Capítulo 1: Oxford

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Me había pasado las últimas cinco noches en vela tratando de que me aceptaran en la Universidad de Oxford.

La noche anterior me había vencido el sueño, pero en la mañana me despertó algo alentador: ¡el maldito mensaje de aceptación!

Salí literalmente gritando por toda la casa hasta que me encontré, en la planta baja, a mi padre con su mayor rostro de preocupación por toda la emoción que cargaba encima.

—¿Qué ha pasado, cariño?— preguntó, su tono impregnado de dulzura.

—¡Qué me han aceptadooo!— corrí hacia él y le eché los brazos al cuello.

Estaba demasiado emocionada, había dejado mis pestañas estudiando para esos exámenes de ingreso.

—Estoy muy orgulloso de ti, mi niña— acarició mi cabello y sonrió afable, para luego cambiar a uno más preocupado— ¿Cuándo te vas?

Sabía que esa pregunta no podría faltar. Mi papá siempre fue alguien muy bueno, simpático, pero sobretodo, sobreprotector y se negaba a dejar ir a su única hija.

—Creo que dentro de tres días.

—April, ¿estás segura de que tienes que ir a Oxford a estudiar a esa universidad?— estaba renuente a dejarme ir.

—Sí, papá. Escucha— posé mi mano en su mejilla para hacerlo mirarme a los ojos, su barba haciendo cosquillas a mi palma— es lo que quiero, siempre lo he deseado y lo sabes. Además, Oxford está al doblar la esquina.

Hizo una mueca, aún inconforme con mi partida pero soltó el aire que llevaba tiempo reteniendo, rindiéndose a mis alegatos.

☆☆☆

Esos últimos días pasaron volando, entre el papeleo de inscripción, las maletas y la despedida de mi padre.

Estaba triste porque no lo vería por un buen tiempo, pero ahí estaba agitando mi mano en un gesto de despedida desde mi asiento en el metro, a través del cristal.

Pero a la vez me sentía satisfecha de mí misma, había logrado algo que muchos no podrían hacerlo.

A mi lado se sentó un chico que debía tener aproximadamente mi edad. Un cabello negro que brillaba por la luz que se colaba por los cristales. Alzó su mirada hacia mí y me escrutó con unos hermosos orbes color miel.

—Hola— dijo distante, distraído. Sacó su móvil de uno de los bolsillos de su pantalón y empezó a mover sus dedos sobre la pantalla de este.

—Hola.

Apenas el vehículo se llenó completamente de personas desconocidas para mí, avanzó sobre la carretera.

Automáticamente conecté mis auriculares a mi móvil para comenzar a escuchar una playlist completa de Alec Benjamin.

Mis párpados comenzaron a ceder al sueño, pesaban horriblemente. Pero a la vez quería observar el paisaje mientras nos movíamos y dejábamos parte de este atrás.

Al final fue demasiado y me quedé dormida, mi cabeza sobre el cristal recibiendo los esporádicos golpes por las vueltas.

Cuando desperté parecía que habían pasado horas pero en realidad habían sido una y media. Mi cabeza ya no estaba apoyada sobre el cristal, sino sobre algo musculoso...¿era el hombro del tío de al lado?

Protagonistas de nuestro amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora