Cada amanecer era un comenzar que se esfumaba como la fría brisa que escocía en su rostro rociado de diminutas lágrimas. Aún cuando las horas solían parecer una eternidad, no lograba encontrar un punto exacto, un equilibrio. Dos días habían transcurrido desde el altercado y percance tras percance fueron los encargados de devastarle, de frustrar cada ilusión. El temible y veleidoso juego de la desconfianza y el resentimiento no hacían más que incrementar y mofarse de que tal vez ya no se querían. Que tal vez él ya no le quería, alejándose cada vez más sin siquiera voltear a mirar atrás, abandonándole por completo, dedicado al gozo de veladas descuidadas. No quería afrontarlo, no quería asimilar que el amor les había desamparado y nunca más volvería.
Recargado sobre las barandas del puente, elevó el rostro hacia el extenso cielo nocturno. A pesar de estar atestado de estrellas, no veía a ninguna fulgir, al menos no como noches anteriores. Una delgada luna menguante les acompañaba, ofreciéndole la oportunidad de observar el delicado detalle de su luz cinérea. Pero a pesar de todo, no dejaba de percibir la vista opaca, grisasea como el titilar de sus ojos y el palpitar apaciguado de su corazón.
Negándose al encuentro con la baja temperatura de aquella madrugada, introdujo las manos en los bolsillos del abrigo que portaba. Una ostentosa bufanda en conbinación se encargaba de cubrir la mitad de su rostro contraido. Decidido a no retornar, continuó con la extenuante caminata. Sabía no se hallaba lejos, aún desde su sitio podía ver el departamento donde se alojaban.
Se sentía fuera de lugar, acorralado en un rincón, intimidado por la felicidad que los transeuntes desprendían. Era el centro de las miradas curiosas, el hombre que con cada paso que daba se desposeía de su valiosa religión.
—¡Hey, tú. Lobo solitario!—escuchó a solo unos centímetros.
Incluso sin atreverse a desviar la mirada de sus zapatos sobre el húmedo asfalto, supo reconocer el tono de voz y la osadía que le caracterizaba. Topándose con el dulce mirar adverso y la mano alzada que le saluda e invitaba a acercarse, se atrevió a sonreír efusivo por primera vez aquel catastrófico día. Prontamente ya no se sentía tan desvalido, no con Jeon Jeongguk en frente.
—Hey —tomó asiento a su lado, observando el bloc que yacía sobre el regazo del castaño—. ¿Qué dibujas?
Sonriendo, Jeongguk inclinó la hoja para que pudiera apreciarla en su totalidad. Sobre ella un pequeño niño era retratado con esmero a grafito. Dulces y sutiles líneas a compás de difuminación volvían de la imagen algo mágico, como si se tratase de una foto. El mirar que poseía era inofensivo, advirtiendo un dejo de tristeza en el oscilar plasmado. Aun cuando sus delgados labios curvados en una agradable sonrisa eran coloreados con gris, supuso eran de un rojo cereza. Tenía cejas esbeltas y pómulos elevados, bastante definidos. Llevaba el pelo ondulado y salvaje en sincronía. Sin dudas una preciosidad.
—Su nombre es Luciano Mancini. Tiene cuatro años —comentó Jeongguk, contemplando el perfil fascinado de Jimin ante su creación—. Es huérfano.
—¿Qué?—retirando la tela que cubría su rostro, el vaho salió de sus labios temblorosos.
—Fue abandonado en la puerta de un orfanato al nacer. Al menos eso me contó la novicia.
Era difícil para él hablar respecto al tema, Jimin podía notarlo claramente en sus facciones prontamente desganadas.
—Veintitrés años de vida y aún no termino de asimilar toda la crueldad que alberga en un ser humano,
¿sabes?
—¿Cómo lo conoces?—cauteloso, se atrevió a continuar.
—Suelo donar cierta cantidad al recinto todos los meses; llevo haciéndolo por mucho tiempo. Un día me acerqué a depositar y ahí estaba, en los brazos de una mujer sin dejar de llorar. Y como no, si era un recién nacido, urgido por el cariño y leche de su madre.
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ARRIVEDERCI ✿ KOOKMIN
Fiksi Penggemar© HISTORIA ORIGINAL. PROHIBIDA SU COPIA Y ADAPTACIÓN. | Arrivederci | Años a su lado le obligaron a habituarse al desenfreno constante de sus sentimientos, soportar la desdicha de llevar consigo un vínculo tortuoso y marchito, acorralado por la fa...