𝐉𝐚𝐜𝐤 𝐃𝐚𝐰𝐤𝐢𝐧𝐬

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La noche era tranquila y serena mientras leías junto al fuego en tu camisón de dormir. Hubo un movimiento entre las ramas de los árboles afuera y el súbito ruido del ventanal abriéndose te hizo levantar la vista del libro, pero solo unos segundos antes de que volvieras la vista a las páginas amarillentas.

- ¿Y? ¿Vienes a disculparte? - Preguntaste en un tono desinteresado sin levantar la vista mientras jugueteabas con los dedos de una mano. Estabas tan acostumbrada a sus repentinos aparecimientos en tu habitación que ya no te sorprendía su repentina presencia.

- ¿Disculparme? ¿Por qué razón? - Preguntó como si realmente no comprendiera de qué estabas hablando.

- ¿Por qué razón, dices? No lo sé, ¿quizá por la manera en la que me trataste en el quirófano esta mañana? ¿Te parece razón suficiente? - Comentaste con un bufido sarcástico, Seguías con los ojos clavados en el libro pero sin seguir leyendo, solo escuchándolo pasear y silbar dentro de tu habitación.

Él tampoco te confrontaba, veías por el rabillo del ojo cómo daba vueltas por tu habitación tomando uno que otro cacharro y analizándolo, fingiendo profundo interés en ello a pesar de que podías sentir su insistente mirada sobre ti.

- ¿Novelas verdes? - preguntó de repente con una sonrisa burlona, suspiraste y no pudiste evitar sonreír un poco ante su chiste.

- Muy gracioso, Jack. - Dijiste fingiendo toda la seriedad posible mientras cerrabas el libro y lo dejabas sobre la mesita junto al sofá. Te levantaste y te acercaste a él.

Jack dio un paso más hacia ti, cerrando la distancia entre ustedes como siempre solía hacer, buscando excusas para estar cerca de ti como un cachorro perdido.

- Sabes que no es cierto, ¿verdad? ¿Todo lo que dije? ¿Lo sabes, verdad? - Dijo un suave murmullo, su mano se estiró en tu dirección acariciando suavemente tu mejilla. Miraste hacia otro lado, intentando lo mejor que podías no perderte en sus ojos marrones. - ____ mírame, por favor. - Suplico en voz baja, su índice y su pulgar alzaron gentilmente tu barbilla, pero tus ojos seguían evitando los suyos.

- Te amo, ____- Dijo en una voz embriagante, haciendo que te derritieras por dentro. Tus ojos finalmente buscaron los de Jack, los cuales ya te estaban mirando, siempre a ti, siempre tú, desde el primer momento.

Suspiraste y pusiste los ojos en blanco, un gesto propio de ti que indicaba que estabas lista para derribar tu barrera de indiferencia y dejarlo acercarse a ti, él se rio entre dientes e inmediatamente envolvió sus brazos, rodeando tu cintura y te atrajo contra su pecho, el familiar olor a ropaje viejo e interior de hospital te embriagaron, mezclado con el cálido olor masculino que emanaba de su cuerpo.

- No vuelvas a tratarme así.- Dijiste contra su pecho en una voz fría y severa, aunque resignada. - No voy a tolerar esa clase de actitudes de nuevo, es la última vez.- Dijiste, a lo que él rio contra tu cuello.

- Eres terca como una mula, querida.- Jack susurró mientras plantaba ligeros besos sobre tu cuello. - Tal vez necesitas a alguien que te ponga en tu lugar... - Murmuró y sin previo aviso te alzó en sus brazos.

Entre risas suaves, enrollaste tus piernas alrededor de su cintura, encontrando sus labios en un beso profundo y juguetón. Los alientos de ambos se mezclaron con fervor, y la lengua de Jack jugueteaba y provocaba contra tus labios antes de que ambos cayeran sobre tu cama a tropezones. Reíste suavemente mientras él se apartaba para apreciar tu rostro, antes de hundir el de él entre tu cuello y cabello, su mano derecha viajando hacía bajo, con la yema de sus dedos acariciando delicadamente el largo de tu brazo izquierdo hasta llegar a tu muñeca y alzarla por encima de tu cabeza, fijándola a la almohada. Sonreíste y moviste la cabeza un poco hacia tu izquierda, dándole más acceso a la sensible piel de tu cuello. Su mano derecha seguía acariciando tu mano que estaba por encima de tu cabeza, jugando con tus dedos y acariciando el anular.

- ¿Dónde está?- Te preguntó en una voz ronca, seguía besando y lamiendo suavemente tu cuello, en movimientos lentos y sensuales, frotando su nariz detrás de tu oreja, haciendo que te derritieras debajo de él.

- En mi mesa de noche... no quería que papá lo viera. - Respondiste en un jadeo.

- Póntelo.- Jack te ordenó en un suspiro. - Me encanta verte con él. - Dijo antes de levantarse de sobre ti, permitiendo que te inclinaras a la pequeña mesita de noche junto a tu cama y hurgaras entre los cajones, extrayendo la pequeña pieza de joyería del escondite dentro de tu cajón de madera.

Deslizaste la pequeña pieza de plata sobre tu dedo anular, el diminuto par de diamantes brillando bajo la tenue luz de la veladora posada sobre la mesa de noche. Jack suspiró con felicidad y se recostó sobre la almohada, atrayéndote con su brazo y poniéndote cerca de él. Ambos admiraron el pequeño anillo sobre tu dedo. Te quedaba perfecto, parecía hecho a tu medida, y aunque no era precisamente caro, ni lujoso, ni deslumbrante, significaba el cielo y la tierra para ti, porque venía de alguien especial.

- ¿Cómo lo conseguiste?- Preguntaste silenciosamente mientras Jack pasaba su pulgar, acariciando el par de diamantes sobre el pequeño anillo de compromiso.

- ¿De veras quieres saber? - Él preguntó, el rabillo de su labio alzándose en una sonrisa burlona y perversa.

- Olvídalo.- Dijiste inmediatamente, apartando la mirada de él. Era un buen novio, pero no era la más honesta de las personas.

Jack se rio entre dientes, un sonido grave que viajaba desde su garganta alborotando las mariposas en tu estómago. Él se estiró sobre ti y alcanzó el libro que estabas leyendo hace unos minutos, hojeándolo con desinterés; solía molestarte mucho por tu obsesión a los libros y a lectura, aunque secretamente te admiraba y disfrutaba de tus reacciones cada vez que él te obsequiaba un nuevo libro de la tienda de segunda o que quizás "tomo prestado" de la biblioteca del hospital.

- Haz lo tuyo. - Dijo entregándote el libro y se acomodó en la cama junto a ti con una pequeña sonrisa.

Reíste entre dientes y tomaste el libro, hojeándolo hasta donde te habías quedado la última vez que lo leíste. No rezongaste mucho y comenzaste a leer para ambos, siendo tu suave voz lo único audible aparte del crujir de la chimenea dentro de tu habitación. A Jack le daba completamente igual el contenido del manuscrito, lo que él disfrutaba era tenerte entre sus brazos como ahora, y escuchar tu voz, disfrutar de tu dulce esencia y forma de narrar, observar tus rasgos y el color de tus mejillas, perderse en tus ojos. Todo era perfección ante los ojos de Dawkins, quien ya había cerrado los ojos después del primer capítulo, su pulgar trazando suaves y afectuosos patrones sobre tu piel. No fue hasta el quinto capítulo que te diste cuenta gracias a sus leves ronquidos que tu prometido ya estaba profundamente dormido. Sonreíste para ti misma, dándote un momento para admirarlo, la manera en que sus largos mechones rubios caían sobre su frente, su respiración firme y monótona y la serenidad en su rostro. Suspiraste y cerraste el libro, poniéndolo sobre la mesita de noche de nuevo para después acurrucarte cerca de él, echándole una última mirada a tu anillo antes de cerrar los ojos igual que él e irte a descansar con una sonrisa satisfecha en tu cara.

Personajes de Thomas Brodie-Sangster // One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora