Mientras se encontraban en la habitación de la pelinegra, esta analizaba a la chica que parecía ser una especie bastante diferente a la de ella, o eso era lo que pasaba por su cabeza mientras la observaba con extrañez.
—¿Qué miras tanto? Somos de la misma raza, no entiendo que te parece raro— sus ojos verdosos penetraban la mirada avellana de Kasumi mientras esperaban una respuesta.
—Lo siento, pero no me parece que seamos iguales.
—¿En serio? ¿No estamos hechas de lo mismo?
Esos ojos verdes, que parecían de un animal que cazaría a cualquiera que esté en frente empezaron a examinar el cuerpo de su contraria, mientras se iba acercando a ella. Acarició su brazo ligeramente para saciar su intriga.
—Eres una mentirosa, estamos hechas de lo mismo.
Kasumi sacó su brazo rápidamente del roce de aquellas manos grandes y morenas.
—Tus manos son ásperas, tienes un colmillo muy afilado, una contextura física diferente a las de otras mujeres y hablas como si fueras de otro mundo ¿En serio te parece que somos iguales?
—También tengo dos ojos, dos brazos, dos piernas, una cabeza, somos bípedas y usamos la misma lengua para comunicarnos. En donde yo vivo si hay personas como tú: frágiles y preguntonas. —Alejó su mirada de esos ojos avellana con una mueca de desinterés.
El sonido de la puerta abriéndose se hizo presente, mostrando el rostro de un hombre y una mujer de mediana edad.
—¿Qué hacen aquí; mamá, papá? —cuestionó la adolescente.
—Kasumi, hija, más vale que trates bien tu invitada—sonrió su padre.
—¡Aquí está el almuerzo! —la sonrisa de su madre era más grande que la de su progenitor.
La pelinegra empezó a sentirse un poco incómoda, cada vez había más invasión de su espacio personal. Salió de sus pensamientos al ver el rostro de duda de la chica que estaba a su derecha.
Cuando los padres se sentaron en la cama de su hija, empezaron a interrogar a la extraña chica para intentar conocer cómo llegó hasta allí. Ella solo respondía con un rostro de desinterés todas las preguntas de los dueños de la casa.
Su padre le cuestionaba si había tomado y por eso aquella extraña estaba tirada en su patio. Una duda que todavía no había resuelto Kasumi, así que estaba interesada en la respuesta.
—¿Tomar qué? —preguntó incrédula.
—Ya sabes, cosas como las que toman hoy en día los jóvenes—le contestó con picardía, esperando a que agarre confianza con él.
—¿Agua? No, no. Estuve peleando con una asesina loca—dijo como si fuera lo más común del mundo.
En el rostro de sus padres y de la misma pelinegra, podía notarse que no se esperaban esa respuesta en lo absoluto.
«Aunque es totalmente normal que alguien quiera matarla con esa cara que parece que atenta contra tu seguridad» pensó Kasumi mientras largaba una risita para sí misma.
Su madre empezó indagando en donde se encontraba su casa, cosa que la única respuesta que obtuvo fue que no tenía una.
—¿Y dónde vivirás? —su progenitora preguntó otra vez.
—Ah... No sé, por ahí.
—Entonces, ¿qué te parece si estás con nosotros un tiempo? Podrías dormir en la habitación de mi querida hija. Solo no hagas nada malo—su padre se introdujo en la conversación para proponerle aquello a la chica en la que rondaban cada vez más misterios.
Kasumi se exaltó por la propuesta totalmente indecente de su papá, esperando a que esos labios finos y agrietados puedan negarse a esas palabras tan fuera de lugar.
—Oh... Gracias—respondió con cierta sorpresa y luego alternó con su expresión de desinterés.
«¿Por qué está aceptando?» se preguntó Kasumi mientras fruncía el ceño. Enojándose cada vez más por la propuesta de su padre. ¿Iba a compartir habitación con una extraña por quién sabe cuánto tiempo? Quizás ni debió meterla en su casa.
—Tranquila hija, parece una buena chica, y espero que lo sea. Además, te hará bien tener amigos—era la primera vez que odiaba la sonrisa de su padre.
—¡Papá! — Su rostro se volvía cada vez más colorado. No era necesario decirle a una desconocida que en todo este tiempo no había hecho amigos.
Pero la pelirroja solo giró su cuello para mirarla con un rostro sin expresión, sin decir nada, como si no le importase. Ese gesto de desinterés la relajó por alguna razón.
Ya había pasado un tiempo, y habían acomodado el cuarto para que las dos durmieran allí. La extraña estaba acostada en un colchón al lado de la cama de Kasumi.
—Perdón por molestarte, no quería eso... solo que no tengo donde ir. Al parecer mi hogar no está aquí.
Aunque lo haya dicho no parecía que en verdad lo sintiese. No había expresión alguna en su rostro, ni siquiera un brillo en sus ojos, una mueca o algo que dé la impresión de saber que estaba viva, solo el movimiento de su boca formulando oraciones vacías.
—Está bien, no tienes que preocuparte. Ya está hecho.
—Si solamente hubiera matado a esa "asesina loca" ... Quiero volver a mi hogar, aunque no quede nada de él.
Kasumi en ese momento quería saber de lo que hablaba, y entender el primer brillo que aparecía en sus ojos al pronunciar esas palabras. Era como si eso sería lo único con sentido en su vida: matar a "esa asesina loca", en la que cada una de esas palabras era pronunciada con odio, aunque quería disfrazarlo con desinterés.
Antes de que alguna de las dos pueda decir algo más, una explosión se escuchó a lo lejos. Aquel cuerpo robusto se levantó con rapidez del colchón al lado de su cama. Kasumi también le siguió el paso.
—¿Qué fue eso? —preguntó con miedo. No solía haber ruidos fuertes en su pueblo, era muy tranquilo comúnmente.
Pero esos ojos de cazador dieron a entender que al fin encontraron una conclusión sobre lo que estaba pasando en el exterior.
—¿Qué...?
Hizo el amague de salir de la habitación, pero en vez de hacerlo, se detuvo por un momento, se giró, miró a los ojos avellanas de la contraria y con prisa sacó de su bolsillo ubicado en su chaleco de cuero un objeto curvo y de color anaranjado, rodeado de pequeñas tiras de cuero, que dejaban ver una diminuta luz del mismo color provenir de él. Kasumi recibió el elemento en sus manos pálidas sin saber nada sobre este.
—Toma. Úsalo cuando estés en problemas. Solo tienes que frotarlo y darle tu calor mientras piensas en un círculo rodeándote. Ten cuidado. —Luego de aquellas palabras se dio la vuelta para pronunciar una oración inquietante para sus oídos—. Vuelvo en un rato, y si no lo hago es porque simplemente he muerto. Eso sería mejor para ti, adiós.
Abrió la puerta de la habitación y se esfumó de allí más rápido de lo que había entrado.
La mente de aquella adolescente que todavía se situaba en la habitación, sin poder moverse, no podía procesar lo que dijo, ni lo que había pasado, hasta unos minutos después que logró salir de su trance y pensar con un poco más de claridad. Aunque pensar con claridad después de que esa chica de pelo rojizo se haya ido hace unos minutos no serviría de nada, ya no podía actuar, ni quería hacerlo.
Le interesaba aquella extraña proveniente del cielo, como también la explosión, pero no iba a meterse en sus asuntos. Tenía cosas más importantes que hacer en su vida.

ESTÁS LEYENDO
OTRO MUNDO
FantasyUna chica pelirroja de dieciséis años cae por un portal hacia el patio de una casa desconocida. Al despertar, se entera de que no está en el mundo al que pertenece. Sin embargo, cuando mira hacia atrás, se da cuenta de que tiene una pequeña familia...