Capítulo 14: Descúbrelo tú misma

4 1 0
                                    

Desperté de golpe en la madrugada por una pesadilla, seguían persiguiéndome cada vez que cerraba los ojos en busca del sueño.

Y recordé una cosa: me había quedado dormida sobre el pecho de Dalek que se había despertado también con mi sobresalto y se frotaba los ojos.

—¿Estás bien, Nemo?— frunció un poco el ceño al verme.

Bueno la verdad es que mi imagen no era la mejor ni la más recomendada, tenía el cabello todo revuelto, la respiración súper agitada y el corazón a mil.

—¿Otra pesadilla?— preguntó extendiendo sus brazos en mi dirección. Me acerqué a él y envolví su torso con mis brazos. Dalek se acomodó rápidamente debajo de mí y empezó una de sus actividades favoritas: acariciar mi espalda, específicamente mi cicatriz. Asentí ante su pregunta, él sabía perfectamente que no podía hablar coherentemente después de tener una pesadilla— Ay pequeña, ojalá pudiese hacer algo para que no tuvieses tantas pesadillas.

—Solo tienes que estar, con eso me conformo— murmuré y besó mi coronilla con devoción.

—Pues entonces ten por seguro que siempre estaré.

Sonreí y hundí mi nariz en su pecho, aspirando ese aroma atractivo y envolvente tan característico suyo. Delimitó la forma de la cicatriz y luego la bordeó haciendo suaves onditas con sus dedos sobre ella.

Me levanté un poco, aún sobre él, y lo besé. Lo besé porque lo necesitaba urgentemente, necesitaba esa sensación de calidez, paz y refugio que me brindaban sus labios cuando danzaban sobre los míos. No, en realidad les miento, esas sensaciones las siento sola y exclusivamente cuando tengo cerca a Dalek Wallace, es como una medicina para cualquier tipo de mal, es mi panacea.

Nunca me había sentido de esa manera con nadie, es como si todo tu mundo alrededor dejara de existir, si todo se caía a pedazos yo ni me daría cuenta porque estaba con él y él me mantenía a salvo, con él a mi lado no saldría lastimada. O eso pensé desde hacía un tiempo.

—¿Te acuerdas cuando te metiste en medio mío en la cafetería y acabé cayéndome de culo y doblándome un tobillo?— le pregunté para distraernos de nuestra realidad.

—Oye— advirtió, defendiéndose— En mi defensa diré que tú te metiste en mi camino.

—Que sepas que no fue gracioso llevar un yeso tanto tiempo, de hecho todavía estoy esperando el momento oportuno para la venganza.

—¿Oh, en serio?

—La venganza es un plato que se sirve frío, querido.

Asintió, divertido.

—Vaya, vaya— pronunció— entonces me tengo que cuidar de ti...

Y sin más comenzó a hacerme cosquillas.

Ay, esto ya se está volviendo un mal hábito de ese chiquillo.

Concuerdo contigo.

Bueno pues logré escaparme de sus garras y empezamos a corretear por toda la habitación haciendo el menor ruido posible. No fuera a ser que los vecinos o el mismísimo Dante pensaran que estamos locos o que estábamos haciendo cosas sucias.

Así que apenas escuchamos un ruido en el pasillo ambos nos quedamos quietos, uno frente al otro y nos acercamos a la puerta con sigilo para escuchar más de lo que pasaba en el exterior.

Chismosos.

Shhh, se escuchaba algo así como un jadeo. Fruncí el ceño y puse cara de asquito.

Como si no hubieras hecho esas cosas antes, y adivina qué, pues lo hiciste con el que tienes en frente.

Ya, suficiente, conciencia del demonio.

Protagonistas de nuestro amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora