── ⋆⋅Capítulo 29⋅⋆ ──

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La pesadez en mi cuerpo comienza a sentirse a medida que abro mis ojos, lo primero que noto es la oscuridad que me rodea, una tenue luz que se filtra por la ventana de la habitación deja ver que efectivamente es de noche

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La pesadez en mi cuerpo comienza a sentirse a medida que abro mis ojos, lo primero que noto es la oscuridad que me rodea, una tenue luz que se filtra por la ventana de la habitación deja ver que efectivamente es de noche. Noto que estoy desnuda pero no me alarmo en lo más mínimo, al girar mi cabeza solo un poco sonrió al encontrar su rostro relajado junto a mi.

Tom pareciera estar plácidamente dormido, su pecho sube y baja con delicadeza por su tranquila forma de respirar. Puedo notar que también se encuentra desnudo, lo deduzco al sentir su piel descubierta rozando mi cuerpo. Recuerdo a la perfección como hace unas horas atrás nos unimos de la forma más íntima y sincera que experimentamos juntos, fueron al rededor de tres veces las que nos deleitamos con el cuerpo del otro, no podíamos parar... yo quería cada vez más de él y Tom tampoco quería dejarme ir, después de todo, fue adictivo para ambos encontrarnos tan íntimamente.

—Tom... —susurro.

Soy consciente de lo tarde que debe ser y probablemente cuando llegue a casa me gane el castigo más grande de mi vida. Me remuevo un poco para salir de la cama pero el chico de las rastas, aún dormido, me busca con sus ojos cerrados y al encontrarme me encierra entre sus brazos.

—Kaulitz —murmuro moviéndolo un poco.

—Uhm...

—Es tarde, debemos irnos.

—No quiero irme, amo dormir contigo —confiesa adormilado sin abrir sus ojos.

—Créeme tampoco quisiera irme, pero mi papá va a matarme.

—Rayos...

Resonga unos minutos más hasta terminar por abrir sus hermosos ojos cafés que, al encontrarse con los míos, desprenden un brillo descomunal. Tom me sonríe bobamente sin poder dejar de mirarme lo que me pone un tanto nerviosa.

—¿Qué tanto me ves?

—Creo que mi pasatiempo favorito es mirarte, eres una belleza, Miller.

—Tú también lo eres —elogio coqueta.

Una breve sesión de besos retrasó la vuelta a casa pero llegamos cerca de las nueve y con seis llamadas perdidas de mi padre, van a acribillarme cuando cruce esa puerta. Las luces de casa están encendidas así que supongo están despiertos aún. Tom baja del coche rodeándolo hasta llegar al lado del copiloto dónde abre la puerta para mi y me tiende su mano con una relajada sonrisa hipnotizante en su rostro.

—Qué caballero —bromeo y reímos.

—Probablemente cuando cruces esa puerta te castiguen hasta tus setenta y seis años por mi culpa, no te dejaré sola en esto —acaricia mi mejilla.

—¿Qué harás?

—Hablar con tu familia, trataré que tu condena baje al menos hasta que cumplas cincuenta, haré lo mejor que pueda.

Love Is Dead |Tom Kaulitz|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora