[En edición]
¿𝓢𝓸𝓷 𝓪𝓬𝓪𝓼𝓸 𝓮𝓵 𝓭𝓮𝓼𝓽𝓲𝓷𝓸 𝔂 𝓵𝓪𝓼 𝓬𝓪𝓼𝓾𝓪𝓵𝓲𝓭𝓪𝓭𝓮𝓼 𝓵𝓸 𝓶𝓲𝓼𝓶𝓸?
Una odisea difícil de atravesar embarcará a los personajes en un viaje dónde deberán aprender a confiar en el otro y dejarse guiar por sus insti...
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Tom
Son al rededor de las seis de la mañana, anoche le dije a Hailey que me iría temprano para no generarle problemas con sus padres cuando vuelvan a Bakersfield, anoche me dormí tan profundamente que me costó oír la alarma esta mañana aunque al abrir mis ojos noté que no era la de mi celular la que estaba sonando.
-Mierda... -susurro al levantarme lentamente.
Hailey se durmió sobre mi brazo y éste se acalambro tanto que al moverlo lo siento entumecido, molesto. Con cuidado salgo de la cama, la chica de los patines duerme plácidamente, su rostro se mantiene tan pacífico y tranquilo que me dan ganas de volver junto a ella para dormir el resto del día. De a poco termino de vestirme aunque solo debo ponerme mis zapatillas, mi gorra y abrigo. Tras salir de su habitación tratando de no hacer ruido alguno logro llegar hasta la puerta principal bajando las escaleras.
-Buen día.
Una voz masculina a mis espaldas me toma por sorpresa, de todas formas intento mantener la compostura, es el tío de Hailey.
-Buen día -sonrió.
-¿Pasaste la noche aquí? -pregunta poniéndose el abrigo sin quitarme los ojos de encima.
-Eh...se podría decir qué -carraspeo -, algo así.
-Genial.
-¿Estoy en problemas? -frunzo mis labios.
-¿Por qué lo estarías? Hall no es mi hija.
-Pero es la hija de tu hermano, quizá puedas hablar con él, comentarle la situación y probablemente el señor Hailey rompa todos y cada uno de mis huesos.
-La verdad me encantaría que eso suceda -abre la puerta dispuesto a salir -, pero ni Daniel es mi hermano ni Hailey mi sobrina. Te mintió.
¿Qué?
Hailey
Ugh, creo que me babee anoche.
Abro mis ojos poniéndome de mal humor, mi mejilla esta completamente húmeda por culpa de mi saliva que, al parecer, inundó la almohada mientras dormía. Que vergüenza, espero no haber babeado a Tom.
Son las ocho y cuarto de la mañana, el chico de las rastas no se encuentra en mi habitación lo que me hace deducir: ya se marchó. Genial, una semana menos de castigo, ahora solo falta corroborar que el imbécil de Carter se fue y desapareció no sólo de mi casa, sino que de la existencia. Camino a paso lento hasta la habitación de mis padres, tras abrir la puerta compruebo que está vacía pero como no me fío ni un tantito del idiota ese, por las dudas, reviso toda la casa.
