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Desde las honduras de la somnolencia, Jimin percibió el roce de algo que desconocía. Removiéndose entra la afectuosidad de la cama y las sábanas acorralándole, intentó distinguir de qué trataba aquel tacto aterciopelado, acarreador de un perfume empalagoso, dulzón. La frecuencia del ritmo sobre su faz le exigió abrir los ojos, llevando consigo la visión del rostro de Taeyhung a su lado, recargado sobre un codo para mirarle de costado. Una sonrisa bondadosa alzaba las comisuras de sus labios hasta el extremo de sus ojos risueños, contoneando las facciones de Jimin con una rosa.

—Buenos días, Minni.

Jimin le observó, sintiendo como el terciopelo bermellón delineaba sus cejas. Por impulso quiso alejarse y fruncir el ceño. Pero algo había detrás del despertar mimoso y deseó saberlo.

—Buenos días, Taehyung —se sentó, doblando las sabanas pulcramente sobre sus piernas estiradas.

Imitándole, Taehyung se reincorporó girándose para coger la bandeja que había preparado al alba. La situó sobre el regazo de Jimin y le miró expectante. Pero no obtuvo más que una expresión neutral.

—Te he preparado el desayuno.

—Lo noté —el tono de su voz extinto y tosco—. Gracias.

—Pan tostado con jamón y queso. Le quite los bordes, como te gusta —se apresuró a aclarar, nervioso

—. También hice café con leche descremada, sin azúcar para no alterar tu dieta.

Miró dentro de la fuente de madera y el hermoso arreglo que Taehyung había hecho por él. Ignorando por completo los rugidos famélicos de su estómago, se rehusó a coger algo de allí y comerlo.

—¿No quieres? —Taehyung se removió, angustiado. El silencio constante de Jimin comenzaba a torturarle—. Si gustas, puedo hacer algo más sano. ¿Fruta? Puedo prepararte una deliciosa ensalada de fruta surtida. Fui a rialto a comprar esta mañana, todo está jugoso y fresco.

Jimin apretó las manos en un ingrato puño, cabizbajo. Había revocado a días anteriores, donde Taehyung se atrevió a negarle cualquier tipo de bocado, humillándole, lastimándole, enfatizando deseaba le dejara en paz. ¿Tendría alguna solución ante el dolor persistente si cogía la bandeja y se la tiraba, despreciándole, pagándole con la misma moneda? Claro que no. Tampoco lo haría. Él no era así. No era miserable como Taehyung. Llevaba consigo respeto y prioridad con el prójimo.

Toda la seguridad que afirmó obtendría aquel día, le traicionó. Ocelos marrones repleto de aflicción le inducían a sentir compasión. No obstante, la urgencia de su novio por obtener el perdón no era lo único que le atormentaba.

—¡Ya sé!—Taehyung continuaba, inquieto—. Puedo preparar licuado. Tenemos plátanos y naranjas.

Jimin negó. Quiso hablar, explicarle que no necesitaba nada de aquello, pero era interrumpido en cada ademán de abrir la boca.

—¿No?—frunció el ceño—. Diablos, olvidé que odias la naranja. ¿Qué tal un licuado de fresas y leche?

¿Y si salimos a desayunar? Hay varios restaurantes frente a la costa. Es un día soleado, perfecto para los dos.

Jimin no pudo más que sentir opresión en el centro de su pecho. Taehyung en momentos de desconsuelo tendía a sufrir de ansiedad. Era como un niño pequeño intentando conseguir el reconocimiento de sus padres. Sus progenitores jamás le quisieron, constantemente refugiándose entre sus brazos, preguntándose por qué. E ahí la razón por la cual no podía desampararle, aun cuando muchas veces se lo propuso. Aquel día era uno de ellos.

—Taehyung...

—¿No quieres caminar? Podemos comer en el balcón, sería lo mismo.

Jimin cogió la bandeja, situándola en la mesita de noche que descansaba de su lado. Retornado a su lugar, se topó con la mirada pasmada de Taehyung.

ARRIVEDERCI ✿  KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora