...