24

27 1 0
                                    

El pelinegro acababa de salir de la estación de policías. "9:30P.M" marcaba el reloj en su muñeca.

-No puedo más con esto. ¿¡Cuando vas a salir de mi puta cabeza, hijo de perra!? -Isamu golpeó sus manos contra el volante de su auto con fuerzas.

«No puedo volver a casa, no quiero que Michiko me vea así» pensó luego de su brusco accionar.

Encendió el auto y se dirigió a la ciudad. Al llegar, caminó hacia el primer bar que tuvo a la vista y entró. El lugar era pequeño y acogedor, con piso de madera de nogal al igual que la puerta.

Se sentó en uno de los asientos que daba hacia la barra y pidió una Coca-Cola, el camarero buscó una del pequeño refrigerador que tenía a su lado y la colocó en un pequeño vaso de vidrio. Cuando su gaseosa estaba recién servida, una joven mujer, con cabellos rubios y largos, ojos celestes y que poseía un vestido de color verde ajustado, le habló sonriente, era una sonrisa de labios gruesos y firmes, cubiertos de un labial rosado.

-¿Solo tomarás Coca-Cola? -dijo burlona.

-Digamos que no me es posible beber alcohol. -Isamu tomó un pequeño sorbo y luego centró su mirada en la mujer.

-¿Entonces viniste a arrestarme? -sonrió acercando sus manos a las del policía. Seguía con su traje puesto.

-Sí, puede que te haya estado buscando. -Giró todo su cuerpo en dirección a la mujer de cabello rubio y lacio, y le dio una media sonrisa.

Al levantar la vista, se dio cuenta que ya eran las once de la noche, por lo que se levantó al instante.

-Mira, tengo que ir con mi hermana. Te dejo mi número así me llamas.

-¿Qué? ¿Y tus padres? ¿Cuántos años tiene? -Acarició el brazo del pelinegro esperando a que se quede.

-Tiene dieciséis, y no, no quiero dejarla sola.

-Vamos...Obviamente se puede quedar sola, ¿qué eres? ¿Su perrito guardián? Puedes dejarla una noche, no sé irá a ninguna parte. ¿Qué no pueden cuidarla tus padres? ¿Ahora se hace cargo el hermano? -se burló levemente.

Isamu quito su brazo lentamente de la cercanía de la mujer y caminó hasta la salida.

-No, espera, era una broma. -Se levantó y corrió hacia el pelinegro, agarrando su brazo. Isamu se dio vuelta para mirarla, con ojos fríos.

-Suéltame, ahora. -Se soltó del agarre de manera lenta.

Salió de allí, furioso por aquellas palabras de la mujer, caminando hacia su auto, pero sabía que no debía aparecer así en su casa, no quería que Michiko lo viera enojado. Agarró su celular y llamó.

-¿Hermano?

-No puedo ir a casa, no quiero dejarte sola, pero no quiero que mires como estoy ahora-le hablaba seria y rápidamente.

-Ya no soy una niña, sé cuidarme sola. No tienes que venir a comer solamente por mí todas las noches. -Largó un pequeño suspiro-. Mira, no es como si no aguantara verte enojado, por si eso te molesta.

-Llegaré tarde a casa. -Cortó la llamada.

Isamu detestaba expresar enojo frente a su hermana, por lo que esos días en donde se sentía de aquella forma, no podía volver a su casa para que ella lo viera así.

Caminaba hacia su auto, esperando despejarse con un pequeño viaje, no obstante, sintió un impacto en su pecho.

-Lo siento, no te había visto. -se disculpó al sentir el golpe. Al bajar su mirada se encontró con una melena de rizos-. ¿Otra rubia?

-¿Cómo que otra rubia? Eso es discriminación, ¿lo sabes, cierto? -la mujer levantó la mirada para ver a quien había pronunciado aquellas palabras.

-Sí, no tengo ganas de hablar con las de tu tipo, al menos por hoy. -Se alejó levemente de ella y acomodó su uniforme mientras se quejaba por lo bajo.

-Quizás te pueda hacer cambiar de opinión sobre las de mi tipo. Justo estaba por tomar un café, ¿quieres? -Lo miró con sus ojos verdes, intrigada por la respuesta.

-No tengo dinero. -Quiso seguir su camino, pero la voz de la mujer frente a él lo frenó.

-Yo pago, guapo.

Isamu asintió, todavía resentido por su anterior encuentro, esperando a que la noche mejore, por lo que siguió a la mujer.

-¿Tú me invitas ahora? -sonrió el pelinegro caminando a la par.

-¿Te da vergüenza que la mujer pague? ¿Se destruyó tu ego? Quizás no eres para mí. -Frenó su paso y lo miró a los ojos de forma intimidante.

-No, en realidad estoy muy agradecido de no pagar esta noche, pero solo si me permites hacerlo en la siguiente. -Volvió a seguir con su camino, recibiendo solamente una risita de la mujer.

Isamu fue agarrado de la mano por la joven, que se dirigía hacia un lugar de café para llevar que estaba abierto las veinticuatro horas del día.

-Soy Cristina, ¿y tú? -preguntó al llegar al lugar.

-Isamu.

-Ese nombre parece pegar mucho con tu rostro. -dijo, para luego pedir al joven frente a ellos dos cafés simples.

-Ey, ni siquiera me preguntaste que quería tomar. Además, pensé que íbamos a tomar un café sentados en una mesa, no que me ibas a comprar uno para llevar. -Largó una pequeña risa.

-Mira, te dije que te iba a comprar un café, todo lugar para tener una cita está cerrado ya que es madrugada. Para no querer tratar con rubias estuviste confiando de más en mí.

-Puede ser, me dejaste expectativas muy altas.

-Y no te voy a decepcionar, Isamu. -El joven le entregó el pedido y Cristina le dio al pelinegro su café.

Caminaron por un par de minutos hasta encontrar un lugar en donde tomar sus bebidas calientes, por lo que se apoyaron en una pared alejada de los negocios. Hablaron por varios minutos hasta que tiraron los envases ahora vacíos en un cesto, al lado de donde estaban.

-Cristina-la nombró.

-Dime.

-Hiciste que esta noche dejara de ser una mierda para ser maravillosa. -La miró a los ojos mientras poseía una pequeña sonrisa.

-Todavía no termina. -Cristina, con lentitud, se acercó a los labios de Isamu.

El pelinegro aceptó su casto beso en los labios, para luego agarrarla de la cintura, esperando recibir otro. Ella sacó la colita de pelo que recogía el cabello negro del hombre frente a ella y entreveró sus dedos en él. Se besaron una y otra vez, hasta que el teléfono de Isamu sonó.

-Disculpa, debo contestar. -Se alejó de la mujer con rizos rubios y habló-. ¿Quién es?

-Llegó mamá a casa. No quiero estar a solas con ella.

-Voy para allá-respondió para luego cortar la llamada.

-¿Qué pasó?

-Mi hermana, tengo que volver a casa. ¿Te llevo?

-Llévame, así sabes donde es mi departamento para la próxima. -Le lanzó una sonrisa pícara.

OTRO MUNDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora