LA EXPLICACIÓN.

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- Buenos días –saludó David asomándose por la puerta entreabierta.
  Había pasado una semana desde que Sofía colgó un anuncio en el que dejaba constancia que se requería un dietista para el gabinete. Sin necesidad de buscarlo personalmente, apareció con unos vaqueros negros, una camisa de color blanco roto y arremangada hasta los codos, que dejaba entrever en lo buena forma que se encontraba aquel chico, y las manos metidas en los bolsillos.
Sofía, que estaba ordenando unos papeles sobre el escritorio, levantó la mirada lentamente con las gafas escurridas y se quedó en fase de shock. Menudo monumento, pensó.
- Buenos días –consiguió decir mientras se levantaba y se alisaba el vestido azul cielo que esa mañana se puso con cierto recelo.
- Vengo por lo del anuncio...
- Sí, sí. Siéntese por favor.
  Con galantería, David apartó la silla y se sentó cruzando las piernas mientras la miraba con los ojos entornados. Mi amiga, cohibida y nerviosa, respondió boqueando y tirando unos bolígrafos que terminaron desparramados por el suelo. Estaba claro que ese hombre la imponía. Después de un primer contacto gracioso y de un dialogo extenso tuvo claro que sería el nuevo miembro del grupo.
  Empezaron a interaccionar de forma fluida. Al menos en un principio. Todos los miembros del gabinete se llevaban bien con David y Sofía dejó de verlo como un compañero y empezó a fijarse en él más de lo que sus creencias le permitían. Ella estaba convencida de que un tío como aquel jamás se fijaría en una chica como ella. Sin embargo, tuvo tiempo de indagar en esa tara y aprovechó para conocerlo más a fondo. Adoraba sus costumbres y la forma que tenía de hacer frente a las situaciones, la cual cosa admiró con vehemencia. También descubrió que su forma de ser era interesante y su físico impactante. Atento, simpático, responsable, todo eso era David para ella y aún más apetecible cuando la ayudó a resolver ciertos temas sobre programas del ordenador que no entendía, haciendo de aquel acercamiento con ese macho alfa una necesidad abrumadora que dejaba en el aire un juego tentador que no tardaría en ver el resultado.
  Independientemente del juego a escondidas que Sofía comenzó sin mucha convicción, David se comportó como un caballero en todo momento, tanto con ella como con los demás. Y sé que "los demás" hace referencia a Laura pues en más de una ocasión los había visto flirtear, haciendo que los celos asomaran la patita por la ventana. Sin embargo, otros detalles despejaron el torrente atmosférico Laura. David solucionó con un toque de dedo varios problemas sobre algún cliente, acudió a la tienda más próxima para comprar una blusa cuando Sofía se tiró el café hirviendo, dejando una gran mancha oscura sobre la camisa y a dos minutos de tener una reunión urgente. Cuentas que no salían y que David resolvió con soltura y seguridad, muchos favores, miradas con una sonrisa cuando se encontraban en el cuartillo, roces cuando se encontraban en la puerta. Hasta que, de forma meditada, David propició un encuentro que resultó ser fortuito en apariencia.
- ¡Sofía! –llamó David desde la acera de enfrente.
  Sofía se giró y su tez se volvió blanca como la cal. No esperaba encontrárselo porque tenía más clientes que atender, según ponía en el calendario. David se acercó a ella cruzando la calle con gracia y garbo y mi amiga... se le volvieron las piernas de gelatina.
- Hola. ¿Has acabado?
- Sí... –contestó Sofía con un hilo de voz.
- Genial. ¿Quieres que te lleve a casa?
  Sé que resulta una pregunta de guante, pero a mi amiga se la metió bien, aunque por otra parte.
- No hace falta. Vivo cerca.
- Insisto.
- No, no, de verdad David. Voy andando.
- Bueno, pues, al menos tómate algo conmigo –se giró y señalo una cafetería a pocos metros–. Mira, en esa terracita hay sombra, estaremos cómodos.
- Bueno…
   David la agarró por la cintura dejando formas circulares por su cadera y… ¡Abejorros sobrevolaron su vientre, sus piernas y sus muslos hasta llegar a su entrepierna! Ese simple contacto despertó en ella una sensación nueva, diferente y excitante. Algo que se deshacía en su bajo vientre y que le humedecía las braguitas. Frunció el ceño extrañada. ¿Eso era lo que todas las chicas decían sentir cuando se excitaban?
  Se sentaron en una mesita de madera y pidieron al camarero dos cervezas mientras Sofía acomodaba su bolsito en su regazo y se mordía el labio inferior recreándose en el puto adonis que tenía delante. Llevaba unos pantalones vaqueros simples y una camisa con los dos primeros botones abiertos dejando al descubierto un tono de piel marroncito chillón plasmado sobre el contorno de sus abultados pectorales…
JODER... Estaba que rompía. En cambio, Sofía trago saliva y se miró a sí misma mientras se bajaba el vestido verde botella, ajustado, que logró meterse después de quinces minutos. Escote en forma de u y entallado hasta la rodilla.
- ¿Cómo estás? –le preguntó David entrelazando sus dedos.
- Bien.
- Ya veo –sonrió–. Me refiero en general.
  Sofía se sonrojó y se atusó el pelo con el bolso agarrándolo con la mano sudada.
- Como siempre. Mi vida no tiene mucho misterio –y pegó un gran trago a su cerveza hasta dejarla por la mitad.
  David contuvo una pequeña mueca divertida antes de añadir:
- Quizás te vendría bien salir de vez en cuando.
- Claro que salgo, no todo se basa en el trabajo –volvió a coger su vaso y tras beberse el contenido de un trago, le pidió al camarero una copa de vino.
- Te pasas muchas horas en el despacho, discúlpame que piense que no dedicas mucho tiempo a divertirte –afirmó él con contundencia.
- Bueno, es lo que me da de comer. También salgo con mis amigas, pero ellas son mucho más divertidas que yo y por eso me retiro antes a casa.
- Pues a mí me resultas de lo más enigmática –confesó David.
  El camarero dejó la copa de vino sobre la mesa y Sofía no dudo en darle un par de sorbitos. Los nervios los tenía a flor de piel y aunque no era mujer de darse a la bebida, aquel día hizo una excepción. Por favor... estamos hablando de David.
- ¿Cómo va la cartera de clientes?
- Bien. La cosa está mejorando mucho y el boca a boca ayuda –respondió ella orgullosa.
- Sí... –David se humedeció los labios y a Sofía le dio un vuelco el corazón–. Las bocas ayudan mucho a enderezar... los balances.
  Sabía que estaba hablando en clave y Sofía se unió al juego.
- Promocionarse mediante publicidad da buenos resultados, pero son mejores cuando la gente lo experimenta en sus propias carnes...
  Joder Sofía te estás saliendo. Le estaba siguiendo el juego.
David sonrió y, acercándose la cerveza a los labios, dijo:
- Tienes suerte de poder ejercer como Fisioterapeuta. Tus manos deben ser bálsamo para el cuerpo –sonrió con una mueca pícara en los labios–. No hay nada como probarlo por uno mismo. Deberías animarte y darme un masaje un día de estos.
- ¿Qué zona te molesta?
  David sonrió lascivamente y entornó los ojos. Y Sofía agachó la mirada.
- Es una zona un poco opresiva... ya me entiendes…
  Aquella conversación se desarrolló con otros comentarios salidos de tono que desembocaron en un amasijo de ropas, piernas, saliva en partes bajas, jadeos con él sobre ella y empujando sus caderas para sacarle un gemido de entre los labios. David fue el primero en desflorarla y aquel momento idílico para Sofía supuso poco después un pequeño mal entendido y un disgusto para los dos.
- ¿Qué es esto? –preguntó David extrañado, pasando su mano por la sábana y tumbado desnudo junto a Sofía.
Sofía se mordió el labio, se sonrojó y miró hacia otro lado.
- ¿Tenía que bajarte la regla? –volvió a preguntar David con sorna mientras se levantaba ignorando la expresión de esta.
  Sofía lo vio alejarse con ojitos y soltó un suspiro. David era un puto dios del olimpo. Piernas fuertes, brazos musculados y moldeados, abdomen con bultitos sobresalientes formando una tableta de chocolate apetecible, mentón recto y perfilado. Dientes blancos, dentadura recta y barba de tres días...
  Sí, era un amor de hombre y Sofía estaba más que orgullosa de que la hubiera hecho mujer. Se sentía dolorida y aunque fue generoso, cariñoso y dulce, no pudo evitar sentir una punzada de dolor cuando entró en ella. No fue una sensación agradable pero después de quince minutos de espera consiguió correrse y David, satisfecho, la montó con ansiedad mientras le mordía la barbilla hasta soltar un gemido de satisfacción. Evidentemente utilizaron preservativo, el cual fue generosamente rellenado por todo el semen espeso y en cantidades ingentes que David tenía acumulado. Y aunque tenía que haber sido sincera con él, el miedo la hizo quedarse parada ante el rechazo que suponía una negativa por parte de ese hombre.
  Sofía se apresuró a retirar las sábanas con un gran surco de sangre a mitad y las puso a lavar. Sacó unas nuevas rosas y las cambió en dos minutos. Se vistió con lo primero que pilló, subió las persianas y abrió las ventanas para que la estancia se aireara. Olía a sexo, denso y excitante.
- Bueno, nena, me tengo que ir. ¿Cambiaste las sábanas?
- Sí... –contestó Sofía desde la cama. 
- Vaya faena que te haya venido la regla justo ahora.
- David… yo... a ver...
  David se acomodó en una de las sillas de madera, abrochándose la camisa y mirándola extrañado cuando ella apareció y se sentó a su lado.
- ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? No te habré hecho daño.
- No, no, para nada. Es que, bueno, yo nunca lo había hecho con nadie, ¿sabes?
- ¿Perdona? –David levantó la mirada y dejó la camisa a medio abotonar–. ¿Me estás diciendo que eres virgen?
- Ahora... ya no –contestó ella con una mueca.
- Joder, joder y joder –espetó levantándose airado–. ¿Por qué? ¿Por qué no me lo dijiste?
- No pensé que fuera relevante... 
  David se giró hacía ella con cara de haberle hecho un examen rectal.
- ¿De verdad Sofía? ¿El hecho de que vayas a ser mujer no es lo suficientemente importante como para que me pongas al tanto? 
- Es que...
- Eres una mentirosa –la cortó–, y yo odio las mentiras. 
- ¿Qué hubiese cambiado si te lo hubiera dicho? –preguntó Sofí mirándose las manos.
- Muchas cosas Sofía. Muchas cosas. Lo habría hecho de manera diferente. Hubiéramos ido a cenar, a tomar algo o habría montado un escenario romántico para que te sintieras en sintonía con lo que ibas a descubrir –suspiró, chasqueó la lengua y se encaminó hacia la puerta–. Mira, da igual.
  A pesar del disgusto, Sofía se excusó en que solo fue un polvo mal echado, sin besos ni mimos. Él fue directo hacía su cuello y aunque mi amiga ladeo el rostro con el fin de saciar su sed con su aliento, la rechazo con tacto y le hizo el amor apasionadamente. ¿Por qué simulaba David preocuparse tanto por ella cuando solo se trataba de un intercambio de fluidos? Como la ausencia de besos no le gustó, pensó que el hecho de haberse callado una información tan relevante como su virginidad no sería tan significativo. ¿A él que más le daba?
   David estuvo durante días dándole vueltas al asunto hasta acabar tomando una actitud fría. No se hablaron en los descansos y cuando Sofía quiso abrazarlo o pedirle ayuda en más de una ocasión, este hizo como que no iba con él la cosa. Poco después se fue ablandando y decidió que Sofía debía aprender a ser sincera y probar su buena dosis. Cambiar la estrategia.  Y así comenzó el proceso de conquista. Un café en el cuartillo del gabinete, otro en la esquina del bar y un mete-saca en el aseo de chicas, una copa en casa y sexo oral, miradas de reojo cuando ella creía que estaba sola, roces imperceptibles pero sensibles... Un beso en la mejilla, una sonrojada Sofía y otro beso en la comisura hasta que sucedió: el beso.
  Según nos contó, sus labios recibieron los de David durante unos segundos que resultaron como tocar el cielo con las manos. Se miraron, se quedaron hipnotizados por el brillo de los ojos del otro y la rodeó con sus brazos mientras hacía su magia a través de su boca. Labios dulces, blanditos y calentitos que colisionaron con los de ella haciendo estallar purpurina justo en la unión de su piel... Magia.
  Después, en la segunda parte de la conquista, los besos, las miradas, los roces y el juego que habían llevado durante meses, cambió. Según Sofía, David dejó de ser el hombre atento, simpático y agradable que la encandiló. Y sin apenas conocerla ni interesarse por ella, como lo harían dos personas adultas, su relación se convirtió en algo muy físico. Solo se dejaban ver para follar mucho sin tan siquiera conocerse como amigos y sin compromiso alguno.
  Sofía nos intentó convencer, a Miriam y a mí, de que lo suyo era una relación oficial, pero evidentemente se trataba de un eufemismo como una catedral y se lo hacíamos saber con la siguiente expresión: "Levantamiento de cejas exagerada y mirada fija".
- ¿Por qué te intentas convencer de algo que está perdido? –le pregunté cogiendo la tercera cerveza de aquella tarde para darle un buen trago.
- La esperanza es lo último que se pierde –respondió Sofía levantando los hombros.
- La esperanza es una ilusión y es buena cuando hay posibilidades y herramientas para alcanzar los sueños.
- Joder Saray. Desde que estas escribiendo te estás volviendo de un blandito –me dijo Miriam acomodándose en el asiento–. El problema no es la esperanza o el hecho de que esté todo perdido, sino que a David ya no le interesas lo más mínimo.
- Claro que le intereso. Me sigue haciendo el amor –se quejó Sofía con voz de pito.
- Te folla cariño. Es diferente –dijo Miriam con una sonrisa pérfida en la cara.
- A veces eres un poco perra, ¿lo sabías? –me burlé intentando que no fuera tan cruel con ella–. A Sofía le gusta y es normal que tenga ilusión, pero hay que aprender a aceptar las cosas cuando toca.
- Pues yo creo que se está vengando por lo que le hiciste. Tía, que le mentiste. Que eras virgen –le reprochó Miriam.
- Le he pedido mil veces disculpas y siempre dice lo mismo: Que no tiene importancia. Sin embargo, sigue insistiendo en quedar y eso debe ser una buena señal para creer que quiere algo más.
  ¿Cómo podía mentirse tanto? Ella creía en pétalos y corazones mientras David la trataba como un clínex de usar y tirar. Un trato en el que no le daba la importancia que se merecía dando por sentado que la tendría a mano "por si acaso" surgía una necesidad. ¿Adivináis cuál era el tipo de necesidad? Pues sí, follar mucho. Nunca la invitó a cenar o a comer a un restaurante donde poder disfrutar de la intimidad que necesitaban porque decía que la comida basura no era recomendable para ella. Los cafés en el cuartillo fueron sustituidos por orgasmos de "aquí te pillo y aquí te mato" y los "vamos a tomar algo a una cafetería y hablamos" se quedaron rezagados por peticiones de David que se basaban en ir a casa de Sofía para pegar un polvo y fin de la historia.
Lo cierto es que mi amiga nunca puso límites en aquella relación y David, aprovechando el carácter y la personalidad de mi amiga, cogió seguridad y no la respeto todo lo que se merecía, faltándole el respeto incluso trabajando juntos, codo con codo, en un mismo espacio y con roces que supusieron más de un berrinche. Podría haber prescindido de él. Siendo la encargada y la jefa de todo tenía el poder en su mano. Sin embargo, como tú y yo sabemos, la dignidad estaba de vacaciones o es que a veces pensamos más con el papo que con la cabeza…

UN REFLEJO PARA CADA ESPEJO. Parte 1 de la trilogía "Los espejos de Saray"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora